Un punto del acuerdo con Turquía por la OTAN enciende las alarmas en Suecia: “Daña nuestra reputación”
El pacto firmado en Madrid despertó cuestionamientos entre la izquierda sueca y la comunidad kurda por el temor a la extradición masiva de opositores de Erdogan bajo la falsa acusación de “terrorismo”
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ESTOCOLMO.– El gobierno socialdemócrata sueco celebró como una gran victoria el acuerdo con Turquía en la cumbre de Madrid que permitió levantar su veto a la entrada en la OTAN de ese país y de Finlandia. Sin embargo, el pacto ha suscitado fuertes críticas en la prensa sueca, así como entre los partidos de izquierda y en el seno de la numerosa comunidad kurda, pues existe el temor de que lleve a la extradición de decenas de opositores al presidente turco, Recep Tayip Erdogan, bajo una falsa acusación de “terrorismo”. La integración en la Alianza Atlántica representa un giro de 180 grados en la política exterior del país, ya que pone fin a una tradición de más de 200 años de neutralidad.
“El acuerdo con Turquía es horrible. Significará que se exporten armas de nuevo a Turquía, y daña la reputación de Suecia como país comprometido con los derechos humanos y de la minoría kurda”, comenta Hakkan Svenneling, portavoz del Partido de la Izquierda, miembro de la coalición que apoya el Gobierno socialdemócrata sueco. Tanto Suecia como Finlandia aplican un embargo a la venta de armas a Ankara desde su intervención militar en el norte de Siria en 2019.
“Creemos que se debería celebrar un referéndum sobre la entrada a la OTAN. Antes del acuerdo, un 60% de los suecos eran favorables a la integración, pero ahora esa cifra puede haber caído. Ha habido una reacción en la sociedad sueca en contra del acuerdo más fuerte de lo que esperaba”, añade Svenneling. El apoyo a la Alianza Atlántica se multiplicó en el país después de la invasión rusa de Ucrania, cuando se extendió la sensación de inseguridad entre la ciudadanía.
El país se encuentra ya en plena precampaña electoral antes de los comicios generales del próximo 11 de septiembre, por lo que el pacto con Erdogan no provocará una crisis de gobierno. Ahora bien, sí podría ser uno de los puntos centrales en la negociación para la formación del nuevo gobierno.
El punto más polémico del acuerdo
El pasado martes, los embajadores de los 30 países miembros de la OTAN firmaron los protocolos de adhesión de los dos países nórdicos en Bruselas, abriendo un proceso que se culminará cuando todos los parlamentos hayan ratificado el acuerdo. Erdogan ya ha advertido que Turquía podría obstaculizar el proceso si Estocolmo y Helsinki no cumplen sus compromisos. Y no está nada claro que la interpretación de los acuerdos sea la misma en las tres capitales.
Según el gobierno turco, obtuvo garantías de que se dará curso a todas las peticiones de extradición que efectúe. En su primera comparecencia pública tras la cumbre de Madrid, la primera ministra sueca, la socialdemócrata Magdalena Andersson, no desmintió la versión turca, lo que agravó la ansiedad de quienes huyeron de Turquía a Suecia buscando refugio. “He sido ministra durante ocho años y nunca he hablado sobre lo que se dice en la sala de negociaciones”, se limitó a comentar.
“Las exigencias de Erdogan han situado a la comunidad kurda en una situación capciosa al vincular la seguridad de Suecia a sus derechos. Mucha gente nos llama preocupada. Me preguntan: ‘¿Me pueden deportar ahora?’ ‘¿Cómo afecta a mi situación este acuerdo?’”, comenta Vefa Bedlisi, responsable del Centro Cultural Kurdo en Estocolmo. Y es que, entre los puntos del controvertido pacto, figura una gestión “ágil y completa” de las peticiones de extradición de las autoridades turcas.
“Estoy muy triste. Yo había elegido venir a Suecia porque creía que era el país más democrático del mundo y que las leyes estaban por encima de la política”, explica Rukken Yetikaim, solicitante de asilo que llegó a Suecia hace cuatro años. Antes, ella era alcaldesa de Yuksekova, una ciudad de cerca de 70.000 habitantes ubicada en la región de mayoría kurda en el sudeste de Turquía. Condenada a 19 y 36 años de cárcel en dos juicios distintos por su militancia política en el partido pro-kurdo HDP, se enfrenta a una posible petición de extradición a Turquía.
Se calcula que el número de kurdos residentes en este país escandinavo supera de largo los 100.000, más del 1% de la población. Aunque la mayoría procede de Turquía, la última ola llegó de Siria y también podría verse afectada. Erdogan considera que el Partido de la Unidad Democrática (PYD), el partido que gestiona la entidad autónoma de mayoría kurda del norte de Siria, forma parte del PKK.
“El acuerdo parece que incluye el fin del apoyo político y humanitario que Suecia ha aportado a la región de Rojava. Es muy injusto porque nosotros somos los que hemos vertido más sangre para derrotar a Estado Islámico”, razona Shiar Aly, representante de este gobierno autónomo en Suecia. “La comunidad kurda aquí ha sido neutral respecto a la entrada a la OTAN. Respetamos la decisión de los suecos, pero no a este precio”, añade.
Además de militantes kurdos, también se encuentran en el punto de mira de Erdogan otros refugiados turcos, como el periodista Levent Kenez, el defensor de derechos humanos Ragip Zarokolu, o los miembros del movimiento religioso liderado por el clérigo Fetullah Güllen, a quien el presidente culpa del golpe de Estado frustrado que sufrió en el 2015. “Erdogan describe a toda la oposición como terroristas. Yo soy un periodista, y eso no es un crimen”, remacha Kenez, cuya extradición fue bloqueada el año pasado por la Corte Suprema.
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