Un reino con muchos enemigos
Por Narciso Binayán Carmona
El 15 de shabán de 256 (era musulmana), 18 de julio de 870 (era cristiana) nació en Samara un niño llamado Mohammed, quien sería el duodécimo y último de los Imames reconocidos por los chiitas como cabeza de la comunidad musulmana.
Heredó la dignidad de Imam a los cuatro años y de inmediato desapareció, comenzando la "ocultación corta" (874-941) y luego de otros 22 años desapareció otra vez (la "ocultación larga", desde 963 hasta ahora).
"Está vivo de modo que nadie pueda reconocerlo... Cuando Dios lo ordene aparecerá y predicará... Hasta que no quede más que la religión del islam y así reinarán la justicia y la equidad". Es conocido por su título: el Mahdi. Innumerables han sido los "falsos mahdis" a lo largo de la historia, pero el que interesa aquí es el más moderno: Mohammed ibn Abdallah al-Qahtani, que se proclamó tal por el micrófono de la Gran Mezquita de La Meca, el lugar más sagrado del islam.
El movimiento no pasó de esa área y la influencia de su jefe real, Juhayman al Utaibi, no tuvo mayor eco práctico. El consejo de ulemas (teólogos) autorizó desalojar a los revolucionarios por la fuerza ante el pedido del rey saudita Khalid (1975-1982), desafiado nada menos que en la Ciudad Santa.
Pero si no tuvo mayor efecto práctico -todos los ocupantes fueron ejecutados- el eco espiritual fue grande: gran fermento popular, atentados con bombas en todas las ciudades importantes y fracaso del ejército en controlar la situación.
Nunca se probó la afirmación periodística de que tropas francesas (es decir, "infieles") fueron las que desalojaron la Gran Mezquita. Lo negaron París y Riad. En todo caso el movimiento se disolvió.
Por otra parte no pasó inadvertido: había tomado por sorpresa al gobierno y se supo -después- que los revolucionarios tenían fuertes apoyos en la Guardia Nacional y en la región. Su objetivo era derrocar al gobierno y proclamar una "república islámica".
Ben Laden, en escena
No fue el único caso espectacular de oposición. A raíz de la resistencia religiosa a la televisión (los ulemas sostenían que mostrar el cuerpo es inmoral), el rey autorizó la instalación de estaciones en Jeddah y en Riad (1963). Dos años después hubo violentos motines y se llegó a hablar de "golpe de Estado abortado".
En la represión hubo muertos, incluyendo un príncipe, Khaled, sobrino carnal del rey Feisal y enemigo frontal de la televisión. Acaso no por casualidad fue un hermano suyo, Feisal, quien asesinó doce años más tarde al monarca.
En aquellos años el joven Osama ben Laden fue leal a la familia real. Debe recordarse que es sunnita y el concepto de Mahdi le es ajeno. No participó en ninguno de los partidos clandestinos: Frente Arabe de Liberación; Voz de los Partidarios de la Vanguardia (baasista como Irak y Siria); Hermanos Musulmanes; Comunistas; Organización de la Revolución Islámica. Se suma la lucha de facciones dentro de la familia real.
Cuando la invasión de Irak a Kuwait, Ben Laden ofreció su ayuda técnica y financiera para un eventual ataque a su país. Acababa de regresar de diez años de lucha contra los rusos en Afganistán y ofreció también facilitar efectivos entrenados en la guerra para su defensa.
Planteó sus propuestas a los príncipe Sultán, ministro de Defensa, y Turki (titular de Inteligencia), pero fue categóricamente contrario a que entraran tropas norteamericanas. Era popularísimo y su entusiasmo, ya contrario frontalmente a los Saud, resultaba molesto. No se lo escuchó y se lo amenazó con arruinar el imperio comercial de su familia. Finalmente se le permitió irse y en 1994 se le retiró la ciudadanía. Quedó, entre otras muchas dudas, por qué no se lo detuvo cuando estaba en su país. Dadas las diferencias, inclusive religiosas, dentro de la dinastía reinante no puede descartarse que hayan jugado en favor suyo simpatías de muy alto nivel.
Varios atentados en Arabia Saudita motivaron acusaciones en su contra pero la respuesta oficial fue: "El señor Ben Laden no ha cometido ningún delito en Arabia Saudita. El reino jamás ha solicitado su detención" (1997).
Ben Laden, sin embargo, sostuvo que la dinastía había perdido legitimidad, que los Estados Unidos ocupan el país, además de "su apoyo a los judíos en Palestina" y llegó a afirmar: "Hoy los sauditas saben que su verdadero enemigo es Estados Unidos".
Ahora que Ben Laden puede morir o ser capturado en cualquier momento vale la pena recordar un comentario privado difundido hace pocas semanas: "Es tiempo de enfrentar la verdad. La guerra fue declarada por Ben Laden, pero hay miles de Ben Laden".
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