Un relato que pierde fuerza
Llegué a Caracas justo cuando los ómnibus del chavismo en interminables colas se acercaban al acto de cierre pensado como un desafío al acto de Henrique Capriles, que el domingo pasado había reunido un millón de personas en la ancha avenida Bolívar. El oficialismo decidió, en cambio, reunirse en siete avenidas, como demostración de potencia.
Lejos del ruido del acto, la gente esperaba pacientemente el subte. Le pregunté a la última mujer de la cola qué iba a pasar el domingo. "Hay un camino", me respondió, repitiendo el slogan del candidato opositor. Para mi sorpresa, otras siete mujeres dijeron lo mismo. La última me preguntó: "¿Cómo va su encuesta? Porque parece que por la cola el «flaquito» [como apodan a Capriles] gana por el 100 %. ¿Sabe por qué? Porque hemos vuelto a tener esperanza".
Entré al corazón del acto chavista, que, como suele decirse en la Argentina, logró construir un relato. Sin embargo, a pesar de la multitud, hace tiempo que comenzó a perder fuerza y a convertirse en una cierta asfixia, que en el acto oficial se respiraba. Estaban los convencidos y los que eran contados en planillas.
La sensación es de algo que se va, que tiene más pasado que futuro, y algo que viene, que tiene más futuro que pasado. Capriles no puso el énfasis en el antichavismo, lo puso en construir un camino. Las razones por las cuales vaticino su triunfo son: 1) La oposición se organizó con una estrategia clara; 2) El discurso, en vez de rechazar el presente, se focalizó en el futuro; y 3) La oposición le habló siempre a la gente y nunca al poder, por lo cual Chávez no tuvo contrincante para construir la lógica amigo- enemigo.
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