Un reino de terror a sólo una hora de auto de Kabul
Los talibanes dominan amplias áreas del país y se acercan cada vez más a la capital
CHARKALAH, Afganistán.- La explosión rasgó el piso de la Humvee, abriendo un agujero en el vehículo blindado y causando heridas al gobernador del distrito. A continuación, empezaron los disparos de las armas de los talibanes.
Para refugiarse, la caravana de la policía afgana aceleró hasta una construcción de adobe y descargó una ráfaga de balas. Sin dejarse amedrentar, los talibanes se acercaron. Mientras las balas le rozaban la cabeza y con un cigarrillo entre los labios, un soldado afgano de turbante blanco se acuclilló detrás de un parapeto de un metro de altura a intercambiar disparos con los insurgentes.
"Así es nuestra vida diaria -dijo el jefe de la policía del distrito de Tagab, un área controlada mayormente por los talibanes en la provincia de Kapisa, a una hora de Kabul-. Todo es así, pueden verlo con sus propios ojos."
En áreas como ésta, el que opera en las sombras es el gobierno, que sigue las órdenes de los talibanes para poder sobrevivir. Los soldados de Tagab no salen de su base más que una hora al día, a las 9, cuando los talibanes les permiten visitar el bazar, siempre y cuando no porten armas.
La situación en el sur de la provincia de Kapisa se ha convertido de a poco en uno de los mayores desafíos de la guerra para el nuevo gobierno del presidente Ashraf Ghani, en ausencia de tropas internacionales o de apoyo aéreo, los insurgentes han eclipsado la legitimidad de las fuerzas del gobierno, tanto aquí como en otras partes del país, un preocupante augurio para los años por venir.
Son esos lugares problemáticos como Kapisa, entre tantos otros, donde los insurgentes han enfrentado directamente a las fuerzas de seguridad, y los centros distritales los que dieron razones al lobby militar norteamericano para presionar a Obama a tomar un rol más enérgico en 2015, que no se limite al entrenamiento de tropas y el asesoramiento. La nueva medida autorizaría mayor apoyo aéreo norteamericano a las fuerzas afganas, tras un año récord en muertes a manos talibanas.
A medida que cosecharon victorias este año, los talibanes se volvieron notablemente más osados.
Actualmente, dice el jefe de policía de Kapisa, los insurgentes congregan números mayores que incluso hace seis meses. Ya controlan un tramo crucial de la ruta que conduce a Kabul, y algunos funcionarios locales creen que los militantes intentan enclavar una extensa franja de gobierno talibán que ocuparía las dos terceras partes inferiores de la provincia.
El sur de Kapisa siempre fue un territorio difícil. Francia pagó un precio muy alto para asegurar el área antes de retirarse anticipadamente, en 2012, dos años antes que el resto de las fuerzas de la OTAN, tras un ataque suicida en el que murieron cuatro soldados. Los franceses han perdido 88 soldados desde 2001, muchos de ellos en la volátil Kapisa.
Desde entonces, la batalla ha recrudecido, en parte debido a la falta de voluntad de las fuerzas afganas de ir detrás del enemigo. La policía y los militares se quedan plantados en sus puestos, y con eso ni siquiera logran mantener a raya la violencia.
La policía de la provincia, con la asistencia de Estados Unidos y de las fuerzas especiales afganas, intenta barrer del área a los insurgentes, pero los esfuerzos se han visto frustrados, y una de las principales razones es la sociedad con el ejército afgano.
Para el comandante militar norteamericano a cargo del este de Afganistán, el mayor general Stephen J. Townsed, Kapisa es un fuerte dolor de cabeza. La deslucida actuación del ejército afgano ha dejado aisladas a las fuerzas policiales y ha frustrado los intentos de echar a los insurgentes. En febrero, en un ataque interno de soldados afganos murieron dos miembros de las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos, y varios más resultaron heridos.
Tras la emboscada a las fuerzas especiales norteamericanas en Tagab en la que murió un soldado y varios otros recibieron heridas, Estados Unidos envió más tropas a la zona.
Los norteamericanos estaban en el centro distrital planeando un fuerte operativo cuando los talibanes comenzaron a lanzar artillería sobre la zona. Poco después el ataque continuó desde adentro. Dos soldados afganos dispararon contra una hilera de soldados de las fuerzas especiales presentes en el salón. El ataque terminó con la vida de dos soldados de fuerzas especiales, y cuatro más resultaron heridos antes de que los atacantes fueran derribados.
Las primeras sospechas hacían creer que los insurgentes habían infiltrado las filas afganas. Pero las entrevistas realizadas a soldados de las fuerzas especiales y a los comandantes de esta zona sugieren que existen facciones dentro del ejército afgano de Tagab que desde hace tiempo trabajan con los insurgentes. En al menos una ocasión, los norteamericanos creyeron que el ejército afgano estaba disparando sobre su posición durante una operación.
Tras el ataque de febrero, las fuerzas especiales norteamericanas dejaron de llevar adelante operaciones conjuntas con las unidades principales del ejército afgano en el sur de Kapisa. En cambio, se abocaron a trabajar con la policía.
Los norteamericanos que han operado en el área dicen que los talibanes son una fuerza disciplinada que ha logrado moverse libremente. Ejecutan sus órdenes al pie de la letra y organizan emboscadas con absoluta precisión. Y los insurgentes tienen una estructura de seguridad en diversas capas, que ha frustrado los intentos por desalojarlos de las serpenteantes rutas de los valles de Kapisa.
Fue en uno de esos valles donde lanzaron el ataque contra el gobernador del distrito de Tagab.
Tras más de una hora, el tiroteo pasó de balacera a intercambios periódicos. Un oficial de policía les dijo a los vecinos que podían volver a sus casas, pero nadie se atrevía a moverse. Finalmente, un oficial se ofreció a acompañar a los civiles.
"¿Cómo quiere que me vaya si a ustedes también les tengo miedo?", respondió Gafar.
Traducción de Jaime Arrambide
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