Un despido incubado al calor de la bronca y la desconfianza
A Trump le cayó muy mal la confesión de Comey de cómo habría influido en el resultado electoral
WASHINGTON.- Cuando se acercaba el final, ya ninguno de ellos pensaba demasiado bien del otro. En marzo pasado, cuando el presidente Donald Trump acusó a su antecesor Barack Obama de haberle pinchado los teléfonos, el director del FBI, James Comey, se quedó pasmado. Les dijo a sus allegados que el nuevo presidente estaba "fuera de quicio" y hasta usó la palabra "loco".
Trump se enfureció cuando Comey desdeñó públicamente su sensacional acusación de la pinchadura telefónica. En las semanas que siguieron, su furia siguió en aumento y empezó a hablar de desplazarlo de su cargo. Y todo terminó el domingo pasado, mientras el presidente miraba los programas de debates desde su club de golf de Nueva Jersey. "Algo no está bien con Comey", les dijo a sus colaboradores.
El choque entre el presidente y el director del FBI, que culminó con el sorpresivo despido de Comey, se venía incubando desde hace tiempo. Para un presidente obsesionado con la lealtad, Comey era un agente libre a quien no podía confiársele el FBI mientras investigaba las vinculaciones de Rusia con la campaña de Trump. Y para un agente del orden público obsesionado con la independencia, Trump era una imprevisible ruleta rusa, que disparaba acusaciones irresponsables por Twitter y ponía en riesgo la credibilidad del FBI.
En una serie de declaraciones cambiantes, la Casa Blanca primero dijo que Trump había decidido desplazar a Comey por recomendación del procurador general y su fiscal adjunto. Luego dijo que el presidente ya venía pensando en echar a Comey tras su triunfo electoral, una idea que terminó de cuajar la semana pasada, después del testimonio de Comey ante el Congreso.
La versión para la platea estuvo a cargo de Sarah Huckabee Sanders, vocera de la Casa Blanca, que aseguró que Trump había tomado la medida en vista de las "atrocidades" cometidas por Comey durante la investigación de los mails de Hillary Clinton, el año pasado. Pero en privado los funcionarios dicen que Trump venía juntando bronca por una seguidilla de ofensas, incluido el manejo que hizo Comey de la investigación sobre Rusia, su aparente falta de interés por investigar las filtraciones perjudiciales para Trump y la sensación de deslealtad que tuvo el presidente por la actitud de Comey ante su denuncia de escuchas ilegales.
"Lo cierto es que venía pensando en desplazarlo desde que ganó las elecciones", dijo Sanders.
Comey terminó de sellar su suerte con su último testimonio ante el Congreso sobre la investigación de la interferencia de Rusia para inclinar las elecciones de 2016 y de los mails de la cuenta privada de Hillary.
Mientras miraba la audiencia, Trump se enfureció, convencido de que Comey estaba fanfarroneando. Lo irritó especialmente que Comey dijera sentirse "un poco asqueado" de que se pensara que su manejo del caso de los mails hubiese torcido el resultado de la elección, un comentario que Trump tomó como una afrenta a su propio lugar en la historia.
A esa altura, Trump empezó a hablar de echarlo. El presidente y sus colaboradores evaluaron que el propio Comey les había dado la excusa perfecta, al brindar un relato erróneo del modo en que Huma Abedin, asesora de Hillary, transfirió mails a la laptop de su marido, un relato de los hechos que el FBI rectificó.
A Trump le gusta que sus decisiones sean analizadas en profundidad por un amplio círculo de funcionarios, asesores y amigos, pero en este caso al principio eligió ventilar su enojo solamente entre sus allegados más próximos, como el vicepresidente, Mike Pence; el consejero Donald McGahn, y su yerno, Jared Kushner: todos ellos apoyaban la destitución de Comey.
El Departamento de Justicia empezó a trabajar en el desplazamiento de Comey. El procurador general, Jeff Sessions, instruyó a sus fiscales para que buscaran razones para su despido.
El presidente y sus colaboradores sumaron críticas a Comey por su manejo de la investigación sobre Hillary y ampliaron su descontento a toda la gestión del director del FBI. "No estaba haciendo bien su trabajo", dijo Trump antes de reunirse con el canciller ruso, Sergei Lavrov.
"Aprecio enormemente que me haya informado en tres ocasiones distintas que yo no estaba siendo investigado", escribió Trump en su carta a Comey. Según reconocen en la Casa Blanca, esas palabras reflejan que la obsesión de Trump era que esa investigación terminara amenazando su agenda de gobierno.
Traducción de Jaime Arrambide
G. Thrush, M. Haberman, M. Schmidt y Peter Baker
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