Un cimbronazo en el guión de una campaña que ya parecía escrita
Marina Silva vistió ayer de negro su página de Facebook, en señal de dolor por su compañero de fórmula del Partido Socialista de Brasil (PSB). La conmoción, como a todo Brasil, la envolvió en un silencio que sólo quebró mucho más tarde para la lectura de una declaración en homenaje a Eduardo Campos.
Pero el luto de la candidata a vicepresidenta no impidió que ella sonara, desde la primera hora, como la reemplazante natural de Campos para disputar el liderazgo del país en nombre del socialismo. La disputa se zanjará en un tablero político alterado por la desgracia.
Campos miraba a cierta distancia a los dos rivales que lo aventajaban en la carrera para el 5 de octubre. Dilma Rousseff encabezaba con el 40% las encuestas por el Partido de los Trabajadores (PT), como lo viene haciendo con distintos porcentajes desde los primeros sondeos. Detrás de ella, con el 32%, acechaba Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y sólo en tercer lugar se dejaba ver el hombre del PSB, con la expectativa de remontar luego de la última curva, superar a Neves sobre la hora y disputar el ballottage contra la presidenta, que va por la reelección.
"Mi elección se dará a través de un fenómeno, arrancaremos en el último minuto. Cuando se termine el Mundial y empiece la propaganda televisiva, empezaré a crecer", dijo Campos en una entrevista publicada en julio en la revista Piauí. ¿Podrá crecer el PSB, ya sin su presencia, cuando comience la semana que viene la campaña que tanto esperaba Campos en radio y televisión?
Según la ley electoral, el partido tiene 10 días para designar al sucesor. Según la ley de la calle, sin embargo, Marina Silva es una de las personalidades políticas más populares del país, con suficiente lustre y credenciales para lograr el nombramiento al frente del socialismo y salir a disputar, voto a voto, la presidencia de Brasil contra los dos partidos tradicionales.
El hueso más duro de roer sería sin duda el casi imbatible PT de Dilma, la formación que busca el cuarto gobierno consecutivo después de los dos de Lula da Silva y del que está completando su heredera Dilma en un contexto social y económico menos placentero.
Lo primero será la candidatura. ¿Se decidirá el PBS por esta política y militante ecologista, incluso más popular que Campos, que se incorporó a la fórmula a último momento como figura extrapartidaria?
Su propia agrupación, la flamante Red Sustentabilidad, no alcanzó a reunir a tiempo los requisitos para anotarse en la contienda, y Silva optó por secundar a Campos en la boleta socialista. Su dote a la nueva relación no era nada módica: en las elecciones de 2010, cuando le disputó la presidencia a Dilma, obtuvo 20 millones de votos, un generoso caudal de voluntades al que cualquier partido con aspiraciones de triunfo querría echarle el guante.
"La muerte de Campos puede cambiar todo el escenario político electoral de Brasil. Hay una incertidumbre de lo que pueda pasar, de cómo leerán los electores esta tragedia. Pero creo que la salida de Campos y la entrada de Marina en la disputa aumentan la posibilidad de una segunda vuelta. Campos tenía dificultades en lograr mejores números en las encuestas porque no tenía identidad política, la estaba construyendo. Con Marina en la disputa esto cambia porque tiene un historial de competir en elecciones, tiene un discurso político de fuertes críticas a los partidos y a la política tradicional, y eso puede ser la base de su candidatura", dijo a LA NACION el analista brasileño Rafael Cortes, de la Consultora Tendencias.
Silva puede sacarles votos a Dilma y a Neves, y aspirar a una segunda vuelta. Y además de restarles votos a los partidos tradicionales, en el poder desde hace 20 años, la ecologista puede ganarse la confianza de los indecisos y de los descreídos de la oferta electoral que ya se planteaban votar en blanco.
Primero, claro, tendrá que vérselas con el entramado de partidos que estaban con Campos. Además del PSB y la Red Sustentabilidad, su candidatura era apoyada por el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Patria Libre (PPL), el Partido Humanista de la Solidaridad (PHS) y el Partido Republicano Progresista (PRP). Una sopa de letras unida por lo que los analistas atribuyen a los malabares conciliadores de Campos.
Para el politólogo Carlos Melo, del instituto de investigaciones Insper, "Marina puede medir más en las encuestas, pero quien llevaba adelante las negociaciones políticas y dialogaba con los diferentes sectores era Campos: dialogaba con todos, incluso con aquellos sectores con que Marina no lo hacía".
Según Cortes, "hubo una disputa entre Marina y algunos miembros del PSB y eventualmente puede tener un problema". Pero, en definitiva, "el deseo de los brasileños por una novedad en términos políticos va a crear una presión para que Marina dispute las elecciones presidenciales". Para Dilma y Neves, puede ser un problema.
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