Un dilema suizo: ¿cómo sacar las viejas bombas de las profundidades de los lagos?
Suiza ofrece un premio de 58.000 dólares por ideas para retirar municiones del fondo de las aguas, de forma segura y respetuosa con el medio ambiente
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LONDRES - Los lagos de Suiza reflejan sus escarpadas montañas y bañan sus ciudades. Sus superficies azules son apacibles. Y sus aguas son, aparentemente, prístinas.
Pero su plácido exterior esconde un problema explosivo: bajo sus aguas yacen municiones militares no utilizadas, lo que podría dañar los frágiles ecosistemas de los lagos. Por ello, Suiza está intentando recabar ideas para extraer los artefactos en caso de que contaminen el agua.
El país europeo ha puesto en marcha un concurso con un premio en efectivo de 58.000 dólares, que se repartirán entre las tres mejores propuestas para retirar la munición vertida en los lagos durante décadas. Pero debe hacerse de forma segura y respetuosa con el medio ambiente.
No hay necesidad inmediata, subrayó el anuncio: Suiza vigila las aguas, y los funcionarios dijeron que una fuga de contaminantes de las municiones sería “contra todo pronóstico”.
“El control regular del agua y los sedimentos del lago no muestra actualmente ningún efecto negativo de las municiones vertidas”, escribió en un correo electrónico Samanta Leiser, vocero de la oficina federal suiza de adquisiciones de defensa, que añadió que el departamento “no espera que esto cambie”.
Más bien, el país está tratando de planificar para el peor de los casos unos 20 años después de que una evaluación mostrara que una limpieza de los explosivos podría “provocar una turbulencia masiva de lodo y altos riesgos para el sensible ecosistema”, explicaba el anuncio del premio.
Consecuencias
Algunos expertos sostienen que intentar eliminar las municiones del fondo de los lagos, incluso si estas comenzaran a contaminar, podría ser más peligroso que dejarlas allí.
Mike Sainsbury, director gerente de Zetica, una empresa británica especializada en la manipulación de munición sin estallar, dijo que si las municiones no fueran inmediatamente peligrosas, o si no fuera probable que se degradaran de forma perjudicial, “probablemente abogaríamos por dejarlas tranquilas”.
Por suerte para Suiza, hay muchas empresas en toda Europa que buscan, detectan, investigan, contienen y a veces eliminan las municiones que quedan de la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y otros conflictos.
Se mantienen ocupadas: las viejas bombas pueden perturbar la vida cotidiana en ciudades alemanas como Fráncfort y Berlín. También aparecen ocasionalmente en Gran Bretaña. La semana pasada, más de 400 casas de Irlanda del Norte fueron evacuadas después de que unos trabajadores encontraran lo que podría haber sido una bomba de guerra, según informó la BBC.
A medida que los metales de décadas de antigüedad del armamento empiezan a deteriorarse, algunos se preguntan si estos restos de armas podrían estar volviéndose más peligrosos. Los debates empezaron a hacer mella en décadas de creencia predominante: vigilar los explosivos, pero -siempre que sea posible- dejarlos en paz.
Suiza, oficialmente neutral desde hace más de 200 años, no está plagada de munición procedente de conflictos activos. Pero su Ejército ha necesitado en ocasiones deshacerse de armamento, incluyendo “munición problemática, excedentes o munición de servicio obsoleta de las fuerzas en perfecto estado o incluso lotes rechazados de la producción”, decía el anuncio del concurso.
La mayor parte de la munición yace en las profundidades de tres masas de agua: el lago de Thun, el lago de Brienz y el lago de Lucerna, sumergidas allí desde 1918 hasta 1964, según el anuncio. El vertido de armamento se produjo antes del inicio del movimiento ecologista, que cobró impulso internacional en la década de 1960.
Antes de eso, los lagos parecían una apuesta segura para deshacerse de explosivos porque el agua contendría cualquier explosión.
“Existía la creencia de que el agua se autodepuraba”, explicó Alex Souchen, historiador y profesor adjunto de la Universidad de Guelph (Canadá) especializado en municiones submarinas y contaminación militar. “Simplemente veían la dilución como la solución definitiva para todo”, añadió.
En reposo, las municiones abandonadas en los lagos suizos, a una profundidad de entre 150 y 220 metros, no suponen un riesgo de explosión para las personas. A tales profundidades, el agua absorbería cualquier onda expansiva, dijo Sainsbury. Incluso una gran explosión podría no causar ni siquiera una onda en la superficie, añadió.
Riesgos ambientales
Pero mover las municiones puede ser peligroso. Aunque sean antiguas, pueden ser letales. Por ello, tendrían que ser retiradas una a una de forma “forense”, explicó Sainsbury. “Sería un proceso minucioso”, añadió.
Existe un debate sobre el riesgo medioambiental de dejar las municiones en los lagos. Los metales se degradan y las sustancias químicas se filtran, lo que puede ser tóxico para el agua, los animales y las personas. Pero trasladar las municiones a la superficie, incluso para deshacerse de ellas, podría propagar sus toxinas mucho más lejos y mucho más rápido, según los expertos.
Basta pensar en cómo caen los guijarros (cantos rodados) y el barro enturbia el agua cuando se recolecta un puñado de piedras del lecho de un lago, explica Souchen.
“Imagínese que es un proyectil de artillería, que se desintegra al pasar por los distintos niveles de presión del agua”, añadió. “Si perturbas el lugar, puedes causar más daño que si simplemente los dejas allí”.
Amelia Nierenberg
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