Un discurso ambiguo que sigue apostando a dividir
Río de Janeiro.- El presidente Jair Bolsonaro podría haber sumado, pero prefirió dividir.
Era un momento de fiesta cívica,la asunción de un presidente electo en las octavas elecciones consecutivas desde la vuelta de la democracia a Brasil . Pero él escogió achicar en vez de ampliar. Y eso quedó claro hasta en el momento más emotivo, cuando desde el Planalto, la primera dama Michelle se dirigió a los hipoacúsicos usando lenguaje de señas, para incluirlos en la ceremonia. Minutos después, Bolsonaro afirmó que terminaría con lo políticamente correcto. El gesto que acababa de hacer su esposa era políticamente correcto. Y amable.
En sus discursos, Bolsonaro envió señales contradictorias. Apeló al Congreso para que lo ayude a reconstruir el país y recuperar la esperanza, pero luego bromeó improvisadamente al decir que estaba "cansado" del Congreso. Habló de darles más poder a los estados y municipios. Dijo que reafirmaba su compromiso de construir una sociedad sin discriminación y sin divisiones.
También afirmó que quería la ayuda del Congreso para liberar a la patria de la "irresponsabilidad económica". Eunício Oliveira, presidente del Senado, tuvo que recordarle que no arrancaba de cero, sino que varios avances económicos fueron logros de la gestión del expresidente Michel Temer.
Su insistencia en eso que llama "ideología de género" y "sesgo ideológico" es una repetición de lo que dijo en campaña, pero es contradictorio. Este es un gobierno con sesgo e ideología, que fue elegido entonando un discurso de derecha. Con esas ideas gobernará, y es natural. Lo que ofende a los hechos es decir que ahora el país estará "libre de amarras ideológicas". Por lo visto, está cambiando de amarras.
En el punto más peligroso de su discurso ante el Congreso, Bolsonaro colectivizó el atentado criminal contra su vida al decir que "cuando los enemigos de la patria, del orden y de la libertad atentaron" contra su vida, "millones de personas salieron a las calles".
En ese relato, Bolsonaro les aplica el epíteto de "enemigos de la patria" a sus adversarios políticos y los mezcla con el autor del atentado, generando una peligrosa ambigüedad. Dijo haber sido elegido como reacción de la sociedad contra esos "enemigos". Brasil ya conoce el riesgo de ese tipo de relatos que distorsionan los hechos. Conoce también el peligro que representan los líderes que se apropian de la bandera nacional como si fuera expresión de una ideología, en vez de ser el manto que nos une a todos.
En lo económico, el presidente Bolsonaro delineó una serie de buenos objetivos. De hecho, como bien dijo, el país puede ingresar en un círculo virtuoso si aumenta la confianza después de las reformas y medidas que aumenten la eficiencia de su economía.
"Realizaremos reformas estructurales que serán necesarias para la salud financiera y la sustentabilidad de las cuentas públicas", dijo.
Bolsonaro dice que, en lo económico, su gobierno traerá confianza "al cumplir su compromiso de no gastar más de lo que recauda". Es importante que haya reafirmado ese compromiso, pero para que se haga realidad la promesa del flamante ministro de economía Paulo Guedes de llegar al déficit cero dentro de un año, será necesario lograr consenso para aplicar medidas impopulares. Esas "reformas estructurales" realmente se producirán si el presidente Bolsonaro tiene mucha más determinación de la que ha demostrado hasta ahora. En general, sus definiciones económicas son dubitativas.
Un punto discordante fue el trato que recibió la prensa nacional y extranjera acreditada para cubrir la asunción. Sin duda era necesario tomar recaudos para proteger la seguridad del presidente, pero eso fue usado como pretexto para cercenar el trabajo de la prensa. Yo estuve presente en las tomas de posesión en Brasilia desde la asunción del presidente João Figueiredo. Jamás vi los disparates que tuve que presenciar ayer, como el de exigir que los periodistas llegasen siete horas antes del evento para luego quedar confinados dentro del vallado. La confiscación de manzanas fue solo un toque más de ese sinsentido, en medio de una colección de abusos.
El presidente Bolsonaro dijo que una de sus prioridades es "proteger y revigorizar la democracia brasileña". Es un dato alentador, sobre todo viniendo de alguien que en el pasado ha elogiado los gobiernos por la fuerza. La democracia presupone una prensa libre y activa.
Esperemos que los excesos de ayer no sean el preanuncio de una relación autoritaria, sino apenas un error a ser corregido.
Traducción de Jaime Arrambide
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