Una apuesta de alto riesgo de Donald Trump para disuadir al régimen
NUEVA YORK.- Con la decisión de Donald Trump de atacar y matar al segundo funcionario en importancia de Irán, el conflicto que hasta hoy se cocía a fuego lento se convirtió en una caldera hirviendo, y es tal vez la jugada más peligrosa de Estados Unidos en Medio Oriente desde la invasión a Irak de 2003.
El cálculo que hicieron es claro: Washington tenía que restablecer la "disuasión" y mostrarle a la dirigencia iraní que sus ataques con misiles contra barcos en el Golfo Pérsico, contra instalaciones petroleras en Arabia Saudita o incluso dentro de Irak, como el que le costó la vida a un contratista estadounidense, no serían tolerados.
Pero si bien las máximas autoridades norteamericanas están convencidas de que los iraníes reaccionarán, lo que no saben es cuándo ni con cuánta virulencia.
Para un presidente que se cansó de repetir su determinación de retirarse de esa caldera que es Medio Oriente, el ataque en el que murió el mayor general Qassem Soleimani implica que no tendrá escape de la región durante el resto de la su presidencia, ya sea que le quede un año o le queden cinco. Trump acaba de involucrar a Estados Unidos en un conflicto de dimensiones desconocidas, ya que el ayatollah Ali Khamenei clama por venganza.
"Es un salto enorme en la escalada", dijo Carles Lister, del Instituto de Medio Oriente. "Con Soleimani muerto, la guerra es inevitable, y la única pregunta es dónde, cómo y cuándo". Pero tal vez no sea en ningún aspecto una guerra convencional, ya que la única ventaja de los iraníes está justamente en la guerra asimétrica.
La historia indica que no atacarán frontalmente a Estados Unidos. Los iraníes son maestros en el ataque a objetivos "blandos", empezando por los iraquíes, aunque seguramente no se limiten a ellos. En los últimos años, Irán desarrolló la habilidad de provocar caos de baja intensidad, y no dejó dudas de que su intención es poder hacerlo en territorio norteamericano.
Por el momento, no pueden, o al menos no por las vías usuales. Pero sí han intentado con actos terroristas, como el intento abortado de asesinar al embajador saudita en Washington, hace nueve años, y el Departamento de Seguridad Interior envió recordatorios de los pasados y actuales ciberataques de Irán contra Estados Unidos. Hasta ahora, esos ataques se limitaron a bancos, represas y otras instalaciones de infraestructura, pero Irán no exhibió la misma capacidad ciberbélica de los rusos o los chinos.
La primera escalada bien podría darse en Irak, donde Teherán apoya a las milicias proiraníes, pero es probable que ni siquiera ahí sean bienvenidos: hace apenas un par de semanas, miles de iraquíes ganaron las calles para manifestarse contra la injerencia de Irán, y no de Estados Unidos, en la política de su país. Pero la región está plagada de otros objetivos "blandos", como quedó demostrado con el ataque a las instalaciones petroleras sauditas.
Para terminar de complicar el explosivo cuadro, Trump enfrenta un juicio político y hay un revival del programa nuclear de Irán.
Es solo cuestión de tiempo antes de que alguien empiece a preguntarse si el ataque no fue planeado para crear un contrarrelato, el de un conflicto con un viejo enemigo, mientras en el Senado empieza el juicio que podría decidir la destitución de Trump. Y ya hay quienes acusan al presidente de haberse excedido en sus atribuciones, al asegurar que la decisión de matar a Soleimani requería la aprobación del Congreso.
Trump dirá que estaba en pleno derecho y que el ataque fue un acto de autodefensa. Y presentará un fuerte argumento a su favor: a lo largo de los años, el general Soleimani fue responsable de cientos, por no decir miles, de muertes de ciudadanos norteamericanos en Irak, y sin duda no pensaba parar ahí.
Si efectivamente hubo informes de inteligencia sobre ataques inminentes, entonces se aplicaría el viejo principio de los ataques "preventivos", consagrado nuevamente en la política norteamericana por el expresidente George W. Bush.
El futuro nuclear es todavía más complejo. Trump se retiró del tratado con Irán a pesar de las objeciones de muchos de sus colaboradores y de casi todos los países aliados de Estados Unidos. Al principio, los iraníes reaccionaron con calma y se mantuvieron dentro de los límites del acuerdo. Eso terminó el año pasado, ante la escalada de tensiones.
Antes del ataque, se esperaba que Irán anunciara la semana que viene su próximo avance nuclear, que muy probablemente lo acerque al enriquecimiento de uranio a nivel para armas nucleares. Ahora esa posibilidad de agiganta, si Estados Unidos o Israel emprenden acciones militares o informáticas contra las instalaciones nucleares iraníes.
Traducción de Jaime Arrambide
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