Un matrimonio de argentinos abrió las puertas de su casa a decenas de refugiados ucranianos: “Están sorteando cosas inimaginables”
“Es mucho más que una contención física, es emocional, es ayudarlos a pasar este momento difícil que nadie sabe cuándo puede llegar a pasar”, aseguran en diálogo con LA NACION desde Barcelona
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Las imágenes transmitidas en los noticieros y la angustia consecuente fueron su inspiración. El sufrimiento de millones de ucranianos los motivó a querer abrir las puertas de su casa a refugiados. Sin dudarlo, el matrimonio de argentinos Martín Di Sisto y María Emilia Aguirre, que vive en las afueras de Barcelona, se inscribió en un sitio web que conecta a exiliados con personas dispuestas a prestar hospedaje. En cuestión de minutos, los pedidos comenzaron a fluir.
En los casi treinta días de guerra en Ucrania, Di Sisto y Aguirre ya han hospedado a decenas de personas. El récord, según repasan en diálogo con LA NACION, fue una noche con 17 ucranianos bajo su techo. “Realmente es muy fácil ayudar”, aseguran.
Di Sisto es geólogo y desde hace décadas desarrolla su carrera profesional en la industria petrolera. Aguirre, su mujer, es docente de inglés. Junto a sus tres hijos han recorrido desde su rionegrina Cipolletti natal a destinos remotos como Vietnam y Dubai. Asentados en Barcelona desde hace cuatro años, los Di Sisito-Aguirre son ahora testigos de la masiva migración de personas producto de la guerra.
El dolor de millones afectados por el ataque de Rusia los interpela. El conteo del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, ACNUR, ya estimó que al menos 3 millones de personas han huido del territorio ucraniano en las últimas semanas.
En este contexto, un par de clicks fueron lo necesario para conectar al matrimonio de argentinos en España con refugiados. “Luego de donar a distintas organizaciones, la sensación fue que todo era poco”, confiesa Aguirre, quien terminó por inscribirse en el sitio ICanHelp.Host (Puedo ayudar a hospedar, en inglés).
La plataforma sirve de conexión entre ucranianos en fuga de su país y huéspedes alrededor del mundo. Se trata de un sitio web que opera a nivel internacional, fundado por un grupo de activistas bielorrusos que en 2020 protestaron contra la represión y se vieron obligados a escapar de su país. A través de un mapa interactivo, se indica los domicilios disponibles en detalle. Allí aparece el hogar de Di Sisto y Aguirre.
Sin necesidad de atravesar una sumatoria de gestiones burocráticas, el matrimonio ya recibió a medio centenar de ucranianos. Mientras que algunos están de paso hacia otros puntos de Europa en busca de reunirse con amigos y familiares, muchos se lanzan al abismo de empezar de cero.
“Bienvenidos”
Irina, de 55 años, y Marat, de 67 años, ya son parte de la familia Di Sisto-Aguirre desde hace dos semanas. “Son un excoronel jubilado y una periodista”, precisa Di Sisto. “No es gente que vivía en la miseria: tenían su vida y su futuro. Están sorteando cosas inimaginables”, esgrime.
Entre suspiros de dolor, Di Sisto y Aguirre cargan y hablan de las emociones de quienes tuvieron que entregar todo por mantenerse con vida. “No me gustar pensar en refugiados en miles de personas durmiendo juntas durante veinte días en un gimnasio compartiendo baños públicos. Han perdido todo, es hasta indigno para una persona que tuvo que huir de su país por una guerra”, sostiene Di Sisto al evaluar sus motivaciones para recibir refugiados. “Por eso la intención está en darles una casa, una charla, comer en la mesa todos juntos, que se les haga más llevadero el tiempo ante tanta incertidumbre que están viviendo”, agrega.
Lo que comenzó de modo improvisado, hoy supone una estrategia de logística de vecinos coordinada en tres categorías. Un grupo, encabezado por Aguirre y Di Sisto, ofrece sus hogares como huéspedes, otro provee recursos como alimentos, y un tercer equipo ofrece herramientas de contención. “Traducción, clases de español, de música y hasta asistencia psicológica”, enumera el matrimonio, y aclara: “Quien no tiene un espacio ni medios para gastar, ofrece su tiempo”.
La comunicación es una de las barreras más difícil de derrumbar. El lenguaje en común se consigue –en la mayoría de los casos- a través de herramientas de traducción digitales. “Nos comunicamos a través de Google Translate”, cuentan. Y es que el caudal de ucranianos que atraviesa la casa de esta familia apenas si puede hablar en inglés.
Al repasar estas últimas semanas, una noche fría de invierno boreal viene a su mente. Con temperaturas que llevaron el mercurio a índices mínimos, nueve ucranianos se aprestaban en el portón de su casa. “ласкаво просимо”, exclamó la pareja al grupo de tímidos exiliados de su patria. “Aprendimos a decir Bienvenidos en ucraniano para recibirlos”, confiesa el matrimonio. No hay palabras, advierten, que sirvan para manifestar los sentimientos que se atraviesan en ese instante. Se funden en abrazos y abren su vida a extraños en situación de extrema necesidad. “No hizo falta más nada”, señalan.
La idea, según explican, es intentar hacer de la experiencia terrible que significa ser expulsado de su propio país un poco más amigable.
“Ellos no quieren estar acá, pero aun así quieren adaptarse para poder tener un poquito de normalidad que perdieron”, considera Di Sisto. Los ucranianos –confiesa el matrimonio- se involucran en situaciones de su vida diaria para sentirse en un clima de adaptación. A modo de ejemplo cuentan que en el cumpleaños de Aguirre fueron sorprendidos con un festejo organizado por sus huéspedes.
Marat, el ucraniano de casi 70 que cariñosamente adoptaron junto a su mujer como parte de su familia, se despliega en la cocina con delicatessens típicos de Ucrania. “Le encanta cocinar y nos pide que le demos cosas para hacer”, cuentan, y detallan: “Volvemos de trabajar y nos tiene comidas súper ricas, y se pone feliz de sentirse útil. Más allá de un refugio físico, esta gente necesita un refugio emocional.”.
Lisandro, de quince años, es el menor de los tres hijos del matrimonio. “La última semana se tomó un día para llevarlos a sitios turísticos en Barcelona”, ejemplifica Aguirre, y remarca que el joven se ha sensibilizado mucho con el presente de sus visitas.
Lidiar con las emociones que supone este proceso es también parte de la experiencia. “Lloro, de tristeza y de alegría”, asegura Aguirre, quien subraya la importancia de hablar y expresar los sentimientos que aflojaran al atravesar esta circunstancia.
“Queremos que se sientan parte del día a día, porque los ayudas mucho más que con una cama y una sopa. Es mucho más que una contención física, es emocional, es ayudarlos a pasar este momento difícil que nadie sabe cuándo puede llegar a pasar”, reflexionan.
Al ser consultados por una proyección, el matrimonio Di Sisto-Aguirre señala: “Esto pinta para muy largo”. Y concluyen: “No podemos dejar de hacerlo”.
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