Un respiro: el coronavirus aplaca a los movimientos globales de protesta
Las órdenes de confinamiento en gran parte del mundo pusieron en pausa las manifestaciones que estallaron el año pasado y generaron un alivio para muchos gobiernos
HONG KONG.- Los gases lacrimógenos ya no envuelven los rascacielos de Hong Kong, y los acampes de manifestantes en el centro de Beirut fueron desmantelados. En Nueva Delhi, los tenedores descartables y las frazadas raídas son lo único que queda de la sentada que antes bloqueaba la circulación por una de las principales arterias de la ciudad.
La pandemiadel nuevo coronavirus puso en pausa las manifestaciones antisistema que estallaron el año pasado en todo el mundo, con meses de marchas callejeras, concentraciones y disturbios sociales. Ahora, al igual que todo lo demás, las manifestaciones enfrentan la pregunta sin respuesta de qué pasará después.
La duración de la pandemia y la respuesta de gobiernos y activistas terminarán determinando si esta interrupción representa un recreo pasajero, una instancia de metamorfosis o un brusco final para algunas de las más masivas y generalizadas movilizaciones de la historia mundial reciente.
La complicación es evidente: hay millones de manifestantes encerrados en sus casas, confinados por la cuarentena y con miedo por su propia salud. El desafío diario de conseguir barbijo o hacer las compras eclipsa cualquier debate sobre hechos de corrupción o abuso de poder.
Con el propósito manifiesto de cuidar la salud de la población, casi todos los gobiernos del mundo prohibieron las concentraciones masivas, algo que también podría servirles para restringir las movilizaciones futuras. Algunos gobiernos también aprovecharon el brote para aferrarse al poder o meter presos a los opositores.
Pero el saldo económico de la pandemia, así como la crisis de confianza que desató contra algunos gobiernos, puede alimentar nuevas razones de indignación. Desde el estado de Washington hasta París, pasando por Perú, la gente desafió las medidas de restricción, que según dicen amenazan sus fuentes de trabajo, su techo y supervivencia diaria.
Los descontentos también encontraron nuevas formas de manifestarse. Los activistas chilenos proyectaron imágenes de multitudes sobre las calles vacías. En Hong Kong, el sindicato de trabajadores médicos, nacido de las manifestaciones prodemocráticas, inició una huelga para criticar la respuesta del gobierno ante el brote. Alrededor del mundo, la gente organiza debates online, cacerolazos desde los balcones y marchas que respetan el distanciamiento social.
"Es un recreo, en absoluto el final del movimiento", dice Issac Cheng, líder estudiantil de Demosisto, una importante agrupación prodemocrática de Hong Kong.
Los manifestantes de Hong Kong fueron de los primeros en sentir el paralizante efecto de la pandemia.
Allí, las manifestaciones arrancaron en junio pasado para oponerse a una ley que habilitaba las extradiciones de Hong Kong a China continental. Pero la protesta pronto escaló hasta convertirse en la más grande de la historia de la ciudad, con millones de ciudadanos en las calles para denunciar la brutalidad policíaca y la creciente injerencia del gobierno central de Pekín.
En enero, sin embargo, y a medida que llegaban las noticias del misterioso virus en China, muchos hongkoneses empezaron a evitar las aglomeraciones. En marzo se oficializó la parálisis de la ciudad, con la prohibición de reuniones públicas de más de cuatro personas. Desde entonces, la policía detuvo esporádicamente a algunos manifestantes.
Una mezcla de órdenes de arriba y temor en las bases paralizó las protestas en muchos lugares.
A medida que la conciencia sobre la gravedad del virus se difundía por Beirut, los manifestantes primero repartían barbijos entre consignas contra la corrupción y el sectarismo religioso. Pero en marzo, cuando el país impuso una cuarentena nacional, los manifestantes se dispersaron y la policía desmanteló los acampes donde dormían.
Represalias
Quienes intentan desafiar las restricciones enfrentan no solo las represalias del gobierno, sino también las de sus propios aliados. En la India, cuando los opositores a una ley que consideran antimusulmana informaron que seguirían manifestándose durante la cuarentena, hasta los ciudadanos que los apoyan los calificaron de inconscientes.
Las restricciones a las reuniones no se limitan a los países que vienen enfrentando movimientos de protesta masivos, dice Clément Voule, relator especial de las Naciones Unidas para la libertad de reunión y asociación.
"No tenemos noticia de un solo país donde actualmente haya plena vigencia de estos derechos", añade Voule.
Y a medida que las calles y las plazas se fueron vaciando, hay gobiernos que aprovecharon para reintroducir las medidas que habían desatado las protestas.
Ecuador se había sumido en la violencia en octubre pasado, cuando el presidente Lenín Moreno anunció la eliminación de un histórico subsidio a los combustibles. Por lo menos diez personas murieron en las protestas, y Moreno dio marcha atrás. Pero el lunes el Ministerio de Energía pidió nuevamente la derogación del subsidio.
El sábado, la policía de Hong Kong arrestó inesperadamente a 15 reconocidos activistas prodemocráticos, la mayor redada contra los líderes de la oposición de la que se tenga memoria. Las detenciones se producen tras varias semanas de mensajes inusualmente agresivos que llegan desde Pekín, donde el Partido Comunista de China quiere reafirmar su poder sobre Hong Kong, un territorio semiautónomo que tiene su propia Constitución.
Samia Khan, activista de la India, dice que ya se advierten fracturas en la amplia coalición que apoya las protestas en ese país. Hasta hace unos meses, cientos de miles de indios de todas las religiones se manifestaban en contra de una ley que discrimina flagrantemente a los musulmanes.
Pero durante el brote las tensiones entre musulmanes e indios aumentaron, fogoneadas por el gobierno del primer ministro Narendra Modi. Las autoridades culpan de la propagación del virus en el país a un brote que se produjo en una mezquita de Nueva Delhi, y algunos llegaron a sugerir que los musulmanes transmitieron intencionalmente la enfermedad. Pero las restricciones duras también entrañan riesgos para los gobiernos, como por ejemplo el de reavivar viejos rencores, o generar otros nuevos.
De hecho, ya hay miles de personas en todo el mundo que desafiaron las órdenes de restricción para protestar contra las medidas del gobierno ante la crisis.
Esta semana, en los barrios de inmigrantes de los suburbios de París estalló la violencia, y los vecinos denunciaron excesos y racismo por parte de la policía francesa. El lunes, cientos de peruanos intentaron abandonar Lima para volver a sus pueblos natales, en zonas rurales, y fueron gaseados por la policía.
Traducción de Jaime Arrambide
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