Un voto por la economía más que por la renovación
La recesión y la inflación fueron determinantes para los brasileños a la hora de votar
Pocos hubiesen imaginado en junio de este año, y más aún en el mismo mes de 2013, que hoy Dilma Rousseff pasaría a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Y que su contendiente en el ballottage sería el socialdemócrata Aécio Neves .
Hoy quedaron más atrás que nunca las protestas de junio : las de 2013 con sus reclamos de menos corrupción, menos inflación, más eficiencia y mejores servicios; las de 2014 con sus quejas por los gastos del Mundial y sus demandas antisistema.
Los brasileños votaron masivamente por la jefa del gobierno a la que cuestionan sin pausa desde hace más de un año y por el candidato del establishment económico, ambos representantes de la política tradicional y de los partidos con las estructuras más aceitadas de Brasil.
¿Acaso se olvidaron ellos de su espíritu de protesta y de su aspiración de renovación? No, para nada; de hecho, Ibope y Datafolha, las encuestadoras más serias, señalan que ese deseo sigue presente en una parte mayoritaria de los brasileños.
Pero si la voluntad de renovación y de un Estado más transparente y eficaz está aún ahí, muy por encima hay otra preocupación: la economía o, más precisamente, el bolsillo.
Brasil no está ni cerca de su mejor momento y dista mucho de ser el país pujante y envidiado que Dilma recibió de Luiz Inacio Lula da Silva, al asumir, en 2011.
La economía está en recesión técnica, la inflación es alta (al menos para los estándares brasileños) y ronda el 6,5%; las condiciones internacionales para los commodities locales no son las mejores; los mercados y los inversores extranjeros dudan sobre la capacidad del país de reactivarse; los brasileños están endeudados luego varios años de fuerte consumo.
Sin embargo, entre tantas malas noticias y turbulencias, Dilma y el Partido de los Trabajadores lograron mantener –y explotar durante la campaña– dos de sus pilares de gobierno: los planes sociales y un desempleo bajo, de apenas 5%.
Unos 40 millones de brasileños dejaron la pobreza en la última década gracias a los 19 programas sociales lanzados por el gobierno, que hoy benefician a 85 millones de personas.
Muchos de ellos no sólo le dijeron adiós a la pobreza sino que ingresaron a la clase media.
Ese nuevo grupo se debatió, en los últimos meses, entre Dilma, la presidenta que les dio la posibilidad de progresar, y Marina Silva , la candidata que era la imagen del cambio de todo aquello que funciona mal en Brasil: la corrupción, el nepotismo, los servicios públicos deficientes.
Pero a medida que avanzó la campaña, esa imagen de renovación se diluyó entre los errores propios de Marina y los ataques de Dilma. Y la nueva clase media volvió al lugar donde otras veces dejó su corazón y su voto: el PT.
Sí, a esa clase media le importan la recesión, la inflación y la corrupción. Pero todavía tiene un trabajo que le permite mantener la vida que tanto le costó alcanzar. Y quiere que eso siga así. Dilma se ocupó en las últimas semanas de capitalizar, pacientemente, sobre ese deseo.
Sin embargo, ese mensaje económico se topó hoy con un rival impensado hace apenas una semana. Mientras una Marina llena de contradicciones buscaba –sin mucho éxito– hacerle sombra a Dilma, Aécio se la hacía a ella, en silencio pero con fuerza.
El nieto de Tancredo Neves, el presidente que murió antes de asumir, en 1985, no es precisamente la cara del cambio. Pero sí es la imagen de una nueva política económica.
Aécio y su partido, el PSDB, del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, advirtieron, durante todos estos meses, que no se atreverían jamás a tocar la joya del PT, los programas sociales, en caso de llegar al Palacio del Planalto.
Pero prometieron, eso sí, poner en marcha una economía más eficiente y transparente; más moderna y menos atada a la intervención estatal.
Los porcentajes de voto de Aécio sorprendieron hoy a todos. Al propio PSDB, al oficialismo y ni hablar del Partido Socialista Brasileño (PSB), de Marina.
El ex gobernador de Minais Gerais empieza la campaña para el ballottage con un impulso lleno de entusiasmo y con un partido dispuesto a todo para volver al poder.
La presidenta llega también victoriosa. Pero si su mensaje económico fue el acertado para derrotar a la que era hasta hace una semana la rival a vencer, tal vez no sea suficiente para derrotar la envalentonada promesa de una economía más dinámica de Aécio.
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