Un Chile dividido recordó los 50 años del derrocamiento de Salvador Allende
Boric encabezó en el Palacio de La Moneda un acto donde se recordó a las víctimas del régimen de Pinochet y se homenajeó al expresidente; hubo críticas al revisionismo de la derecha
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SANTIAGO, Chile.- A las 11.52 de la mañana, el silencio se instaló en el Palacio de La Moneda y el tañido de las campanas entregó la señal: hace exactos 50 años, dos aviones Hawker Hunter iniciaban el bombardeo de la sede de gobierno, con el presidente en ejercicio Salvador Allende en su interior, y concretaban uno de los momentos más controversiales de la historia chilena: un golpe de Estado liderado por los militares y la posterior llegada al poder del general Augusto Pinochet.
En la Plaza de la Constitución de la capital chilena, se realizó un acto de conmemoración que evocó aquel quiebre democrático y en el que también se recordó a los más de 3000 muertos que dejó la dictadura y a las miles de víctimas de violaciones de derechos humanos. La instancia, por lo demás, venía precedida de alta expectativa y motivó durante meses una organización especial por parte del gobierno de Gabriel Boric.
“Hoy, recordamos a quienes defendieron la Constitución y las leyes cuando el Estado de Derecho caía, a quienes fueron perseguidos por sus ideas (...), no es separable el golpe de Estado de lo que vino después. Desde el mismo momento del golpe de Estado se violaron los derechos humanos de los chilenos y chilenas”, expresó el presidente Boric, en un enérgico discurso y ante la presencia de los presidentes Andrés Manuel López Obrador, de México; Gustavo Petro, de Colombia; Luis Arce, de Bolivia, y Luis Lacalle Pou, de Uruguay, además de los exgobernantes chilenos Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
“No pasa por pretender empatar las responsabilidades entre víctimas y victimarios, sino haciendo todo lo que esté a nuestro alcance por encontrar la verdad, la justicia y comprometernos como cantaron con fuerza las mujeres ayer afuera de La Moneda, ‘nunca más’”, añadió el líder de izquierda, que al mismo tiempo reforzó su posición.
“Hay quienes hoy nos critican por estar junto a ellas, por marchar junto a ellas, por declararnos sus deudores, pero a la vez sus cómplices, y yo les digo, con mucha convicción y tranquilidad, que no me arrepiento un segundo de estar junto con mi gobierno del lado de quienes sufrieron. La unidad y la reconciliación no se consiguen con neutralidad ni distancia, sino que poniéndose indiscutiblemente del lado de quienes fueron víctimas del horror”, enfatizó el mandatario, en la actividad central de la conmemoración y en la que no participaron representantes de derecha ni el expresidente Sebastián Piñera.
Con todo, Boric aprovechó la presencia de varios líderes de la región, y reconocidos rostros de la izquierda latinoamericana, para impulsar una declaración denominada “Compromiso de Santiago” y cuyo texto llamó a comprometerse a “cuidar y defender la democracia” y “respetar la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho”.
“Queremos preservar y proteger esos principios civilizatorios de las amenazas autoritarias, de la intolerancia y del menosprecio por la opinión del otro (…) Enfrentar los desafíos de la democracia con más democracia, nunca con menos, condenar la violencia, y fomentar el diálogo y la solución pacífica de las diferencias, con el bienestar ciudadano en el horizonte”, añadió.
Desde la oposición, en tanto, hubo críticas al “protagonismo” que tuvo Boric durante las actividades en torno a los 50 años. Uno de los puntos más cuestionados por la derecha tuvo que ver con el homenaje que le hizo a la figura del expresidente Salvador Allende. La polémica incluso se trasladó al Congreso, luego de que parlamentarios de la oposición intentaron boicotear la acción y la sesión terminó a los gritos durante la tarde.
“Un proyecto encabezado por un hombre de impecable trayectoria democrática, que fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y las leyes y así lo hizo, ese hombre, Salvador Allende, por ese compromiso y consecuencia, a cincuenta años de distancia el mundo le sigue rindiendo homenaje y lo respeta”, señaló en su discurso el jefe de Estado chileno sobre el político socialista que en medio del bombardeo se suicidó aquel 11 de septiembre de 1973.
“Esta fecha se ha encausado desprolijamente por parte del gobierno, entre otras cosas porque ha cometido errores fundamentales; ha emplazado de manera constante a la oposición de tomar esta fecha como una cuestión que esencialmente dividía, y al principio algunos también intentaron lograr una verdad oficial y eso, evidentemente, en democracia es muy complejo”, dijo a LA NACION José Francisco Lagos, director ejecutivo del Instituto Res Publica.
“Por eso se ha logrado y se ha generado también esta división donde no puede haber una unidad en torno a esta fecha, en general, porque el gobierno ha tensionado esto y ha transformado la efeméride de los 50 años en su agenda política actual y ese problema hace que se refloten divisiones del pasado incluso a contrapelo de lo que le gustaría al gobierno”, afirmó.
En medio de una jornada bastante más pacífica que la del domingo, que terminó con incidentes en el mismísimo Palacio de La Moneda –aunque históricamente los mayores desmanes suelen producirse durante la noche en los suburbios de Santiago–, la conmemoración del golpe de Estado contó con varios episodios llamativos.
Lo primero tuvo que ver con la diversa convocatoria que acudió al llamado de Boric. Se vio a Baltasar Garzón, el exjuez español que logró detener al dictador Augusto Pinochet en Londres; el reconocido guitarrista del grupo de rock Rage Against the Machine, Tom Morello, y la presidenta de la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Asimismo, asistieron exmandatarios como Juan Manuel Santos (Colombia), Ernesto Samper (Colombia) y José Mujica (Uruguay).
También llamó la atención la reaparición pública del exministro de Desarrollo Social Giorgio Jackson, a quien se vio por primera vez tras renunciar a su cargo en el gobierno. Fue empujado a esa renuncia por la crisis que generó su partido Revolución Democrática en el caso “Convenios”, que develó financiamientos irregulares del Estado a diversas fundaciones.
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