Un liderazgo forjado en tiempos turbulentos
El Papa es uno de los hombres más influyentes de los jesuitas locales, a los que formó y lideró de 1973 a 1979
Humildad y la opción por los pobres son dos de los rasgos que convergen recurrentemente en el papa Francisco. El tercero, oculto y preservado, es su liderazgo evangélico, que dejó huella dentro de la Compañía de Jesús cuando ocupó cargos de conducción; primero, prefecto de brigada en los colegios secundarios de la orden; después, provincial y, finalmente, rector del Colegio Máximo, de San Miguel.
Eran tiempos turbulentos para la región y la Iglesia, que ya enfrentaba a los movimientos ideologizados de la progresista teología de la liberación. Al mismo tiempo, la Provincia Argentina de la Compañía tenía un amplio arco ideológico.
Con una inteligencia que supo interpretar aquellos signos, cuando era provincial, entre 1973 y 1979, creó un dream team con gente preparada que no se quedó detrás de un escritorio, sino que salió al país a misionar.
El equipo dio grandes frutos por su inserción entre los más necesitados, en momentos en que se hablaba mucho del contacto con los pobres. Eran misioneros itinerantes que crearon parroquias muy populares en Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Santa Cruz.
Ésa no fue una respuesta activa de la Compañía hacia la teología de la liberación, sino que hubo una convergencia del impulso pastoral de la orden con el pensamiento libertario.
"La teología de la liberación en la Argentina tuvo y tiene características especiales; la opción por los pobres estuvo más ligada al acompañamiento de la religiosidad popular que a cuestiones ideológicas", reconoce un jesuita testigo de esos momentos.
La red de contención de Bergoglio para preservar a los miembros de la Compañía se extendió, entre 1979 y 1985, durante su rectorado en el Máximo, la cantera de la orden en la que imprimió un carácter muy especial a la formación.
"Mucho estudio, más del que les achaca la fama a los jesuitas; una profunda vida interior hacia la espiritualidad ignaciana, y un gran compromiso con los barrios circundantes de San Miguel. Barrios inmensos y que formaron mi corazón. Es una inserción social más profunda que hace distinta a la manera de pensar y de hacer teología en la Argentina", contó el padre Ernesto Giobando SJ, alumno y luego entrañable amigo del Sumo Pontífice.
"Pocos hoy, eh", les decía el párroco Bergoglio cuando los seminaristas volvían con los chicos de los barrios humildes para la misa de las 10 en la parroquia San José, de San Miguel, responsabilidad adjunta a la rectoría del Máximo. "Todavía te faltan 25 minutos para servir al pueblo de Dios", les soltaba a los mismos estudiantes que volvían, tras misionar en la zona, al seminario a las 20 para comer media hora después.
Otro detalle poco mencionado es que esa reacción moderada de Bergoglio contuvo y cuidó una explosión de vocaciones abrazadas por la Compañía. Ingresos de aspirantes que se explicaban como una manera de responder a inquietudes espirituales y sociales en los principios de la orden, un histórico ariete pastoral de la Iglesia Católica.
Ese liderazgo, luego más desinhibido, lo llevó a realizar titánicas campañas para despertar vocaciones sacerdotales. "Cuando era provincial, insistió en principios que se basan en nuestra espiritualidad. «Recen por las vocaciones, necesitamos vocaciones», decía. Mandaba cartas o decía: «Pidan, pidan, pidan»", reveló otro hombre de la Compañía.
Esa tarea "del pastor en el cuidado de sus ovejas" estuvo apoyada por el provincial Andrés Swinnen SJ y el padre general de la Compañía Pedro Arrupe SJ, uno de los dos referentes de Bergoglio.
El segundo, y quizás el más cercano durante la formación de su liderazgo, fue el padre Miguel Ángel Fiorito SJ, uno de los máximos maestros espirituales de la Compañía de Jesús.
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