Un Obama renovado exige a los republicanos más impuestos
El presidente dijo que está abierto a trabajar con la oposición para evitar el amenazante desastre fiscal antes de fin de año; pero insistió en que un incremento tributario para los más ricos es imprescindible
WASHINGTON.- El prólogo del segundo mandato de Barack Obama comienza con dos novedades.
La primera: el presidente se emociona y llora. La segunda: que no por eso es menos firme y, apenas tres días después de su triunfo electoral, tensó las riendas y cargó a los republicanos con "la responsabilidad del fracaso" si no se avienen a un acuerdo presupuestario destinado a evitar "una generalizada subida de impuestos" para todos los norteamericanos a partir del año próximo.
El mensaje parece haber calado, al menos, por ahora. De modo que, en los próximos días, demócratas y republicanos retomarán tratativas en el Congreso para llegar a un difícil acuerdo fiscal antes del 31 de diciembre, que impida que la mayor economía planetaria caiga en el "precipicio fiscal".
"No podemos poner en riesgo nuestra prosperidad", subrayó ayer el mandatario, en su primer acto en la Casa Blanca después de haber derrotado al candidato republicano Mitt Romney en las elecciones del martes.
La cuestión es la de siempre: el difícil equilibrio presupuestario en un país cuya deuda equivale ya a dos tercios del total de su economía y sigue en aumento. "Esta economía gasta mucho más de lo que produce. Pero lo hace tan groseramente que es difícil que eso pueda resistir mucho tiempo más", previno Ron Hoskins, ex consejero de la Casa Blanca y actual experto de la Brookings Institution, en esta ciudad.
La cuestión ha estado en danza desde que Obama llegó a la Casa Blanca, en 2009, en medio de la crisis que heredó del ex presidente George W. Bush. Ahora, revalidado por las urnas, pero con el poder acotado en el Congreso, necesita del beneplácito de sus adversarios para llegar a un acuerdo.
"La campaña ha terminado, las elecciones ya dieron un ganador. Los norteamericanos votaron para que encontráramos soluciones. No para caer en la política de siempre", subrayó ayer un renovado presidente Obama, al sentar por primera vez el tono político desde el martes.
Pero, si antes ya estaba en crisis de identidad, ahora, tras la derrota, el Partido Republicano agudizó su "proceso de reflexión". De modo que, en ese panorama, el destinatario natural del mensaje presidencial fue uno de sus pocos jefes claros: el titular de la Cámara de Representantes, John Boehner.
"Estamos listos para el compromiso", fue lo primero que dijo. "Pero es el presidente el que tiene que mostrar liderazgo", añadió.
Con eso comenzó el juego negociador que, sin embargo, no puede demorarse mucho. En la próxima semana, legisladores de ambos partidos mantendrán una reunión formal de cara a lograr un acuerdo in extremis antes de fin de año.
Las diferencias son las de siempre. Obama quiere subir los impuestos a los "más ricos"; característica que atribuye a quienes ganan más de 250.000 dólares al año.
Los republicanos rechazan cualquier suba y, por el contrario, piden que se extremen los recortes del gasto. "El Estado ya está metido en demasiadas cosas. Hay que recortarlo", fue, hasta ahora, su argumento.
Necesariamente, tendrán que llegar a un acuerdo antes del 31 de diciembre. Si no lo hacen, a partir del 2° de enero, caerán automáticamente una serie de resortes presupuestarios que llevarán a una suba generalizada de impuestos y recorte de gastos públicos. "Es como una bomba de tiempo", dicen los voceros demócratas.
Los más optimistas hablan de un acuerdo en dos tiempos. El primero, de emergencia, para desactivar el mecanismo automático de ajuste fiscal antes de que llegue Navidad. Luego, un segundo, de más aliento, para encontrar una solución al berenjenal de gasto y cargas fiscales en que está sumido el país.
Es la historia de siempre de estos últimos años, pero que encuentra a Obama con una posición de firmeza. "Estoy comprometido a resolver nuestro desafío fiscal, pero me niego a aceptar una propuesta que no sea equilibrada. No me han votado para castigar a la clase media", dijo.
Paradójicamente, eso se supo el mismo día en que, por otra cuerda, trascendieron imágenes suyas en las que se lo ve, quebrado por la emoción, agradeciendo a sus colaboradores de campaña. Las palabras del excelente orador se perdieron en el camino, atravesadas por un sollozo.
El líder que se proyecta como impasible tiene, después de todo, sus ratos de corazón caliente.
Del editor: que significa.
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