Un Egipto polarizado vota por su Constitución
El texto, de corte islamista y apadrinado por el presidente Morsi, es resistido por la oposición
EL CAIRO.– En las largas colas que se formaron ayer ante los colegios electorales de El Cairo, el clima era tranquilo, pero sombrío.
La mayoría de egipcios aguardaban en silencio, con sus rostros serios. Y es que el mayor país árabe celebró ayer la primera de las dos jornadas del referéndum sobre la Constitución apadrinada por las fuerzas islamistas después de dos semanas marcadas por las manifestaciones y los enfrentamientos callejeros entre partidarios y detractores del presidente Mohammed Morsi.
En la tercera vez que acuden a las urnas en lo que va del año, unos 26 millones de personas sobre un censo total de 84 millones estaban convocadas ayer para votar. Debido a la falta de suficientes jueces para supervisar la consulta –muchos la boicotearon como protesta por los ataques del raïs islamista a la independencia judicial–, el gobierno decidió realizar el proceso en dos fases. En la primera, la de ayer, votaron los residentes en diez provincias, que incluyen las dos ciudades más populosas, El Cairo y Alejandría. El próximo sábado lo harán el resto, muchas de ellas situadas en el delta del Nilo.
Ante el temor de posibles erupciones de violencia, el ejecutivo desplegó más de 120.000 soldados en los colegios electorales para mantener el orden. Más allá de algún incidente aislado, la votación procedió ayer sin grandes sobresaltos.
Sin embargo, tanto los partidos de la oposición como algunas organizaciones de derechos humanos que monitoreaban la consulta denunciaron varios tipos de irregularidades, todos ellos cometidos por los partidarios del sí. Por ejemplo, se hizo propaganda frente a los centros de votación, instando a los ciudadanos a apoyar la Carta Magna.
El referéndum constitucional, sumado a las últimas y controvertidas decisiones de Morsi, dividieron el país en dos bandos que parecen irreconciliables.
A favor del sí, están los Hermanos Musulmanes, el partido del presidente, y la mayoría de las corrientes salafistas –una rama ultraconservadora del islam–. A favor del no, las organizaciones de jóvenes revolucionarios, y los partidos de la oposición laica, así como algún movimiento islamista moderado, como el liderado por el ex candidato a la presidencia Abdel Moneim Abulfutuh.
"Creo que la Constitución representa un paso importante hacia la construcción de un país democrático y hacia la estabilidad. Si gana el no, tendremos que volver a empezar todo el proceso constitucional desde cero", sostiene Matualy, un jubilado residente en el popular barrio cairota de Sayida Zeinab. Su esposa Aliya, directora de escuela, que luce el velo islámico, discrepa: "Una Constitución debe ser un texto consensuado por todos, y éste no lo es. Divide a los egipcios. Además, otorga demasiados poderes al presidente. Por eso voté por el no".
Aunque posee un indudable barniz islamista y conservador, el borrador constitucional es fruto de compromisos entre opiniones diversas, por lo que es bastante ambiguo y permite diferentes lecturas. El equilibrio de fuerzas en el próximo parlamento será fundamental para trazar su desarrollo en un sentido u otro. Aunque el texto final fue aprobado sólo con los votos de los partidos islamistas, los laicos y representantes de las iglesias cristianas se retiraron de la Asamblea Constituyente en sus últimas sesiones, por lo que el borrador recoge algunas de sus aportaciones durante los cinco meses de trabajo previo.
A falta de encuestas fiables, la mayoría de expertos apuesta por un triunfo rotundo del sí. "Creo que la Constitución pasará con más de un 65% de los sufragios. Los islamistas están más movilizados y han construido una narrativa más eficaz basada en la estabilidad y la ley islámica", declaró a LA NACION Samer Shehata, catedrático de la Universidad de Georgetown.
Aunque es cierto que la oposición no pudo hilvanar una narrativa tan coherente, ni cuenta con una maquinaria electoral tan engrasada como sus adversarios, los fuertes vientos de la polarización pueden propulsar sus opciones de hacer descarrilar el proyecto islamista de los Hermanos Musulmanes.
Para muchos votantes hostiles a la Hermandad, el referéndum no es sólo sobre la Carta Magna, sino un plebiscito sobre el controvertido gobierno de Morsi. Sea como fuere, muy pocos creen que el país recuperará la senda de la estabilidad tras la votación. El próximo pulso de la convulsa transición egipcia serán las elecciones legislativas, previstas de aquí a unos dos meses.
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