Un discurso para intentar recuperar la iniciativa política
MADRID.- No podía llegar peor el presidente del gobierno al debate del Estado de la Nación. Con casi seis millones de desempleados, en plena recesión, con malas noticias económicas a diario y la sangría de un escándalo de corrupción que lo afecta directamente, porque su ex tesorero Luis Bárcenas redactó unos papeles en los que apuntó pagos durante 11 años al propio Mariano Rajoy y a otros dirigentes.
Rajoy, dice su gente, se agranda en esos momentos en los que no parece haber salida. Y el presidente intentó ayer, con un discurso rotundo y medidas importantes contra la corrupción, salir del agujero en el que está metido y que compromete su credibilidad. Rajoy no citó ni una sola vez a Bárcenas, pero toda la parte final de su discurso, la más contundente, la que más aplausos recibió de su grupo, parecía diseñada al milímetro para salir del pozo al que lo ha llevado el escándalo de su ex tesorero.
Una de las medidas parecía diseñada precisamente para evitar un nuevo "caso Bárcenas": los tesoreros de los partidos no sólo tendrán que informar al Tribunal de Cuentas, sino que también irán anualmente al Congreso para explicar al detalle cómo gastaron el dinero, que en el caso del Partido Popular (PP) es en un 95% público.
En algún momento, el presidente pareció lanzar el mensaje de que va a tratar de que no se repita lo que pasó hasta ahora, pero sin concentrarse en qué hacer ante lo que pasó.
La diferencia entre el discurso rotundo con cambios legales y la realidad del PP era evidente.
Rajoy propuso una nueva ley de transparencia total de las cuentas de los partidos, mientras que los populares ni siquiera aclaran si están en su contabilidad oficial las partidas de los papeles de Bárcenas que ya están confirmadas.
Rajoy prometió una auditoría del patrimonio de todos los responsables políticos, pero el PP ni siquiera aclara estos días si Bárcenas sigue contratado en el partido o en concepto de qué le pagó un dinero fijo al mes y la seguridad social hasta diciembre pasado.
Fue evidente que Rajoy no quiso hablar de casos concretos. Su única mención indirecta al ex tesorero llegó al pedir que no se confunda a todos los políticos con los corruptos. El fondo del discurso parecía claro: el presidente no quiere hablar de lo que pasó hasta ahora, pero sí plantea medidas de fondo y muy novedosas para que no vuelva a pasar.
Ese discurso rotundo del presidente, que gustó mucho a su bancada y que en materia económica exhibió sobre todo el logro de haber evitado que España fuese rescatada, entró de lleno en el asunto de la corrupción y no trató de esquivarlo, como había hecho hasta ahora.
Rajoy mostró a la Cámara que es plenamente consciente del enorme deterioro de imagen de la política española. Pero sobre todo pidió a los diputados de la oposición que lo ayuden a salir de este ambiente. "Señorías, es necesario acabar con este clima que empieza a ser irrespirable", dijo, en un tono muy serio, casi dramático.
Frente a ese descrédito, y sin entrar en ningún momento en el caso concreto de Bárcenas, Rajoy planteó cuestiones que en otros países son habituales, como el control de los lobbies, pero que en España nunca se han producido.
A falta de grandes anuncios económicos, el presidente concentró el peso político de su discurso inicial -muy trabajado por su gabinete y por él mismo en los últimos días- en las medidas contra la corrupción. Con una idea clara: captó el mensaje, está dispuesto a hacer reformas profundas, sabe que la credibilidad de la política española está por el piso.
Rajoy no quiso entrar ayer al barro de su propia corrupción, pero el debate continúa hoy, y las réplicas a los partidos de la oposición sin duda lo obligarán a bajar a ese lodazal.
Una de las principales incógnitas consiste en saber si conseguirá superar dos días de debate sin siquiera pronunciar el nombre de Bárcenas. Sin duda, la oposición intentará ponérselo difícil.
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