Un criptograma y la historia del tesoro más buscado de las islas Seychelles, valuado en US$ 250 millones
Instantes previos a ser ejecutado en la horca, el pirata francés Olivier Levasseur dejó estupefacta a la multitud en Saint-Denis, en la colonia francesa de la isla Bourbon (hoy Reunión). Con su último suspiro, extrajo de su collar un criptograma de 17 renglones, lo arrojó a los presentes y los desafió a que encuentren el tesoro que había escondido en las islas Seychelles.
Levasseur fue ejecutado el 7 de julio de 1790 y el misterio del botín escondido en las islas Seychelles le sigue quitando el sueño a los cazadores de tesoros. Aún hoy, 290 años después.
A raíz de una herida producida en un combate, Levasseur cubría un ojo con un parche, muy acorde al desarrolló de su carrera como corsario durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1715). Convertido en bucanero, en el mar Caribe se interesó por el oro, metal preciado que aprendió a oler. Lo llamaban "Gavilán" y el mote se lo ganó por la velocidad con la que atacaba a sus rivales con el cuchillo.
Con Inglaterra siguiéndolo de cerca en las Antillas, Levasseur montó su base de operaciones en Madagascar y buscó fortuna en el Índico, siempre atento a los galeones portugueses que volvían de sus colonias en la India. Durante sus fechorías en el mar, "El Gavilán" cerró filas con el también temible pirata inglés John Taylor.
El robo de los piratas
De manera conjunta, Levasseur y Taylor perpetraron en 1721 la captura del galeón portugués "Nuestra Señora del Cabo". Considerado como uno de los ataques más famosos en la historia de la piratería, el buque de 800 toneladas, en su regreso a Lisboa, poseía un gran tesoro.
Cofres que rebosaban de plata y oro, diamantes, perlas, seda y hasta la Cruz Ardiente de Goa, forjada en oro con ornamentos de piedra preciosas. Una cruz tan pesada que fueron necesarios tres hombres para cargarla.
Luego del atraco, Levasseur se ocultó con su parte del botín en la isla de Mahé, en las Seychelles, beneficiado con una amnistía del gobierno francés a aquellos piratas que renunciaran a sus fechorías. Pero, el "Gavilán" fue finalmente detenido en Madagascar y trasladado a Saint-Denis donde murió en la horca.
200 años después de la muerte de Levasseur, en 1923, la señora Rose Savy reconoció unas extrañas marcas en unas rocas en la playa de Bel Ombre en Mahé. Marcas que daban el indicio de que el tesoro podría estar en algún lugar de esa isla.
Con la ayuda de su sobrino, Savy obtuvo una copia del criptograma de Levasseur. El documento fue autentificado por la Biblioteca Nacional de París. En sus 17 renglones contenía instrucciones para encontrar el tesoro millonario escondido por el otrora cosario y bucanero francés.
Savy ordenó excavar, pero lejos de dar con el tesoro solo encontró los restos de piratas con exiguas cadenas de oro, quizás los esqueletos de piratas que el "Gavilán" habría ejecutado para mantener su botín a salvo, en el más críptico de los secretos.
Sin lograr descifrar el criptograma, Savy se dio por vencida y le vendió el documento a un ex guardia de un famoso regimiento del Ejército del Reino Unido que protege las residencias oficiales de la monarquía británica. Su nombre era Reginald Cruise-Wilkins.
Oriundo de Nairobi, Cruise-Wilkins llegó a Seychelles para reponerse de la malaria. Este "cazador blanco" de tesoros tenía experiencia en descifrar códigos, por su paso en el Ejército, y tras examinarlo comprobó que el criptograma se basaba en símbolos masones.
Con esa premisa, Cruise-Wilkins concluyó que Levasseur había enterrado el botín de acuerdo con un complejo acertijo inspirado en los "Doce trabajos de Hércules" de la mitología griega. El exmilitar excavó durante 27 años el litoral de Bel Ombre, costa bañada por un mar turquesa, vegetación exhuberante y rocas enormes de granito esculpidas por el incesante oleaje. La muerte lo detuvo en 1977 y el anhelo por encontrar la fortuna fue retomado por su hijo.
De la misma manera que su padre, o quizá con aún con más tozudez, John Cruise-Wilkins (62) sigue adelante con la búsqueda. Búsqueda que entró en stand by por la pandemia de COVID-19. Mientras tanto, este historiador negocia con el gobierno de Seychelles que le renueven la licencia para poder seguir excavando.
Según las estimaciones de Cruise-Wilkins, el tesoro tendría hoy un valor cercano a los 250 millones de dólares. Pero anticipa que si llegara a ser descubierto, la mitad del botín quedaría en manos del gobierno seychelense.
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