Un crimen que crispa la tensión por la hegemonía en el Golfo Pérsico
TÚNEZ.- Algunos movimientos de las últimas semanas en Medio Oriente, como la extraña dimisión, luego revocada, del primer ministro libanés o la escalada bélica en Yemen, sugieren que los diversos escenarios regionales están íntimamente ligados. Y la partitura de la música de fondo es casi siempre la misma: la guerra interpuesta entre Irán y Arabia Saudita por la hegemonía en el Golfo Pérsico, uno de los principales puntos neurálgicos de la geopolítica mundial al acaparar la mayoría de reservas mundiales de combustibles fósiles. Según la mayoría de expertos, las últimas noticias apuntan a un aumento de la tensión entre ambos enemigos y sus socios regionales.
El asesinato ayer del ex presidente yemenita Abdullah Saleh constituye una mala noticia para Riad, que ya se frotaba las manos con el cisma abierto entre las dos facciones que han constituido su tenaz enemigo en la guerra del Yemen: la milicia hutí, de confesión chiita zaidí y aliada de Irán, y el propio Saleh, un ambicioso e implacable ex dictador. El depauperado país árabe se ha convertido en un avispero de difícil salida para el príncipe heredero saudita, Mohammed ben Salman, arquitecto de la intervención saudita en un conflicto por el poder en un país agriamente fragmentado a raíz del estallido de la "primavera árabe". Saleh podría haber sido su salvoconducto.
Tras varios meses de crecientes desavenencias entre los hutíes y Saleh, este último propuso la semana pasada "abrir una nueva página" en las relaciones con Arabia Saudita. Es decir, el veterano camaleón de la política yemenita ofrecía a Riad un pacto para saltar de una trinchera a la otra.
Miembro de una importante tribu en un país altamente clánico, Saleh conservó incluso después de perder el poder en 2012 el apoyo de una importante parte del ejército, lo que lo convertía en un importante actor político. Un cambio de alianzas en la guerra, con Saleh sumándose a las fuerzas tribales leales al presidente Abdo Mansur Hadi, sostenido por los bombardeos aéreos sauditas, podría haber representado un punto de inflexión en la guerra, que se acerca a su tercer año.
De ahí que, antes de que fuera demasiado tarde, la milicia hutí quisiera abortar este escenario y lanzara una ofensiva contra las tropas de Saleh. Aunque la muerte de Saleh, de 76 años, representa un golpe para Riad, los hutíes y su padrino iraní aún no deberían cantar victoria. Si la facción liderada por Saleh mantiene su cohesión y se muestra determinada en vengar su muerte, a los hutíes les esperan unos meses difíciles ante un rival crecido en efectivos. Los combates en la capital auguran una intensificación de las hostilidades en varios frentes próximamente.
El futuro también pinta duro para la sufrida población yemenita. Su país ya era el más pobre del mundo árabe antes del inicio de la guerra. Ahora, con sus infraestructuras destrozadas, se ha convertido en "la peor crisis humanitaria" del mundo según la ONU. Las cifras son espeluznantes: más de siete millones de personas están en riesgo inminente de hambruna y un millón, aproximadamente, se ha contagiado de la epidemia del cólera. La última vez que la ONU hizo un recuento, hace más de seis meses, habían muerto como consecuencia de la guerra más de 10.000 personas.
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