Un año después de la guerra, en la Franja de Gaza reina la desolación
Según la ONU, la reconstrucción prácticamente no empezó; los donantes internacionales enviaron menos ayuda de la prometida por temor a un rebrote del conflicto
CIUDAD DE GAZA.- El 9 de julio del año pasado, la casa familiar de Bassema Alnweiri, en el campo de refugiados de Nusseirat, en la Franja de Gaza, quedó convertida en una montaña de escombros. Horas después del bombardeo, LA NACION entrevistó a esta bioquímica palestina de 36 años. Aún conmocionada, se preguntaba por qué Israel había elegido su hogar y describía su asfixia, encerrada en el enclave palestino y atrapada en la guerra.
Desde entonces, poco o nada ha pasado en la vida de Bassema, ejemplo de la falta de perspectivas que castiga a la mayoría de los 1,8 millones de habitantes de Gaza un año después de la ofensiva que dejó unos 2200 muertos palestinos -la mayoría de ellos civiles- y 70 israelíes, principalmente soldados.
"Veo mi futuro negro. No encuentro una oportunidad. Mis padres están muy mal. Ni siquiera me animé a decirles que ya no tengo trabajo", cuenta Bassema Alnweiri, un año después.
Según la ONU, la reconstrucción de Gaza prácticamente no empezó. La ofensiva provocó pérdidas de unos 4500 millones de dólares. La comunidad internacional se comprometió, durante una conferencia de donantes, a consagrar 3500 millones de dólares a reconstruir Gaza, de los que sólo llegaron 1000 millones. "Los donantes, sobre todo europeos, son prudentes por miedo a otro conflicto que vuelva a destruir todo. La ayuda humanitaria fluye, hay pequeños proyectos que salen adelante, pero los de escala mayor están paralizados", explica a LA NACION María José Torres, jefa en funciones de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en territorios palestinos.
La enumeración de porcentajes resulta desoladora: según la ONU, ninguna de las 18.000 casas que fueron totalmente o en gran parte destruidas durante la guerra ha podido reconstruirse; hay centenares de personas que viven entre las ruinas; el desempleo supera el 42%, y más de 870.000 habitantes de la Franja comen gracias a la ayuda humanitaria.
Además, el Ejecutivo palestino es bicéfalo: el partido Al-Fatah, del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, que gobierna en Cisjordania, y el movimiento de resistencia islámico Hamas, que controla Gaza. Eso también dificulta la reconstrucción, ya que el interlocutor de la mayoría de la comunidad internacional es Abbas, cuyo margen de maniobra en la Franja es nulo.
Desde el fin de la guerra, se mantiene además el férreo bloqueo israelí sobre Gaza, que impide a la inmensa mayoría de sus habitantes moverse de la Franja y paraliza su endeble economía. "En los últimos seis meses, sentimos que Israel alivió algo la presión: entran 600 camiones con mercancía al día y aumenta el número de permisos temporales de salida concedidos. Es un paso adelante fundamental para dar un futuro a Gaza", explica Torres.
Frágil tregua
Desde finales de agosto del año pasado, una frágil tregua se mantiene, aunque una decena de cohetes han sido lanzados desde la Franja hacia Israel, sin provocar daños. El último de ellos, el jueves pasado, tuvo como respuesta un bombardeo israelí en Gaza. Hamas no reivindicó estos disparos e instó a otros grupos palestinos a respetar el alto el fuego.
Además de la reconstrucción física, la ONU está especialmente preocupada por el trauma causado por la guerra. Prácticamente todo el mundo en Gaza tiene un familiar o un conocido que murió, resultó gravemente herido o perdió su casa en 2014. "En la última guerra, los habitantes de Gaza sintieron más que nunca que no tenían dónde ir, que no podían ni huir de la guerra y que vivían dentro de una enorme prisión a cielo abierto", explica Torres.
Sayed al-Bakr, de 14 años, es uno de los 370.000 menores de Gaza que, según Unicef, necesitaría ayuda psicológica. Vio morir a su hermano Mohammed, de 11 años, en la playa de Gaza, cuando fueron alcanzados por un misil mientras jugaban al fútbol. Abandonó la escuela, vive callado y suspendido en ese 16 de julio de 2014, y confiesa que quiere "vengar" a su hermano y "unirse a la resistencia" palestina.
"¿Cómo puede decir Israel que no sabía que eran niños cuando son capaces de ver hasta dónde tiro mi red para pescar cada día?", se pregunta impotente Ramiz, su padre, días después de que el ejército israelí decidiera archivar el caso del bombardeo en el que murieron Mohammed y otros tres chicos palestinos.
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