Un imperio narco controlado por el régimen de Al-Assad florece sobre las ruinas de Siria
Poderosos aliados del presidente sirio fabrican y comercializan la anfetamina ilegal llamada “captagón” y están creando un nuevo narcoestado en el Mediterráneo
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BEIRUT.- Sobre las cenizas dejadas por 10 años de guerra ininterrumpida, los poderosos socios y familiares del presidente sirio Basher al-Assad que manejan la droga han construido un negocio de miles de millones de dólares que supera las exportaciones legales de Siria y la ha transformado en un flamante narcoestado.
Y el producto estrella de emporio narco es el captagón, una anfetamina ilegal y sumamente adictiva de consumo muy extendido en Arabia Saudita y otros Estados árabes. La actividad ilegal se extiende por toda Siria e incluye “cocinas” donde se fabrican las pastillas, plantas de envasado donde se las oculta para su exportación, y redes de contrabando para introducirlas rápidamente en los mercados extranjeros.
Una investigación llevaba a cabo por el diario The New York Times descubrió que gran parte de la producción y distribución es supervisada por la Cuarta División Blindada del Ejército Sirio, una unidad de élite comandada por Maher al-Assad, hermano menor del presidente y uno de los hombres más poderosos del país.
Entre los principales involucrados en estas operaciones de narcotráfico hay empresarios estrechamente vinculados al gobierno, la filial libanesa de las milicias de Hezbolá, y varios miembros de la familia extendida del presidente, cuyo apellido garantiza impunidad para las actividades ilegales, según los resultados de la investigación del New York Times en base a información suministrada por funcionarios de seguridad de 10 países y decenas de entrevistas a expertos internacionales en narcotráfico, a personas de Siria con conocimiento de las operaciones de narcotráfico y a exfuncionarios y funcionarios actuales de Estados Unidos.
El narcotráfico en Siria surgió de entre las ruinas dejadas por una década de guerra, que devastó la economía del país, redujo a la pobreza a la inmensa mayoría de la población y obligó a la élite militar, política y empresaria siria a buscar nuevas formas de conseguir ingresos en moneda fuerte y esquivar las sanciones económicas que les impuso Estados Unidos.
Así fue que la anfetamina ilegal se convirtió en la exportación más rentable del país, superando ampliamente los productos legales, según la base global de datos de incautaciones de captagón compilada por The New York Times.
En los últimos años, las autoridades de Grecia, Italia, Arabia Saudita y varios otros países han incautado cientos de millones de pastillas, en su mayoría provenientes de un puerto de Siria controlado por el gobierno, en cargamentos cuyo valor de calle en algunos casos supera los 1000 millones de dólares.
El año pasado, por ejemplo, las autoridades de Italia encontraron 84 millones de pastillas escondidos en inmensas bobinas de papel, y en marzo de este año, la policía de Malasia descubrió 94 millones de pastillas selladas en el interior de llantas de goma.
Los expertos antidrogas dicen que esas requisas apenas representan una mínima fracción de los embarques, pero las cifras alcanzan para hacerse una idea de la envergadura del negocio y de la explosión de esa industria en los últimos años.
En lo que va del año fueron incautados más de 250 millones de pastillas de captagón a nivel global, 18 veces más que lo secuestrado hace apenas cuatro años.
Pero lo que preocupa todavía más a los gobiernos de la región es que la red construida por Siria para el contrabando de captagón ha empezado a mover drogas aún más peligrosas, como la metanfetamina, según funcionarios de seguridad de los países vecinos.
El mayor obstáculo para combatir ese tráfico, dicen los funcionarios, es que cuenta con el respaldo de un estado que tiene pocos motivos para querer cerrarlo.
“La idea de pedirle colaboración al gobierno sirio es lisa y llanamente absurda”, dice Joel Rayburn, enviado especial de Estados Unidos para Siria durante la administración Trump. “Es precisamente el gobierno sirio el que exporta las drogas. No es que estén mirando para otro lado mientras los cárteles de la droga hacen lo suyo: el cartel son ellos.”
La oficina de seguridad de la 4ª División, encabezada por el mayor general Ghassan Bilal, conforma el sistema nervioso de la red. Las tropas de la oficina protegen muchas de las fábricas y facilitan el movimiento de drogas hacia las fronteras y el puerto de Siria.
“La presencia de la división en la región es peligrosa”, dijo el coronel Hassan Alqudah, jefe del departamento de narcóticos de la Dirección de Seguridad Pública de Jordania. “Las fábricas de Captagón están presentes en las áreas de control de la 4ta División y bajo su protección”.
El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, ha negado que su grupo tenga algo que ver con captagon.
Otros sirios destacados participan en el negocio. Un jugador clave cerca de Damasco es Amer Khiti, un empresario cuyo ascenso es emblemático de la nueva clase empresarial siria en tiempos de guerra.
Originalmente un modesto comerciante de ganado, Khiti se convirtió en contrabandista durante la guerra, abasteciendo de alcohol y otros bienes a Damasco y los suburbios controlados por los rebeldes con el apoyo del Estado, según Sami Adel, un activista de la ciudad natal de Khiti que ha seguido su carrera.
Cuando los rebeldes fueron expulsados de los suburbios, compró bienes raíces allí e invirtió en instalaciones de embalaje que se utilizan para el contrabando.
Otra figura que saltó de la pobreza a la riqueza en tiempos de guerra es Khodr Taha, un antiguo comerciante de aves de corral que supervisa los puntos de control de la 4ta División en todo el país, donde facilita el movimiento de captagón.
Un negocio pujante
Es tan poco lo que se sabe del captagón fuera de Medio Oriente que las fuerzas de la ley de otras regiones del mundo no siempre reconocen la droga cuando la encuentran.
Los contrabandistas, además, emplean métodos cada vez más sofisticados para ocultar las drogas y trasladarlas por rutas sinuosas para borrar los rastros de su origen.
Desde 2015, las autoridades han encontrado pastillas de captagón en el jet privado de un príncipe saudí, escondidas en filtros de aceite para camiones y maquinaria de construcción, mezcladas en cargamentos de uvas y naranjas, y metidas en papas de plástico mechadas en un cargamento de papas reales. Los contrabandistas han enterrado la droga en café y especias para despistar a los perros rastreadores, o la han sellado dentro de barras de plomo o piedras enormes para bloquear los escáneres.
Se ha confiscado captagón en Turquía, el Líbano y Jordania, en puertos de Egipto, Grecia e Italia, en un aeropuerto de Francia y en lugares tan lejanos como Alemania, Rumania y Malasia. La mayoría de esos países no son mercados importantes para la droga, sino que son simplemente “escalas-señuelo” en el camino hacia el golfo.
El principal mercado para la droga es Arabia Saudita, donde en un solo mes se han llegado a incautar seis grandes cargamentos de captagón.
En mayo, tras un operativo donde decomisaron más de cinco millones de pastillas escondidas dentro de frutas ahuecadas enviadas desde Beirut, las autoridades sauditas prohibieron las importaciones desde el Líbano, un duro golpe para los agricultores locales.
Según la base de datos de The New York Times, la cantidad de pastillas incautadas viene aumentando sostenidamente desde 2017.
Desde hace 3 años, el valor de calle de la droga secuestrada que sale de Siria supera el valor de las exportaciones legales del país, en su mayoría productos agrícolas.
El año pasado, el valor de calle del captagón incautado a nivel mundial fue de unos 2900 millones de dólares, más del triple de las exportaciones legales de Siria, que rondan los 860 millones.
Los organismos de lucha contra el narcotráfico tienen problemas para atrapar a los contrabandistas, sobre todo porque las autoridades sirias ofrecen poca o ninguna información sobre los cargamentos provenientes de su país.
El remitente que figura en los manifiestos suele ser falso y las búsquedas de los destinatarios previstos a menudo conducen a laberintos de empresas fantasmas.
Derramando en Jordania
Mientras los funcionarios en Europa luchan por identificar a los contrabandistas, Jordania, uno de los mayores aliados de Estados Unidos en Medio Oriente, se encuentra en la línea de fuego de la guerra regional contra el narco.
“Jordania es la puerta de entrada al golfo”, dice el brigadier general Ahmad al-Sarhan, comandante de una unidad del ejército apostada en la frontera de Jordania con Siria.
Su destacamento domina un profundo valle desde donde llega a verse Siria, y el general al-Sarhan y sus hombres dan detalles de los trucos de los contrabandistas sirios para ingresar la droga a Jordania, como lanzar simultáneamente varios intentos de cruce en múltiples puntos de la frontera, adosar la droga a drones de largo alcance, o cargar las pastillas en burros entrenados para cruzar solos, sin acompañante.
A veces, antes de acercarse a la frontera, los contrabandistas pasan por puestos del ejército sirio sin que nadie los detenga.
“La connivencia es indudable” dice el general al-Sarhan.
El tráfico de drogas preocupa a los funcionarios jordanos por muchas razones.
Para empezar, las cantidades van en aumento: las pastillas de captagón incautadas este año en Jordania casi duplican la cantidad incautada en 2020, según el coronel Alqudah, jefe del departamento antinarcóticos del gobierno jordano.
Y si bien originalmente Jordania era solo un lugar de paso hacia Arabia Saudita, hasta una quinta parte de las drogas contrabandeadas desde Siria ahora se consumen en Jordania, señala Alqudah. Además, al crecer la oferta el precio del captagón ha bajado, lo que facilita que los jóvenes estudiantes se vuelvan adictos a la sustancia.
Pero lo más preocupante, dice el funcionario, es el aumento de la cantidad de metanfetamina, una sustancia mucho más peligrosa, que ingresa desde Siria. En los primeros 10 meses de este año, las autoridades jordanas incautaron casi 70 kilos de metanfetaminas, frente a los 20 kilos del año pasado.
“Ingresamos en una fase peligrosa y para colmo no hay vuelta atrás”, dice el doctor Morad al-Ayasrah, un psiquiatra jordano especialista en el tratamiento de adicciones. “No solo circulan más drogas, sino que también son más peligrosas.”
Por Ben Hubbard y Hwaida Saad
Traducción de Jaime Arrambide
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