Un lastre pesado para la Argentina y la región
Brasil es un lastre pesado ahora para la Argentina. Los emergentes lo están pasando mal y el principal socio del Mercosur está entre los más afectados. La reconversión de la economía china, que por ahora arrastra a la baja el precio de las materias primas y aleja la esperanza de la recuperación mundial, se volvió mucho más grave de lo esperado.
El Banco Central de Gran Bretaña empezó a calcular estos días que no saldrá de las tasas de interés negativas al menos hasta 2020. Es decir, nada de recuperación que pueda llevar a la inflación. Algo similar parecen pensar la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo. El dinero seguirá siendo gratis para los que tengan buenos proyectos y la economía bien organizada, y además puedan atraer ingentes inversiones. No parece que sea hoy el caso brasileño, ni tampoco, por la debilidad de su mayor socio, el de la Argentina.
La única gran esperanza parece ahora salir del conflicto con los buitres o holdouts y volver a un proceso de crecimiento basado en la inversión y no en el consumo, que rescate la estructura dilapidada y consumida durante el kirchnerismo.
Hay que hacerlo y hay que hacerlo bien. Los episodios de abundancia de los capitales internacionales que terminaron financiando altos déficits fiscales no cerraron nada bien en la Argentina.
Pero pareciera que hoy no hay otro modo de intentar una salida. Con la afluencia de capitales extranjeros o el blanqueo de capitales nacionales no declarados. Lugar para financiarse con la balanza comercial parece no haber más. Con Brasil con la demanda planchada porque la cantidad de desocupados creció casi al 50% en un año y ya supera los nueve millones, ¿se puede pensar en batir records de exportaciones de vehículos? Lo más probable es que haya un aluvión de unidades brasileñas que se quedaron sin demanda en origen. No es raro que, en estos momentos, los brasileños, siempre tan proteccionistas, se muestren menos contrarios al libre comercio. Tienen mucho menos que perder.
Hay sectores locales que son muy dependientes de Brasil. Ajos, cebollas, aceitunas y sus aceites, peras y manzanas, sólo por nombrar algunos. Ya estaban mal por las malas políticas locales del kirchnerismo. Ahora los males de Brasil se agravan y es probable que las medidas tomadas por la actual gestión no alcancen.
Una vez más, los fuertes proyectos de recorte del gasto hechos por Brasilia no son para tener un mejor resultado fiscal, sino para evitar que sea mucho peor, porque las metas presupuestarias locales, a poco de arrancar, claramente no podrán ser cumplidas.
Para colmo, gran parte del desaguisado tiene orígenes y bases políticas, lo que lo hace mucho más complejo. Ayer la única buena noticia fue que la devaluación, que también complica a la Argentina, se desaceleró sobre el final de la rueda. Pero empeoró el pronóstico de recesión.
Nada asegura que pueda haber buenas noticias pronto, ni para Brasil ni para la Argentina, ni para los emergentes en general. La segunda economía del planeta, China, jugó muy a favor en los últimos años, pero desde hace poco juega decididamente en contra. El viento de cola se transformó en viento de frente, y si además se combinaron malas políticas locales -como en la Argentina, dejando una herencia catastrófica- los problemas se agravan. Los brasileños, al menos, no han destruido su sistema estadístico y saben qué pasa con su desocupación y tienen transparentado el sistema presupuestario, que manejan en acuerdo con el Congreso.
Para la Argentina las noticias del vecino país son más preocupantes que hace poco. La caída por la pendiente del mayor socio del Mercosur no sólo no se detiene, sino que además no pierde velocidad.