Un camino que lleva a los británicos a un impensado limbo
LONDRES.- Theresa May puso ayer en marcha la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Así empieza un proceso de salida que llevará dos años y del que por ahora poco sabemos.
Uno de los extremos posibles es que Gran Bretaña corte con la UE sin ningún acuerdo sobre comercio, migración, ni ningún otro tema significativo. O también podría acordar un "Brexit duro", recuperando el derecho a limitar la migración de ciudadanos de la UE dentro de sus fronteras nacionales, pero perdiendo acceso al mercado único.
El Brexit también podría acarrear el desmembramiento del Reino Unido, impulsando a Escocia e Irlanda del Norte a separarse de Londres. En ambos países ganó abrumadoramente el rechazó al Brexit. La alternativa es que todo quede más o menos como está. Se supo que este mes había funcionarios trabajando en un acuerdo que aseguraría la continuidad de la normativa sobre comercio e inmigración actualmente vigente durante 10 años más, extendiendo de ese modo el lapso de dos años previsto por el artículo 50 del tratado.
Eso tendría la ventaja de evitar un shock económico, tal vez incluso prolongando el proceso hasta el infinito. Pero eso enfurecería a muchos de ambos lados.
En definitiva, será May la que determine cómo será el Brexit. May es una operadora astuta, que seguramente avanzará en función de lo que considere políticamente juicioso. Pero eso es difícil de determinar, sobre todo porque no queda claro lo que quieren los votantes británicos.
Algunos de los proeuropeos más fervientes -como los miles que se manifestaron contra el Brexit el sábado pasado- conservan la esperanza de que la decisión sea revertida. Dos tercios de los que votaron por permanecer en la UE creen que debería celebrarse un segundo referéndum, un incremento significativo desde diciembre último. Pero eso parece muy improbable.
La clase política británica especula sobre lo que May entiende por Brexit. Oficialmente, May hizo campaña por "quedarse" en la UE, pero miembros de su equipo de campaña dicen que se mostraba reacia a tomar una participación activa en el asunto.
Como ministra del Interior, tomó una postura dura frente a la inmigración, pero porque, al pertenecer a la UE, Gran Bretaña no tenía control sobre el ingreso de los europeos. Ahora May parece creer -probablemente con razón- que el deseo de reducir la inmigración fue uno de los principales motores del triunfo del Brexit en el referéndum.
El equilibrio es difícil. Para Gran Bretaña, los trabajadores extranjeros -muchos de los cuales llegaron desde Europa tras la apertura de las fronteras en 2004- son imprescindibles para vastos sectores de su economía.
Al respecto, hay un cálculo político elemental. Mientras que sólo una mayoría limitada de los votantes del Partido Conservador, al que responde May, votaron por el Brexit, hace años que los conservadores perdieron terreno frente al antieuropeo Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP). Como el UKIP ahora atraviesa su propia crisis, May ve una oportunidad de revertir esa tendencia, apoyando el Brexit y recuperando a los seguidores que perdió su partido.
El problema, sin embargo, es que al momento de realizarse el referéndum, para cada persona el Brexit significaba algo distinto. El 52% que votó a favor del Brexit lo hizo con expectativas muy distintas, y hay muchos que se sentirán frustrados cualquiera sea el modo en que se concrete. El factor Escocia también es determinante. Ningún premier quiere pasar a la historia como quien fracturó el Reino Unido, un posible aliciente para que May diluya al Brexit para que los escoceses no se bajen del barco.
Hay señales de que el Brexit no será tan catastrófico como algunos anticipaban, pero el verdadero daño lo produce el permanente estado de incertidumbre en el que viven millones de personas, especialmente los ciudadanos europeos que viven en Gran Bretaña y los británicos que residen en el exterior.
Lo mismo les pasa a los empleadores, en especial los del sector financiero, que ya consideran trasladar sus negocios a Europa continental, ante el riesgo de perder acceso a los mercados.
May nunca ganó una elección y no tiene pensado convocar a ninguna hasta que el Brexit esté resuelto, o sea, probablemente en 2020. Cumplirá el mandato de David Cameron, que ganó prometiendo un referéndum único e irrepetible sobre la continuidad británica en la UE, pero que también prometió que si el país decidía separarse de Europa, todo sería un desastre.
Traducción de Jaime Arrambide
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