Un hito que no despeja todas las incógnitas
PARÍS.- La COP21 de París dio un paso histórico para controlar las emisiones de CO2 que llevan el mundo a la catástrofe, pero -como todas las grandes conferencias- dejó un gran número de interrogantes sin respuesta. Mientras muchos estiman que hay numerosas razones para ser optimistas, otros piensan que el compromiso alcanzado está muy por debajo de la ambición manifestada.
La primera piedra en el camino de la lucha eficaz contra el calentamiento climático reside en la tarificación del carbono. Recomendada por una mayoría de economistas y líderes políticos, la cuestión es "tabú" para Venezuela y Arabia Saudita, que lograron enterrarla en medio de la indiferencia general de los negociadores.
"Esa decisión compromete seriamente la realización del objetivo fijado en la conferencia", subraya la Fundación Nicolas Hulot.
En el terreno de la justicia, los países desarrollados no detallaron las contribuciones que harán a los países en desarrollo (PVD), dejando la cuestión en el limbo del voluntariado. "Sería importante que esas ayudas sean específicas y adicionales, y no ayudas ya existentes redirigidas hacia proyectos verdes, préstamos o colaboraciones inciertas", May Boeve, directora de la ONG 350.org.
¿Y qué decir de la credibilidad? El acuerdo envía a "una fecha ulterior" el compromiso concreto de reducir sus emisiones de GES. La estrategia dilatoria de los compromisos voluntarios de reducción de emisiones (INDC) ganó la partida, según sus críticos. "También se puede apostar que, al no ser vinculantes, tampoco serán puestos en práctica", advierte Maxime Combes, de la ONG Attac-France.
Para otros, también la negociación sobre la transparencia fue un fracaso. Es difícil comprender por qué los países del Sur no deberían someterse al mismo proceso de seguimiento, notificación y verificación que los demás.
Por fin, la idea de que el mundo adoptará una trayectoria más virtuosa, mediante revisiones cada cinco años, ignora lo que los economistas llaman "efecto de trinquete".
"En otras palabras, ¿estamos seguros de que un país se colocará en el futuro en mejor posición para negociar respetando sus promesas que arrastrando los pies? Siempre se le exige más a los mejores alumnos?", dice Desertine.
Esos puntos negros no deberían ocultar las causas de optimismo. Más de 40 países, y no los menores (Estados Unidos, China, y los europeos) tienen hoy mercados de derechos de emisión negociables, que demuestran su voluntad de usar una política racional de lucha contra el calentamiento climático. "Esas bolsas de carbono podrán algún día ser conectadas entre ellas para formar un mercado mundial más coherente y eficaz", afirma Thomas Spencer, director del programa Clima del Instituto de Desarrollo Durable y Relaciones Internacionales (Iddri).
Para Jennifer Morgan, del World Resources Institute, el acuerdo de París podría marcar un auténtico hito en los esfuerzos globales contra el cambio climático: "El texto refleja al mismo tiempo una fuerte ambición y las voces de los más vulnerables. También acelera la transición energética, que ya es un avance considerable".
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