¿Una alianza de autocracias? China quiere liderar un nuevo orden mundial
Pekín aspira a posicionarse como el gran adversario de EE.UU., a quien le reclamó “que reflexione sobre el daño que le ha causado a la paz y el desarrollo globales en los últimos años”
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NUEVA YORK.- El presidente Joe Biden quiere forjar una “alianza de democracias”. China quiere dejar bien claro que tiene sus propias alianzas.
La semana pasada, pocos días después del ríspido encuentro con funcionarios norteamericanos en Alaska, el ministro de relaciones exterior de China y su par de Rusia denunciaron la injerencia y las sanciones de Occidente.
A continuación, el diplomático chino salió de gira por Medio Oriente a visitar a los aliados tradicionales de Estados Unidos, incluidos Arabia Saudita y Turquía, y también Irán, donde el sábado firmó un amplio acuerdo de inversiones. El líder chino Xi Jinping, por su parte, le tendió la mano a Colombia un día, y comprometió su apoyo a Corea del Norte al día siguiente.
Aunque los funcionarios niegan que la simultaneidad de los hechos sea intencional, el mensaje es claro: China aspira a posicionarse como el gran adversario de un orden internacional, liderado por Estados Unidos, que suele guiarse por los principios de la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho.
Dicho sistema “no representa la voluntad de la comunidad internacional” le dijo el ministro de relaciones exteriores chino, Wang Yi, a su par ruso, Sergei Lavrov, durante su encuentro en Guilin, ciudad del sur de China.
En un comunicado conjunto, acusaron a Estados Unidos de acosar e interferir con otros países y le reclamaron “que reflexione sobre el daño que le ha causado a la paz y el desarrollo globales en los últimos años”.
La amenaza de que una coalición liderada por Estados Unidos desafíe las políticas autoritarias de China no ha hecho más que potenciar las ambiciones de Pekín de convertirse en el líder mundial de los países que se oponen a Washington y sus aliados. La reacción también revela que China se siente cada vez más segura, que no pide permiso, y que no solo refuta las críticas de Estados Unidos a sus asuntos internos son que además presenta y propone sus propios valores como un modelo para los demás.
“En realidad, están tratando de construir un argumento que dice más o menos esto: Nosotros somos la potencia más responsable, y no la manzana podrida y el eje del mal”, dice John Delury, profesor de estudios chinos de la Universidad Yonsei de Seúl, en referencia a la estrategia diplomática china.
Biden dejó en claro que el jueves, en su primera conferencia de prensa como presidente, al presentar los ejes de su política exterior, basada en una competencia geopolítico entre dos modelos de gobernabilidad. El norteamericano comparó a Xi con el presidente ruso Vladimir Putin, “que piensa que la ola del futuro es la autocracia y que la democracia no funciona en un mundo cada vez más complejo”.
Luego calificó ese desafío como “una batalla entre la utilidad de las democracias en el siglo XXI y las autocracias”.
China, por su parte, sostiene que es Estados Unidos quien divide el mundo en bloques. Xi se ocupó de marcar la cancha poco después de la asunción de Biden, y en el Foro Económico Mundial de este año en Davos, Suiza, dijo que el multilateralismo debe basarse en el consenso entre muchos países, no en una opinión de “uno o de pocos”.
“Armar pequeños círculos o comenzar una nueva Guerra Fría, rechazar, amenazar o intimidar a otros, imponer deliberadamente el desacoplamiento, cortar suministros o aplicar sanciones, y generar aislamientos o distanciamientos solo empujará al mundo a la división e incluso al enfrentamiento”, dijo Xi.
En los últimos días, China ha rechazado las críticas a sus políticos con una cerrada defensa de la primacía de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, donde la influencia de Pekín viene en aumento.
Wang señaló que más de 80 países en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas habían expresado su apoyo a las medidas de China en Xinjiang, la región del extremo occidental donde las autoridades han detenido o confiando a musulmanes uigures, una campaña que Estados Unidos ha calificado de genocidio.
Como resultado, el mundo está cada vez más dividido en dos bandos distintos, por no decir puramente ideológico, y tanto China como Estados Unidos buscan seducir adeptos y llevar agua para su molino. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China afirmó que Wang obtuvo respaldo a sus políticas en Xinjiang, así como a la represión de la disidencia en Hong Kong, de parte del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, aunque la declaración saudita no hizo mención a Xinjiang.
La alineación más llamativa es la de China con Rusia, donde Putin se ha quejado durante mucho tiempo de la hegemonía de Estados Unidos y de su uso —abuso, en su opinión— del sistema financiero global como instrumento de política exterior.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia llegó a China el 22 de marzo, con críticas a las sanciones de Estados Unidos y diciendo que el mundo tiene que reducir su dependencia del dólar estadounidense.
Desde la elección de Biden, China intenta evitar que Estados Unidos forje un frente común en su contra. Pekín hizo un llamado a la nueva administración norteamericana para reanudar la cooperación, después de los enfrentamientos de la era Trump. También selló acuerdos de comercio e inversión, incluido uno con la Unión Europea, con la esperanza de dejar a Biden afuera.
Pero no funcionó. De hecho, la semana pasada la estrategia de Biden dio sus primeros frutos, cuando Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea anunciaron conjuntamente sanciones a funcionarios chinos por los hechos de Xinjiang. La reacción de China no se hizo esperar.
“Esos tiempos en los que era posible inventar historias y mentiras para entrometerse desvergonzadamente en los asuntos internos chinos son cosas del pasado y no volverán”, dijo Wang.
China tomó represalias aplicando sus propias sanciones contra funcionarios electos y académicos en la Unión Europea y Gran Bretaña. El sábado siguieron sanciones similares contra canadienses y norteamericanos, incluidos altos funcionarios de la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional, un organismo gubernamental que este mes celebró una audiencia sobre los trabajos forzados a los que son sometidos los uigures en Xinjiang. Ninguno de los sancionados podrá viajar a China ni realizar negocios con empresas o particulares chinos.
Traducción de Jaime Arrambide
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