Un fallo que también debería preocupar a la derecha
RÍO DE JANEIRO.- Cuando la derecha involucrada en la corrupción afirma, como lo hizo el presidente Michel Temer, que “es mejor derrotar a Luiz Lula da Silva en las urnas que convertirlo en víctima”, lo que quizás esté queriendo expresar es que, en este momento, sería preferible para su gobierno que el expresidente ganase las elecciones. Sabe esa derecha que, dado el rechazo de la sociedad a la corrupción política, le será difícil que un candidato que haya apoyado al actual mandatario sea elegido en octubre.
Podría parecer extraño, pero tras la condena de ayer a Lula –que podría obligarlo a salir de la escena política– la mayor orfandad podría ser para la derecha. Fue, en efecto, durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff cuando la derecha adquirió mayor peso político. Los principales ministros y asesores de Temer en su gobierno ya lo habían sido en las cuatro gestiones en las que gobernó la izquierda. Fue con el Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno cuando la derecha extendió sus tentáculos en todos los órganos del poder que hoy mantiene.
Si a Lula finalmente le impidieran ser candidato a la presidencia, es posible que crezca un candidato progresista dispuesto a seguir combatiendo la corrupción. ¿Por qué esa derecha temería más, por ejemplo, a la ecologista Marina Silva o al ultraderechista Jair Bolsonaro que a Lula? Porque esos políticos alternativos a Lula no parecen dispuestos a terminar con el operativo Lava Jato. Bolsonaro ya anunció que si gana designará al juez Sergio Moro en el Supremo Tribunal Federal.
La derecha, que teme una candidatura progresista que no sea la de Lula, sabe que si él volviera al poder la lucha contra los políticos corruptos sería abordada de manera más benigna de como lo haría un candidato con ficha limpia. Otra presidencia de Lula podría convertirse en un salvavidas para muchos políticos de derecha incriminados por la Justicia que sueñan con una amnistía general. Al mismo tiempo, sabe esa derecha que Lula volvería a gobernar con ella más a gusto que con cualquier otro dirigente de izquierda, ya que él es visto como un pragmático, más que como un izquierdista. Si Lula ganara, repetiría seguramente el pacto con el mercado, la empresa y la banca, y colocaría de nuevo a un liberal como el actual ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, al frente de la economía. Ya intentó hacerlo con Dilma, pero esta lo rechazó.
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