El niño de ocho años que quedó en el centro de una disputa geopolítica por el budismo tibetano
Tal vez tenga que defender la fe budista en Mongolia ante las presiones del Partido Comunista de China, que trata de reafirmar su autoridad sobre esa religión fuera de sus propias fronteras
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ULÁN BATOR.- El niño parecía destinado a una vida de riqueza y logros terrenales. Nacido en el seno de la familia que está detrás del mayor conglomerado minero de Mongolia, tal vez habría sido elegido para liderar algún día la empresa, desde el edificio de vidrio y acero de la sede de la empresa en Ulán Bator, capital del país.
En cambio, el niño de ocho años está hoy en el centro de una disputa entre el Dalai Lama y el Partido Comunista de China (PCCh).
Apenas podía caminar cuando todo cambió en su vida. Durante una visita a un inmenso monasterio en Ulán Bator, conocido por su imponente estatua dorada del Buda, su padre llevó al niño y a su hermano a un salón donde ellos y otros siete niños fueron sometidos a una prueba secreta.
A los niños se les presentó una mesa cubierta de objetos religiosos. Algunos de los niños no quisieron apartarse de sus padres. Otros se sintieron atraídos por coloridas golosinas colocadas como distracciones. Pero este niño, A. Altannar, era diferente. Tomó un rosario de cuentas y se lo colocó alrededor del cuello, hizo sonar la campana que llama a meditar, y atravesó el salón para dirigirse hasta un monje y treparse alegremente a sus piernas.
“Eran señales muy especiales”, dice Bataa Mishigish, académico religioso que observó al niño junto a dos monjes de alta jerarquía. “Nosotros nos miramos y ni tuvimos que decirnos nada”.
Habían encontrado a la 10° reencarnación del Bogd, una de las figuras más importantes del budismo tibetano y para mucho, líder espiritual de Mongolia, donde casi la mitad de la población es budista.
Durante los siguientes siete años, los monjes mantuvieron en secreto la identidad del Bogd, conocido formalmente como Jebtsundamba Khutughtu.
Pero en marzo de este año, el Dalai Lama presentó al niño en una ceremonia en la India frente a miles de devotos. La diminuta figura del niño se perdía dentro del “deel” color granate, vestimenta tradicional mongola, y su pequeña cabeza apenas asomaba.
La noticia de que el 10° Bogd había sido encontrado fue motivo de celebraciones en toda Mongolia.
Pero quién es elegido como encarnación del Bogd es una tema delicado y con implicaciones para Mongolia, China y el Tíbet. El Partido Comunista Chino viene tratando de reafirmar su autoridad sobre el budismo fuera de sus propias fronteras, como parte de una larga campaña para reforzar su control sobre el Tíbet.
China considera al Dalai Lama, de 88 años, que huyó del Tíbet en 1959 y desde entonces vive exiliado en la India, como un enemigo decidido a liberar al Tíbet del dominio chino. Aunque oficialmente ateo, el Partido Comunista dice que sólo el partido puede designar su reencarnación y las de otros altos lamas.
Después de la muerte del último Bogd en 2012, la preocupación era que China intentara elegir o influir en la selección del sucesor. En 1995, China secuestró a un niño que el Dalai Lama había nombrado Panchen Lama, la segunda figura más reconocible del budismo tibetano.
Por eso, cuando en marzo de este año el Dalai Lama apareció en público junto a A. Altannar fue un fuerte gesto de reafirmación de su influencia sobre la fe y un desafío a los reclamos sucesorios de Pekín. Y puso a Mongolia en problemas, tensando su delicada relación con China, un vecino mucho más grande y poderoso.
Al niño, que va a tercer grado y al que le gustan TikTok y los videojuegos, ahora le esperan décadas de formación teológica, una vida de celibato y la grave responsabilidad de tener que defender el budismo mongol contra la presión china. Y, en cierto modo, también lo hace su hermano gemelo…
Para echar sombra sobre la identidad de A. Altannar y protegerlo de adoradores demasiado entusiastas, o algo peor, los gemelos Achildai Altannar y Agudai Altannar, que son idénticos, rara vez se muestran individualmente en público. De hecho, ni el Dalai Lama ni los padres han revelado públicamente qué niño fue presentado en la ceremonia.
“Queremos que nuestro hijo crezca en un ambiente normal, no bajo presión, no bajo el peso de una dura enseñanza”, dice Munkhnasan Narmandakh, de 41 años, la madre del niño. “Si quiere jugar a los videojuegos, tiene que poder hacerlo.”
Esperanza de un renacimiento de la fe
Cuando el erudito religioso Bataa y los líderes del monasterio de Ulán Bator emprendieron la búsqueda del próximo Bogd, quedaron desconcertados. El proceso para encontrar una reencarnación casi se había perdido en la noche de los tiempos. Tuvieron que desempolvar viejos textos religiosos de los Archivos Nacionales y consultar con expertos en la oficina del Dalai Lama en Dharamsala, India.
El equipo extrajo 80.000 nombres de la lista de niños nacidos en Ulán Bator en 2014 y 2015, los años posteriores a la muerte del último Bogd. Siguieron una antigua costumbre de analizar visiones místicas y consultar la astrología para reducir la selección a 11 niños que realizarían la prueba secreta, aunque sólo respondieron las familias de nueve de ellos.
Esa tarde, los objetos que recogió A. Altannar -el collar y la campana- habían pertenecido al Noveno Bogd, y el monje a cuyas piernas se trepó era el asistente del Noveno Bogd.
En muchos sentidos, los problemas de esa búsqueda subrayan el debilitamiento del budismo tibetano en Mongolia.
Habían pasado casi 300 años desde la última vez que el título de Bogd pertenecía a un mongol. Después de que los mongoles se sometieran al Imperio Qing chino a finales del siglo XVII, el emperador dictaminó que todas las reencarnaciones futuras de los Bogd se encontrarían en el Tíbet, para evitar un levantamiento mongol.
Con el paso de los años y el apoyo del Dalai Lama, el budismo se restableció en Mongolia. Se restauraron antiguos monasterios y los practicantes salieron de las sombras. Y el Noveno Bogd, que vivía en el exilio en la India con el Dalai Lama, volvió a Mongolia en 2011.
Murió un año después, a los 79 años, y en su testamento pedía que su reencarnación fuera mongol, y no tibetana. Esa petición uniría al Lama más estrechamente con el pueblo que debía liderar.
“Cambio sísmico en el centro del poder”
El nombramiento de un lama mongol reencarnado garantiza que Mongolia quedará más involucrada aún en la partida de ajedrez político entre China y el Dalai Lama.
Mongolia depende de las importaciones y de las inversiones en infraestructura de China. Para Mongolia, un paso en falso a los ojos de Pekín podría ser calamitoso.
En 2016, en una conferencia de prensa durante su visita a Mongolia, el Dalai Lama anunció por primera vez que el Bogd había sido descubierto en ese país: el anuncio fue explosivo. La respuesta de China no se hizo esperar: cerró los cruces fronterizos entre los dos países, impuso aranceles a las exportaciones a ese país, y canceló las conversaciones bilaterales.
Desde entonces, el Dalai Lama no ha vuelto a pisar Mongolia.
Ahora tiene un medio para hacer pie en Mongolia y ampliar el alcance de su gestión, señala Munkhnaran Bayarlkhagva, exanalista del Consejo de Seguridad Nacional de Mongolia. La selección de un mongol para el puesto fue un “cambio sísmico en el centro del poder del budismo tibetano”, apunta.
Pero el hecho también podría tener ramificaciones para el gobierno de Estados Unidos. A. Altannar nació en Washington, o sea que es ciudadano norteamericano, y eso alimenta las especulaciones de que fue elegido porque su ciudadanía puede brindarle cierta protección adicional frente a China.
China no ha comentado públicamente sobre la selección de A. Altannar, pero funcionarios mongoles y extranjeros que hablaron bajo condición de anonimato dicen que Pekín le ha advertido a Mongolia de las consecuencias que podría tener que el Bogd se acerque demasiado al Dalai Lama.
Telo Tulku Rinpoche, representante del Dalai Lama en Mongolia, acusa a China de querer “controlar el budismo a nivel global”, niega que A. Altannar haya sido seleccionado por razones políticas, y apunta que la oficina del Dalai Lama tendría poco contacto con el niño.
“Este es un tema de orden espiritual”, dice Rinpoche.
David Pierson
Traducción de Jaime Arrambide
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