Un cambio sin estridencias, a la uruguaya
Montevideo.- Uruguay quedó congelado en estos días. El increíble casi empate de la segunda vuelta obligó a los contendientes a ser prudentes y esperar la confirmación formal del resultado. Es que la diferencia entre el ganador y el perdedor es la misma que los votos observados (gente que votó fuera de su circuito y por lo tanto se exige un doble control).
Es improbable que ese recuento modifique la tendencia: se puede afirmar que el próximo presidente de los uruguayos será Luis Lacalle Pou, del Partido Blanco, y al frente de una coalición de cinco partidos que le dará mayoría en ambas cámaras.
De todos modos, el resultado no deja de ser llamativo. Se da un casi empate a tres semanas de la primera vuelta, cuando el mismo electorado le quitó de modo contundente al Frente Amplio la mayoría parlamentaria que tuvo durante tres períodos. Con eso le despejó el camino a Lacalle Pou para, días después, escatimarle el triunfo. Como sea, desde 2004 Uruguay muestra un claro corte en dos mitades que se inclinan a un lado o a otro según cada instancia.
El triunfo de Lacalle Pou expresa la necesidad de cambio en Uruguay. Tras 15 años de gobiernos frentistas, el desgaste y el agotamiento se notan incluso en el clima interno del Frente. El nuevo gobierno tendrá mucho para trabajar en el área productiva, impulsando la exportación y buscando nuevos mercados y generar así empleo de calidad. Deberá enfrentar el acuciante tema de la inseguridad, la educación y la pobreza. La "agenda de derechos" sobre la que trabajaron los gobiernos de izquierda (legalización del aborto, regulación de la marihuana, el matrimonio gay, los derechos de la mujer, las políticas de inclusión) vino para quedarse y no se modificará.
Es que Uruguay no es un país de refundaciones drásticas y este gobierno no tiene intención de hacerlo, como tampoco lo hizo el Frente en su día. Cambios, ajustes y mejoras sí, pero siempre al ritmo cansino propio de los uruguayos.
Lo que comenzará, dentro de la normal continuidad institucional, es una nueva etapa política. El período que se inició con el final de la dictadura, en 1985, llega a su fin. No es que fueron todos de tránsito, pero en estos 35 años hubo una particular forma de hacer política y de imponer liderazgos.
Los líderes de entonces y que aún sobreviven están viejos y cansados. Se los escucha, es verdad, pero emerge otro estilo de dirigirse a la gente, de entender las señales que emite una sociedad que no todos visualizan.
Por eso algunos periodistas y analistas no entendieron el proceso que desde hace siete años vive el Partido Blanco. A Luis Lacalle Pou lo subestimaron, no lo vieron venir, no percibieron su lógica, distinta a la de las figuras visibles de la salida democrática y que influyeron en estas tres décadas (Julio Sanguinetti, Líber Seregni, Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle, Tabaré Vázquez, José Mujica). Sin tener el vuelo casi renacentista de algunos de ellos, Lacalle Pou al final demostró ser un formidable político, sutil, de gran empatía con la gente y un consumado estratega. Solo que actuó con códigos nuevos. Lo que ahora debe poner a prueba es su capacidad de gestión y de liderazgo como gobernante.
Ese proceso que empezó a vivirlo primero el Partido Blanco con Lacalle Pou llega también al Partido Colorado, aliado crucial del presidente electo. Encontró en Ernesto Talvi, sólido economista aunque con relativa experiencia política, la figura de recambio y habrá que ver cómo se consolida. El Partido Colorado fue predominante durante el siglo XX, pero sufrió sucesivas derrotas desde 2004 y le ha costado recomponerse. Esta podría ser su oportunidad.
Pero más que nada será un tiempo de cambios para el Frente Amplio, que retorna al llano. Hoy, la "trinidad" que lo lidera muestra señales de agotamiento. Todos rondando o con más de 80 años, están cerrando su ciclo. Tabaré Vázquez porque termina su segunda presidencia y además tiene problemas de salud. Danilo Astori, el referente económico en estos años, perdió espacio y votantes. José Mujica sigue desplegando energía y picardía, pero no puede disimular su cansancio.
Por lo tanto, el Frente Amplio deberá aprovechar su pase al llano para renovarse, ajustar sus códigos ideológicos y buscar nuevos dirigentes.
El período de la transición pasó por todas las etapas. Hubo alternancia de partidos, la izquierda accedió al gobierno por primera vez en 2004, un exguerrillero llegó a ser presidente y en breve la izquierda traspasará el gobierno a otro partido. El ciclo se cierra en forma casi perfecta.
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