Un enfrentamiento cantado de dos rivales que no dan el brazo a torcer
Desde hace cuatro años, cuando Israel completó una devastadora ofensiva militar sobre la Franja de Gaza, los funcionarios israelíes advertían que el siguiente round de esa batalla era sólo cuestión de tiempo.
Y la violencia estalló sin demasiadas señales previas, impulsada por la intención de Hamas de dejar su huella en un cambiante Medio Oriente, mientras Israel reaccionaba a la indignación de la opinión pública por los ataques, pocas semanas antes de las elecciones en ese país.
Es un choque de voluntades, conducidas por relatos diametralmente opuestos, que, a lo largo de los años, fueron alimentados por dos sociedades antagónicas y con muy poco en común, salvo por el arraigado sentimiento de ofensa histórica y victimización que ambas comparten.
Desde la perspectiva de Israel, su retirada de Gaza, en 2005, junto con todos sus soldados y asentamientos después de 38 años de ocupación, debió haber sido suficiente para que terminaran sus problemas con los 1,6 millones de palestinos de la Franja. Los ataques con cohetes desde Gaza son un ultraje que justifica medidas extremas. Ningún país, creen, puede tolerar casi una década de disparos de proyectiles.
Esa visión está en línea con una ofensa histórica que cala más profundo: los israelíes sienten que el movimiento sionista fue, fundamentalmente, el regreso a casa después de 2000 años de exilio, pero que desde el primer momento se encontró con la oposición de los árabes.
Hamas, por su parte, rechaza cualquier conexión de los judíos con la Tierra Santa y considera a Israel una avanzada colonial en el corazón del mundo islámico que debe ser destruida.
Y entre los palestinos, el sentimiento de victimización parece emanar más directamente de las miserables condiciones de vida en esa franja costera de apenas unos kilómetros de ancho, superpoblada, asediada y empobrecida. Tal vez los soldados y los pobladores israelíes se hayan retirado, pero Israel mantiene cerrada su frontera con Gaza, bloquea su costa marítima por miedo a la importación de armas y controla el espacio aéreo. Para los palestinos de Gaza, eso significa que su país sigue "ocupado" y que por lo tanto la "resistencia" conserva su legitimidad.
Ese relato está en línea con un acendrado sentimiento de odio hacia Israel, que se desprende del hecho de que aproximadamente las tres cuartas partes de los habitantes de la Franja son refugiados o descendientes de refugiados que perdieron sus hogares en lo que, en 1948, se convirtió en Israel. Para muchos, las actuales dificultades son un capítulo más de una larga historia que concluirá con la restitución de la Palestina histórica al control árabe y musulmán.
La "primavera árabe" abrió nuevas posibilidades para Hamas, que durante años permaneció excluida de la comunidad internacional. Los cambios que se produjeron en la región fortalecieron a los islamistas en todo Medio Oriente, donde ahora Hamas encuentra un renovado reconocimiento.
Pero Hamas pagó un precio frente a la opinión pública, especialmente entre sus bases religiosas y conservadoras. La organización llegó al poder, en 2006, a través de elecciones, pero como un grupo armado de resistencia, y es sindicada por Israel y Estados Unidos como una organización terrorista. Al mismo tiempo, muchos en Gaza —desde sus seguidores de larga data hasta los grupos más radicalizados— la acusan de ser demasiado blanda. Con sus ataques de esta semana, se propone recuperar su prestigio militante.
En Israel, la ofensiva contra Gaza se venía gestando desde hacía meses. Los servicios de inteligencia observaban de cerca cómo el grupo reabastecía su arsenal con armas más poderosas y de mayor alcance.
El fuego de cohetes creció sostenidamente durante los últimos dos años, y según los militares israelíes, sólo durante este año desde Gaza se dispararon más de 1000 cohetes contra Israel.
La semana pasada, bajo el fuego de los cohetes de Hamas, la opinión pública de Israel comenzó a exigir respuestas a las autoridades, que aspiran a ser reelectas el próximo 22 de enero.
¿Acaso el gobierno de Israel habrá decidido esta escalada –o habrá sido especialmente susceptible ante la provocación– en función de esos cálculos electorales?
Traducción de Jaime Arrambide
Dan Perry y Josef Federman
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