Un país que no logra desterrar la carga de odios
WASHINGTON.- La masacre a tiros de una pastora negra y sus feligreses en una iglesia de Carolina del Sur pone nuevamente a Barack Obama frente a una situación de agitación racial en un país que, a pesar de todos sus avances, no ha logrado desembarazarse por completo de su carga de odios.
Después de una serie de casos de gatillo fácil policial, de protestas y de disturbios, esta última explosión de violencia es reflejo de un país al límite, y de un presidente que no logra unir al pueblo norteamericano. Cualquier esperanza de lo que sus seguidores alguna vez llamaron "una era posracial" ahora parece una fantasía, y el segundo mandato de Obama parece girar cada vez más en torno a "la parte más oscura de nuestra historia", en palabras del propio presidente.
Siguiendo un patrón ya dolorosamente conocido, Obama entró ayer en el salón de anuncios de la Casa Blanca para enviar un mensaje de condolencias y de duelo y convocar a los norteamericanos a estar unidos frente a la tragedia. Esta vez, sin embargo, ese ritual fue aún más doloroso, porque Obama conocía personalmente a la reverenda Clementa C. Pinckney, la pastora asesinada de la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, de Charleston, Carolina del Sur.
"No es la primera vez que las iglesias de negros son atacadas, y sabemos que el odio interracial e interreligioso plantea una amenaza muy especial para nuestra democracia y nuestros ideales", dijo Obama. "La buena noticia es que el desborde de unidad, de fortaleza, de solidaridad y de amor que atraviesa hoy a todas las razas, las religiones y los lugares de oración de Charleston son un buen indicador de que esos viejos vestigios de odio pueden ser superados."
Si bien hace siete años su elección como presidente pareció ser el amanecer de una nueva era en las relaciones interraciales, los luctuosos hechos de los últimos años parecen burlarse de esa esperanza.
El asesinato con contenido racial de Trayvon Martin, los fatales cruces con la policía en lugares como Ferguson, Staten Island y North Charleston, y los levantamientos de Baltimore, han servido al menos para poner nuevamente en la agenda pública esos temas pendientes que tiene el país. Obama se ocupó de esos temas desde una perspectiva personal que ninguno de sus predecesores en la Casa Blanca jamás tuvo. Y, sin embargo, las soluciones parecen también eludirlo.
"Mi conclusión de lo ocurrido es que el problema sigue existiendo y que a pesar de los profundos cambios, el odio también sigue siendo profundo", dijo Lonnie Bunch, directora del Museo Nacional de Historia y Cultura Afronorteamericana, que abrirá el año próximo en Washington.
Obama dedicó buena parte de los últimos dos años a ocuparse más a fondo en el tema racial que durante su primer mandato, tanto debido a la gravedad de los hechos ocurridos como a una serie de aniversarios de momentos emblemáticos del movimiento por los derechos civiles.
Es muy probable que la cuestión racial y la violencia sigan al tope de la agenda durante el resto del mandato de Obama, así como durante la campaña para sucederlo. Varios de los aspirantes a la presidencia ya se enfrentaron por el tema de la persistente división que aqueja al país, y ante estos últimos hechos de violencia manifestaron su dolor e indignación.
El ex gobernador de Florida Jeb Bush, principal precandidato republicano, canceló su acto de campaña prevista en Carolina del Sur, y emitió un comunicado de condolencia y plegarias por las víctimas. La ex secretaria de Estado Hillary Clinton, principal precandidata de los demócratas, dijo más o menos lo mismo vía Twitter.
Obama puso el incidente en el contexto de la reciente historia de violencia contra los afronorteamericanos. "El templo Emanuel y su congregación ya se levantaron antes de entre las desgracias, para llevar esperanza a varias generaciones de habitantes de Charleston", dijo. "Y con nuestras plegarias y nuestra inquebrantable esperanza, volverá a erguirse como un lugar de paz."
Traducción de Jaime Arrambide
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