Un presidente atado a su libreto, más allá de cualquier derrota
No hay certezas de la renovación en el staff de Barack Obama tras estas elecciones legislativas, que resultaron en una aleccionadora pérdida para el Partido Demócrata y que podrían aumentar las presiones para que relance su presidencia.
Pero actuales y ex colaboradores de la Casa Blanca dicen que es probable que Obama resista los pedidos de hacer una purga de la Casa Blanca para encarar los dos últimos años de su gestión, a diferencia de los cambios radicales impulsados de inmediato por muchos de sus predecesores ante derrotas similares.
Hasta un recambio en cámara lenta de su gabinete podría sumar nuevos talentos a un círculo íntimo que ha sido criticado por su aislacionismo. Pero queda por verse si con sangre nueva alcanza para ayudar a un presidente debilitado a superar la parálisis de Washington y a impulsar proyectos que den brillo a su legado.
El presidente, conocido por su cauta personalidad como "Obama no hay drama", tal vez se muestre reacio a dar un giro de fondo durante la última cuarta parte de su doble mandato.
"Por supuesto que habrá un cambio ahí y un cambio allá", entre quienes están en sus cargos desde hace mucho, dijo Jay Carney, ex vocero de Obama. "Pero ése simplemente no es su estilo? Yo no esperaría grandes cambios", agregó.
Seguidores y detractores dicen que los recientes traspiés en el manejo de la crisis del ébola y la vacilante estrategia contra Estado Islámico subrayan la necesidad de cirugía mayor en la "burbuja" de la Casa Blanca.
"Debería pensar en reflotar el enfoque de los «equipos rivales»", dijo Jane Herman, un congresista por California que suele asesorar a la Casa Blanca. "Lo útil sería contar con personas de opiniones diferentes a la hora de decidir."
Sin embargo, con su famosa lealtad hacia quienes le han sido leales, siempre demostró aversión a desprenderse de sus viejos colaboradores. Pero hay otro escenario, aunque menos probable. Con el síndrome del pato rengo en ciernes y los índices de aprobación languideciendo por debajo del 40%, Obama tal vez considere que tiene poco que perder si hace cambios de fondo. Según un ex funcionario de la Casa Blanca, eso podría enviar un claro mensaje de que está dispuesto a volver a empezar.
El jefe de gabinete, Denis McDonough, ya les preguntó a los funcionarios de más tiempo si piensan permanecer junto a Obama durante sus dos últimos años de mandato. Confidente de larga data de Obama, la continuidad del propio McDonough es objeto de múltiples especulaciones. Su salida implicaría que Obama piensa hacer más que un maquillaje de su gestión.
Se especula que Ron Klain, designado "zar" contra el ébola, está en línea para suceder a McDonough. Pero la elección de Klain no implicaría un verdadero cambio de la preferencia del presidente por ascender a gente de su entorno y su confianza.
Lo que algunos allegados a Obama esperan ahora es una especie de éxodo gradual, mayormente por arrepentimiento, que podría durar meses, pero que evitaría echar la culpa explícitamente a nadie.
Un interrogante de mayor alcance es si Obama tratará de reinventarse a sí mismo. Bill Clinton respondió a la derrota en las elecciones de 1994 no sólo pasando el rastrillo a su gabinete, sino convirtiéndose en un maestro de la "triangulación", aceptando concesiones legislativas. En su segundo mandato, lideró una guerra en Kosovo y profundizó los lazos con China.
Pero a diferencia de Clinton, el más distante Obama mostró poco interés por un acercamiento directo con los legisladores, incluso con los de su partido. En un libro recientemente publicado, el ex secretario de Defensa de Obama Leon Panetta criticó al presidente por su "frustrante reticencia a confrontar con sus oponentes".
En Washington, la experiencia indica que los resultados de medio mandato redoblarán las presiones sobre Obama para que cambie su estilo y así poder cumplir con su agenda. Pero Tommy Vietor, ex vocero del Consejo de Seguridad Nacional y colaborador de Obama, dijo que no cree que el presidente adopte el estilo "de los políticos que se dan palmadas en el hombro y cierran acuerdos mientras se toman un whisky".
Vietor señaló que si bien Obama tal vez busque la manera de trabajar con los republicanos, seguirá desconfiando de los que bloquearon sistemáticamente sus iniciativas por el simple hecho "de no querer concederle una victoria".
Dennis Ross, ex asesor de Obama sobre Medio Oriente, opina distinto. Ross dice que Obama no tendrá más remedio que acercarse a los legisladores si su gobierno negocia un acuerdo nuclear histórico con Irán y necesita del Congreso para el levantamiento de las sanciones contra ese país.
Y si los republicanos quieren demostrar que pueden hacer cosas desde el Congreso, Obama tal vez encuentre también un terreno en común en el Acuerdo Comercial Transpacífico y del financiamiento del combate contra Estado Islámico. Pero en cuestiones como la inmigración y el cambio climático, lo más probable es que deba ejercer su poder como jefe del Ejecutivo.
Traducción de Jaime Arrambide
Matt Spetalnick y R. Hampton
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