Un presidente que le habla mucho al mundo y poco a los franceses
PARÍS.-Siete meses después de su elección como presidente de Francia, Emmanuel Macron se plantó como una figura de peso en el escenario internacional. Pero en su país algunos lo consideran tímido en lo que se refiere al tema más espinoso de una de las sociedades más diversas de Europa: la identidad nacional. El joven presidente aparece en casi todas las discusiones geopolíticas importantes emitiendo declaraciones y haciendo sonar la alarma sobre diversos temas. Vecino de una Alemania empantanada en divisiones internas y de una Gran Bretaña distraída con el Brexit, quizá Macron sea la figura pública más persuasiva de Europa. Y en esta época de repliegue estadounidense, algunos argumentan que el ex banquero de inversiones francés hasta podría volverse el líder de facto del mundo libre.
En cualquier caso, es un juego al que le encanta jugar. Ayer, Macron fue el anfitrión de una cumbre climática en París, con la cual reafirmará los compromisos globales del Acuerdo de París de 2015, que el presidente Donald Trump decidió abandonar hace unos meses. La cumbre es la última de las intervenciones globales de Macron, que el domingo pasado recibió al premier israelí, Benjamin Netanyahu, con quien habló sobre la decisión de Trump de mudar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.
Pero la imagen del joven líder en Francia no está a la altura de su perfil internacional. Si bien los franceses están orgullosos de tener un líder respetado a nivel mundial, muchos tienen sentimientos encontrados sobre un personaje a veces considerado demasiado moderado en lo que se refiere a problemas culturales que causan estragos en su país. La identidad, en general, y el islam, en particular, siguen siendo temas cruciales en Francia, pero respecto de ambas cuestiones Macron se ha mantenido en silencio.
"La gente se pregunta cuándo va a hablar", dice François Heisbourg, un analista político basado en París ex consejero presidencial en cuestiones de seguridad nacional de Nicolas Sarkozy y François Hollande. "No podrá quedarse callado para siempre. Ese tema ha generado una de las divisiones más profundas en el debate público que he visto en mucho tiempo, y es espantoso".
Las elecciones presidenciales francesas de este año, que podría decirse fueron las más disputadas en décadas, enfrentaron a Macron con Marine Le Pen, líder del partido xenófobo de extrema derecha Frente Nacional, cuyos encendidos discursos solían denigrar a los inmigrantes y a una "globalización islamista" que, desde su punto de vista, "amenaza con poner a Francia de rodillas". Macron logró una victoria aplastante contra Le Pen, pero su victoria no le puso un punto final a ese debate que su candidatura había fomentado.
En los últimos tiempos, la atención de Francia fue absorbida por el escándalo de Tariq Ramadan, que comenzó con denuncias de violación contra uno de los musulmanes más eminentes de la vida pública francesa. Pero casi inmediatamente, de una discusión colectiva sobre abuso sexual el debate se transformó en una lucha sobre el lugar que debe ocupar el islam en una república laica a ultranza. Citando fuentes del Palacio del Elíseo, el diario Le Monde aseguró que Macron estaba considerando referirse la semana pasada a los ideales laicos de Francia, pero que finalmente cambió de opinión y decidió hacerlo recién a comienzos del año próximo.
Inteligencia
Para algunos analistas, el hecho de que Macron evite el debate es una prueba de lo que califican como inteligencia política, un medio de evitar una discusión que de otra manera podría dividir innecesariamente al electorado. Tras su elección, Macron evitó mayormente referirse a esos temas sociales explosivos, reunió una inusual coalición de gobierno centrista y se puso a trabajar inmediatamente para modernizar la estancada economía francesa. Con un grupo de colaboradores novatos y de diversos orígenes profesionales, la tecnocracia parece ser la idea de fondo que define el estilo de gobierno del nuevo presidente.
En junio, en una conferencia de emprendedores en París, Macron dijo: "Quiero que Francia sea una nación de emprendedores, una nación que piense y se mueva como una startup". La visión tecnocrática de Macron dio sus frutos. Contra todos los pronósticos, al inicio de su presidencia logró dominar a los poderosos sindicatos franceses y obtuvo autorización del Parlamento para implementar una monumental reforma de mercado, tal vez la más profunda en muchas generaciones. Del mismo modo, y luego de una histórica caída en picada durante el verano boreal, sus índices de aprobación comenzaron a aumentar y esta semana alcanzaron el 50 por ciento, según cifras del Ifop, una agencia líder de sondeos.
Pero para los críticos de la derecha y de la izquierda, la "nación startup" que Macron imagina todavía es tan sólo un país plagado de divisiones culturales y sociales de larga data que no pueden ser cuantificadas, externalizadas ni ignoradas.
Traducción de Jaime Arrambide
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