Un triunfo vital para Luis Lacalle Pou, pero con un resultado que no deja de entusiasmar a la oposición
El mandatario uruguayo pudo salvar su ley de reformas, pero la izquierda recuperó su caudal de votos de cara a 2024
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MONTEVIDEO.- “Vamos a ganar por poco”, decía el presidente Luis Lacalle Pou hace un mes, cuando los dirigentes de su partido Nacional y los otros partidos socios de la coalición de gobierno soñaban con una victoria de 60% a 40%. El jefe de Estado tenía la mente fija en salvar su ley de reformas, más allá de porcentajes.
El “Sí” a la derogación que impulsaba la oposición llegó a 47,1%, mientras que el “No” que promovía el gobierno tuvo 48% y el voto en blanco 1,3%, con 3,6% de votos anulados (eso sin contar los “votos observados” que se abrirán en próximos días.
Pero luego de ver el resultado puntual, si una ley se salva o cae, los porcentajes también importan.
No era una elección típica de “medio término” pero cualquier concurrencia a las urnas con voto obligatorio, es una demostración sobre cómo están de sólidas o débiles las estructuras partidarias.
Uruguay tiene dos bloques políticos y cada uno mira cada acto político con proyección a 2024, cuando se renueve todo el Parlamento y se elija el nuevo presidente.
En un acto de cierre de jornada, habló Fernando Pereira, el nuevo presidente del Frente Amplio, que hasta noviembre fue el presidente de la central sindical PIT-CNT, y encontró una forma de reconocer la derrota: “Si teníamos cinco minutos más, ganábamos”.
El sistema político uruguayo fue bipartidista (colorados y blancos) hasta que la izquierda logró la unidad expresada en una coalición, Frente Amplio, que debutó en 1971 con 18% y siguió creciendo, hasta que en 1999 se convirtió en el lema político de mayor caudal electoral, aunque en esa elección perdió frente a la alianza de colorados y blancos con Jorge Batlle.
Cinco años después, en 2004, su crecimiento seguiría de tal manera que logró ganar el gobierno en primera vuelta y con mayoría parlamentaria, lo que se ratificó en 2009 y 2014.
Así se conformó una nueva escena binaria, con la coalición de izquierda por un lado, el Frente Amplio, y otra coalición de partidos fundacionales con aliados.
El Frente Amplio había llegado a 50,4% en 2004 pero luego fue bajando hasta perder en 2019 con 39%. Sin embargo, en la segunda vuelta de noviembre de ese año logró 47,4%.
Ahora la izquierda repite ese caudal electoral y en lugar de verlo como un estancamiento, lo siente como un piso para proyectarse hacia 2024 como favorito para ganar las presidenciales.
El entusiasmo de los partidos del oficialista estaba fundamentado en la alta aprobación de gestión que supera el 50% y el bajo nivel de rechazo al manejo de gobierno, que en ninguna encuesta llega a un tercio del electorado.
Por eso anoche las imágenes de estado de ánimo no se compadecían con la proyección de resultados: los que habían perdido festejaban con acto popular en la calle, y los que habían ganado reflejaban desconcierto.
No era solo una cuestión de expectativas, sino que más allá de la ley en debate, la mirada estaba en el 2024.
Anticipando un resultado adverso, el ex presidente “Pepe” Mujica venía diciendo que este referéndum no implicaba un cambio trascendente y que había que verlo en perspectiva de mediano y largo plazo: “No hay ningún cambio institucional de importancia y el mundo sigue igual al otro día, con el mismo Poder Ejecutivo, el mismo Parlamento, los mismos intendentes. No hay ningún cambio fundamental”.
El veterano político olfateaba que el gobierno iba a mantener su ley y buscaba evitar que la militancia, que juntó 800 mil firmas para impugnar el paquete de leyes, no terminara desmoralizada.
El sistema político se mantiene en dos bloques parejos, que para ganar deben conquistar al electorado independiente.
Ayer ganó el gobierno de Lacalle Pou, mientras que el Frente Amplio mira a Chile, Bolivia, Colombia y Brasil, y transmite la idea de que la izquierda está de vuelta.
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