Un ataque que lleva a Merkel a un terreno que hasta ahora desconocía
BERLÍN.- No hay otro líder europeo con tanta experiencia en gestión de crisis como Angela Merkel. Con su estilo tranquilo, marcó el ritmo de Europa durante el terremoto financiero en la eurozona, los roces con Rusia por Ucrania o el drama de los refugiados. Pero el ataque de ayer en Munich abre un frente nuevo que sacude de un modo diferente la tierra que pisa la canciller alemana.
Las características del atentado y la motivación del presunto único terrorista eran aún desconocidas ayer -se especulaba incluso con un ataque de ultraderecha como el perpetrado por Anders Breivik hace cinco años en Noruega-, pero cualquier escenario exigirá a Merkel habilidades políticas que hasta ahora no tuvo necesidad de desplegar.
Muchos miraron ya a Berlín después de que un refugiado afgano de 17 años entrara el lunes pasado en un tren bávaro y comenzara a agredir a pasajeros con un cuchillo y un hacha al grito de "Alá es grande". Fue el primer ataque sobre suelo alemán reivindicado por el grupo jihadista Estado Islámico (EI), aunque no hay pruebas de su implicación real.
"¿Aumentó Merkel el peligro terrorista en Alemania con su política de refugiados?", se preguntó el diario Tagesspiegel, que defendió a la canciller, pero pidió afrontar sin prejuicios el debate.
Responsable de abrir las puertas a más de un millón de solicitantes de asilo el año pasado, muchos de ellos jóvenes solos como el atacante del tren, Merkel prometió luego del atentado del lunes que trabajaría para recuperar uno de los bienes más preciados por los alemanes: la seguridad.
"Vamos a hacer todo lo que esté en manos del Estado y de sus fuerzas de seguridad para descubrir cualquier forma de extremismo y ponerle freno", dijo el miércoles pasado.
La canciller cristianodemócrata recordó probablemente esas palabras 48 horas más tarde, cuando toda Alemania quedó paralizada ayer ante las imágenes por televisión: un hombre que dispara a quemarropa a peatones en pleno centro de Munich, gente que huye aterrada, las calles de la tercera ciudad más poblada de Alemania convertidas en un páramo de miedo e incertidumbre.
Es improbable que el peor atentado de las últimas décadas en Alemania deje inmune a Merkel, ya sea de jihadistas o ultraderechistas. Y es que la crisis que afronta la canciller no comenzó ayer. Tampoco con el ataque del joven afgano. Y ni siquiera la noche de Año Nuevo, cuando miles de mujeres denunciaron robos y ataques sexuales por parte de presuntos solicitantes de asilo en Colonia y otras ciudades.
La crisis se inició para Merkel en septiembre de 2015, cuando sorprendió a propios y extraños con la decisión de permitir el ingreso de los refugiados bloqueados en la frontera y al prometer a los alemanes: "Vamos a conseguirlo". Una frase ya famosa que muchos ven como la más decisiva de su tercer mandato y, tal vez, de la era que inició al llegar al poder, en 2005.
Conocida por su estilo pragmático de hacer política, por su tendencia a esperar que la agitación de los acontecimientos se asiente antes de tomar decisiones, la canciller sorprendió ese día a propios y extraños con un giro precipitado y una convicción personal hasta entonces inéditos.
Luego de diez años de gobierno y en el tramo final de su gobierno, que posiblemente terminará el año próximo si no se presenta a las elecciones generales de 2017, Merkel inauguró así -para bien o para mal- un nuevo capítulo para su figura y para Alemania.
Admirada y criticada por partes iguales por su decisión, barajada como candidata al premio Nobel de la Paz y luego culpada por el auge de la derecha populista y xenófoba en Alemania, la canciller se convirtió en lo que no había sido hasta entonces: un elemento polarizador. Y el clima político del país se tensó de un modo desconocido en los últimos años.
Es en esa Alemania donde se produjo ayer el segundo atentado en cinco días. A diferencia del ajedrez político en Berlín o Bruselas, al contrario también de las largas negociaciones sobre la crisis griega o la tensión en Ucrania, el problema de seguridad que se constató esta semana exige aclaraciones rápidas y un discurso empático y tranquilizador.
Fiel a su estilo, la canciller optó por esperar. Al menos hasta anoche había evitado aparecer en televisión con un mensaje a los alemanes en un momento de extrema tensión. Afronta ahora una crisis diferente. Y su genio político quedó instalado en un escenario en el que tiene aún todo por demostrar.
Munich, símbolo de prosperidad y cultura
Motor del país
Capital del rico estado de Baviera, Munich es una de las ciudades más prósperas y de más rápido crecimiento de Alemania. Con una población de 1,4 millones de personas, es la número uno en calidad de vida y reconocido centro de cultura, tecnología, finanzas, innovación, educación, negocios y turismo
Tradición
Con 850 años de historia, combina la tradición con la modernidad. Sus habitantes hablan su propio dialecto del alemán y gozan de un altísimo nivel cultural a partir del teatro, la música, el cine, la literatura, los museos y festivales, aunque lo más famoso en el exterior es el Oktoberfest
1945: el derrumbe
Destrucción
Durante la Segunda Guerra Mundial la ciudad fue objeto de fuertes bombardeos de los aviones aliados; el 50% de todo su territorio y el 90% del centro histórico fueron destruidos
Septiembre negro
Los Juegos Olímpicos de 1972, que marcaban la renovada pujanza de la ciudad, quedaron empañados cuando un comando terrorista tomó de rehenes y asesinó a 11 integrantes de la delegación de Israel; también murieron un policía y cinco terroristas
Crecimiento
A partir de la década del '80 la ciudad se encauzó definitivamente en la vía del éxito con un fuerte crecimiento económico, la instalación de industrias de alta tecnología y de instituciones científicas, y un bajo nivel de desempleo
37,7% de extranjeros
Crisol de razas
Más de un tercio de la población total de la ciudad es de origen extranjero, unas 530.000 personas, que llegaron atraídas por las condiciones de vida
Enfrentamiento
La ola de migrantes ilegales que se derramó sobre Alemania el año pasado, sobre todo por la política de puertas abiertas de Merkel, enfrentó a la canciller con el gobernador del estado de Baviera, Horst Seehofer, a favor de cortar el flujo
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