Un antes y un después para la UE
La posibilidad de que Grecia abandone el euro ha estado muy presente en la prensa de los últimos días. Pero más allá de que Grecia tenga o no buenas razones económicas para apartarse de la moneda única europea, resulta interesante indagar acerca de qué caminos ofrece la Unión Europea (UE) para que un país de la eurozona abandone el euro.
La respuesta es, sorpresivamente, ninguno. En efecto, no hay nada en los tratados que dan forma a la UE que prevea cómo un país de la eurozona podría abandonar el euro.
Con la excepción del Reino Unido y de Dinamarca, países que reservaron su derecho a no participar de la moneda única a través de dos protocolos accesorios al Tratado de Maastricht, todos los demás miembros de la Unión Europea (esto incluye a los restantes 25) o bien ya están dentro de la eurozona o bien serán incorporados en cuanto cumplan con los criterios de convergencia establecidos a través de una decisión del Consejo de Europa.
En otras palabras, la Unión Europea incluye un procedimiento para ingresar en la eurozona (que no depende de la decisión de los Estados miembros, sino de las instituciones comunitarias), pero ninguno para abandonarla.
El Tratado de Lisboa, previendo la posibilidad de que un país miembro se retire de la Unión, sí incluyó un artículo y estableció los procedimientos necesarios para hacerlo.
Esto coloca a Grecia frente al hecho de que para abandonar el euro, debería, si se siguieran los procedimientos establecidos en la legislación que rige en el bloque, abandonar también la Unión Europea.
Esto supone, entre otras cosas, desvincularse del mercado único y de la unión aduanera simultáneamente.
Como es evidente, esta eventualidad resultaría mucho más catastrófica que sólo abandonar la moneda única, e ilustra sobre las complejidades institucionales que acompañan la gestión de la crisis europea actual.
El pragmatismo es un rasgo inseparable de las relaciones internacionales y las "prácticas ingeniosas" no serían una novedad en el proceso de integración europeo. Por esta razón no deben descartarse soluciones ad hoc que hoy resultan difíciles de anticipar.
Pero de lo que no hay duda es de que la crisis griega marcará un antes y un después en la historia de la integración europea, la principal y más profunda experiencia de cooperación interestatal de la historia contemporánea.
El autor es profesor plenario de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet
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