¿Un nuevo motín del Bounty?
Descendientes de la famosa tripulación critican la política británica hacia ellos
Christchurch, Nueva Zelanda (EFE).- Los descendientes de la tripulación del barco inglés Bounty, que se amotinó en 1789 contra su capitán, amenazan con una nueva sublevación contra la corona en la isla de Pitcairn, en el Pacífico Sur.
Libros y películas han narrado la historia del Bounty, como el conocido largometraje que protagonizaron Mel Gibson en el papel de Fletcher Christian y Anthony Hopkins como el detestable capitán William Bligh.
El trato inhumano que impartía Bligh a sus hombres llevó, en 1789, a que el teniente Christian encabezase un motín contra el representante de la corona.
Christian y sus rebeldes, una vez desembarazados de la tiranía del capitán Bligh, se establecieron en una isla perdida en el Pacífico Sur, Pitcairn, entre las islas de Pascua y Tahití.
Los descendientes de estos hombres y las mujeres nativas son los que hoy, como ocurrió antaño, se sienten incómodos con el trato que reciben de Gran Bretaña.
Pitcairn es una isla de apenas 4,5 kilómetros cuadrados, parte del Imperio Británico desde 1887, y su gobernador es el Alto Comisionado de Gran Bretaña en Nueva Zelanda, cargo que actualmente ocupa Martin Williams, quien desde Wellington, a 5000 kilómetros, se ocupa de aquellos súbditos a los que visita periódicamente.
Tom Christian, de 63 años, desciende en línea directa del legendario amotinado y en estos días acusa a la administración británica de no ocuparse demasiado del presente de los isleños y en absoluto de su futuro.
"Nuestra historia será plena y romántica _comienza Christian en un inglés propio del siglo XVII_, pero lo que realmente nos preocupa es el futuro. Probablemente, si se mira bien, no tengamos ninguno."
Medidas desesperadas
Los isleños se sienten olvidados por Londres y presumen que viven una actualización de la vieja leyenda de "Pitcairn, la isla olvidada".
Christian, el descendiente, predice que pueden llegar a necesitarse "medidas desesperadas" para solucionar la creciente inestabilidad en la isla.
"Muchos empiezan a afirmar que si los británicos no nos quieren, acaso los franceses nos acepten _comentó_. En toda la isla tan sólo quedan ocho hombres en edad de trabajar, lo que hace muy difícil predecir cómo nos arreglaremos para sobrevivir a medida que el número disminuya."
Los isleños de Pitcairn se mantienen unidos al mundo a través de barcos que les llevan productos del exterior, pero ellos no exportan y viven de una economía primaria de huertos familiares y abundantes árboles frutales, de los que obtienen lo suficiente para su alimentación.
Eventual independencia
El gobernador de Pitcairn y embajador británico en Wellington, Williams, rechaza las acusaciones de "isla olvidada" y duda de la realidad de sus amenazas.
"El Reino Unido tiene el compromiso de mantener la relación con Pitcairn en tanto lo deseen los isleños. Con la mayoría de nuestros territorios en ultramar, el proceso normal conduce en algún momento a su independencia, lo que resultaría muy poco práctico para Pitcairn, pero puede estudiarse", indicó Williams.
"Nunca hubo subsidio alguno del gobierno de su majestad y para Pitcairn no lo habrá. En el pasado, la isla sacaba ganancias de la venta de estampillas de correo con su nombre, lo suficiente como para cubrir la provisión de electricidad y las importaciones", recordó Williams, y subrayó que no hay verdad alguna en la acusación de que Gran Bretaña quiere lavarse las manos.
La venta de estampillas ha mermado en los últimos años, lo que ha dejado a los isleños sin otros recursos para pagar los productos que piden al exterior.
Por otro lado, un informe de Scotland Yard, elaborado en 1997, sobre la situación en Pitcairn recomienda al Ministerio de Relaciones Exteriores que abandonen el lugar si sus habitantes no deciden prosperar por sí mismos.
El documento habla de unos habitantes que abusan del alcohol, de la presencia indiscriminada de armas de fuego y de tensiones y violencias que "brotan todo el tiempo".
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