Un gesto inesperado y difícil de interpretar
PARÍS.-Todos esperaban un saludo entre Barack Obama y el mandatario iraní, Hassan Rohani, que finalmente, a pesar de las especulaciones, fue uno de los grandes ausentes de ayer. Nadie imaginó que el mundo vería en directo un apretón de manos entre el presidente de Estados Unidos y el líder cubano, Raúl Castro.
La historia demuestra que es difícil interpretar el significado de gestos de esa naturaleza en el marco aleatorio de una boda o de un funeral de envergadura diplomática. Están aquellos que "deciden" actuar para enviar un mensaje político, mientras que otros intentan aprovechar la situación para mejorar una maltrecha imagen internacional.
Eso fue lo que vivió el príncipe Carlos de Inglaterra en el funeral del papa Juan Pablo II, en 2005, cuando se encontró frente a frente con el déspota de Zimbabwe, Robert Mugabe, y tuvo que darle la mano. "Me tomó por sorpresa", se justificó el heredero de la corona británica. "El mundo está lleno de gente que quiere fotografiarse con otra gente que no tiene ningún interés en aparecer en esa foto", señaló David Owen, secretario del Foreign Office en los años 70.
Éste no parece haber sido el caso entre Obama y Castro. Difícil imaginar que los colaboradores del hombre más poderoso del planeta no conocieran el orden en que se ubicarían los invitados al homenaje a Nelson Mandela. Sobre todo tratándose del líder de un país que rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos hace 52 años, cuyo enfrentamiento con Washington puso al mundo al borde de un conflicto nuclear y dividió el planeta entre aquellos que están a favor o en contra del embargo norteamericano a Cuba.
Para Obama ésta no es, sin embargo, una novedad. En la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, en 2009, ya había intercambiado expresiones de buena voluntad y apertura con Raúl Castro, e incluso estrechó la mano de Hugo Chávez. La verdadera noticia se había producido nueve años antes, cuando Bill Clinton le dio la mano a Fidel Castro durante la Cumbre del Milenio en Nueva York.
En la historia de la segunda mitad del siglo XX hubo otros apretones de manos que tuvieron más trascendencia. Por ejemplo, el que tuvo como protagonistas en Pekín a Richard Nixon y Mao Tsé-tung en febrero de 1972, preludio al reconocimiento -seis años después- de la República Popular China por parte de Estados Unidos.
El saludo entre Ronald Reagan y Mikhail Gorbachov, el 11 de octubre de 1986, quedó en las memorias como el gesto que marcó el fin de la Guerra Fría. O el apretón de manos entre el entonces primer ministro de Israel, Yitzak Rabin, y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, en los jardines de la Casa Blanca, el 13 de septiembre de 1993. Esos dos enemigos jurados firmaron ese día los acuerdos de Oslo, que preveían la autonomía palestina en los territorios ocupados de la Franja de Gaza y Cisjordania.
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