Un conservador, favorito para poner fin a la era Tsipras en Grecia
PARÍS. - El primer ministro griego de ultraizquierda, Alexis Tsipras, corre hoy el riesgo de perder el poder en Grecia, condenado por el alto costo político y social que tuvo el modelo alternativo de austeridad que quiso encarnar para combatir la crisis y resistir la influencia de los mercados.
La lucha que desarrolló durante cuatro años el líder del partido Syriza para enfrentar la crisis financiera y económica que había devastado su país y amenazaba con arrastrar la eurozona se convirtió en un modelo de estudio para los políticos y economistas que analizan el impacto de las políticas de austeridad.
Tsipras, que cumplirá 45 años a fin de mes, llega a las urnas debilitado por la reciente derrota en las elecciones al Parlamento Europeo, del 26 de mayo, en las cuales obtuvo solo 24% contra 33% de su rival conservador, Kiriakos Mitsotakis, el líder de Nueva Democracia. Los sondeos otorgan a Mitsotakis una ventaja de 11 puntos (39% a 28%) para hoy.
"El pueblo aún no dijo su última palabra. Los griegos deben y pueden vencer esta batalla", proclamó Tsipras para tratar de movilizar a la juventud, entusiasmada con las reducciones de impuestos, la eliminación de trabas burocráticas para las empresas y el fuerte crecimiento que propone su rival en el marco de un programa ultraliberal que ofrece reformas no solo en economía, sino también en Justicia, educación, inmigración y seguridad.
"Sería insensato perder ahora los sacrificios y el trabajo realizado por los griegos en los últimos cinco años, entregando las llaves de la caja a quienes despilfarraron el dinero durante la crisis y dejaron las arcas vacías", clamó Tsipras en su último acto de campaña en Creta.
Una gran parte de la opinión pública considera una traición el plan de rigor aplicado por Tsipras después de la histórica consulta popular del 5 de julio de 2015. En ese referéndum, convocado por Tsipras seis meses después de su llegada al poder, los griegos votaron oxy (no) para rechazar en forma contundente los recortes sociales que exigía la famosa troika que monitoreaba las finanzas del país: el Eurogrupo de ministros de Finanzas de la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tsipras ignoró ese pronunciamiento popular y aplicó las violentas recetas de Bruselas, que devastaron la economía y el tejido social: su mayor éxito es haber logrado en 2018 un crecimiento real del 1,4%, debido sobre todo al repunte de las exportaciones y el turismo, y un superávit primario del 4,2%, cifra récord que supera los objetivos exigidos por los acreedores (1,75%). Gracias a esa recuperación pudo reducir el desempleo del 28% al 18% -que sigue siendo el más alto de Europa-, pero conserva un pico alarmante del 40% entre los menores de 25 años. Solo el 18% de los desocupados cobra subsidio de desempleo porque la mayoría queda excluida debido a los estrictos requisitos.
Ese panorama no es más dramático porque 550.000 jóvenes diplomados emigraron a otros países europeos en busca de empleo o de mejores remuneraciones. Aunque el sueldo promedio es de 600 euros, el 72,8% de los empleados recibe un ingreso mensual neto inferior a 1000 euros, según datos de Eurostat.
Esas condiciones de extrema vulnerabilidad favorecieron el surgimiento de un "mercado negro de trabajadores", en el cual la gente cobra 300 o 400 euros por mes por un empleo de ocho o diez horas sin ningún contrato. En la práctica, los trabajadores perdieron casi la mitad de su poder adquisitivo y las jubilaciones bajaron 23 veces en ocho años. En compensación, el gobierno prometió devolverles el aguinaldo, abolido en 2012, pero ese gesto representa una gota de agua en el desierto.
Sacrificios
"Las clases medias y populares se empobrecieron por lo menos en 50%", asegura el economista Leonidas Vatikiotis, que fue uno de los fundadores de la Comisión por la Auditoría de la Deuda Griega y asesor del famoso documental Debtocracy (Deudocracia).
Avergonzado por el estado en que la troika dejó al país, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en mayo último pidió disculpas y reconoció que durante la crisis había sufrido presiones de "numerosos gobiernos" de la UE para dejar que Grecia saliera de la eurozona. "Conseguimos que permaneciera, pero el precio ha sido muy alto", admitió.
A pesar de esos sacrificios, el país está lejos de haber salido del largo túnel: aún continúa sometido al monitoreo de sus acreedores y las medidas de austeridad para reembolsar la deuda, que llega a 180% del PBI, están programadas hasta el año 2060. Tsipras, sin embargo, nunca consiguió que los organismos oficiales aceptaran hacer borrón y cuenta nueva.
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