Un presidente en apuros que habló más con sus silencios que con sus palabras
MADRID.- En el día más difícil de su presidencia, Mariano Rajoy habló más con sus silencios que con sus palabras, que no fueron pocas.
Irrumpió en la interpelación legislativa con un discurso directo, centrado en el escándalo de corrupción que lo involucra. Se atrevió a repetir 16 veces el nombre que durante meses se resistió a pronunciar: Luis Bárcenas. Y en un giro drástico admitió el "error" de haber confiado en el ex tesorero del Partido Popular (PP) que hoy pasa sus días en la cárcel, acusado de evasión y lavado de dinero.
Pero en su muy elaborada alocución eludió referirse a las evidencias más incómodas que se conocieron a partir de que Bárcenas decidió confesar la supuesta financiación ilegal del PP y puso en serio peligro al gobierno.
A la cabeza de las omisiones resaltan los SMS que el presidente cruzó con su ex colaborador hasta principios de este año. "Luis, sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo." Esas ocho palabras que Rajoy le escribió a Bárcenas el 18 de enero lo persiguen como un karma.
Ayer afirmó: "Creí en su inocencia hasta que llegaron de Suiza los datos sobre sus cuentas no declaradas". Sin embargo, el mensajito lo envió dos días después de que todos los medios de España publicaron la información sobre los millones ocultos de Bárcenas.
Tampoco hizo menciones imprecisas de los papeles que reflejan la contabilidad paralela del PP, en los que el ex tesorero anotaba donaciones en negro y presuntos pagos de sobresueldos a los líderes del partido, entre ellos a Rajoy.
Caminó de puntillas, consciente de que todo lo que dijera podría ser usado en su contra si Bárcenas volviera a sorprender con más revelaciones escabrosas. Reconoció que en el PP se pagaban "remuneraciones complementarias en función del cargo". Y no se mostró tan enfático como otras veces a la hora de negar que él hubiera cobrado esos sobres. Se limitó a proclamar su honradez y a decir que siempre declaró sus ingresos al fisco.
Resultaron originales por momentos los giros preventivos que empleó para defenderse. Por ejemplo: "No tengo constancia de haber hecho nada reñido con la ética".
Sus rivales lo bombardearon: cómo pudo una persona robar millones de euros sin que él, jefe del partido, lo supiera; por qué el PP defendió a Bárcenas hasta que éste decidió declarar en contra del gobierno; por qué le siguieron pagando un sueldo de 21.000 euros durante los tres años siguientes a su renuncia al cargo por las sospechas de corrupción.
Blindado por su mayoría absoluta, Rajoy dio respuestas políticas. Con una fiereza poco habitual en él, acusó a los opositores de ser "cómplices" de un delincuente y de montarse en una operación destituyente que pone en riesgo la economía y advirtió que no renunciará.
Rajoy no había podido resistir la presión de la opinión pública ni las críticas internacionales por su silencio ante el escándalo. Al irse del recinto, sintió el alivio de quien se saca un peso de encima.
"Sorteó un match point", se sinceraba un hombre del oficialismo al terminar la interpelación.
A Rajoy lo esperan delicadas batallas económicas y políticas cuando pasen las vacaciones de agosto. Llegará con el crédito menguado. La oposición no parará de pedirle la renuncia. Y Bárcenas sigue en la cárcel, con ansias de agigantar su venganza.
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