Ucrania cambia de estrategia y aumenta los ataques con drones en el interior de Rusia
El gobierno de Zelensky lanzó drones militares contra bases aéreas situadas hasta 750 kilómetros dentro del territorio enemigo; el giro en el conflicto eleva las alarmas en el Kremlin, escaso de misiles
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PARÍS.- En solo 48 horas, Vladimir Putin sufrió una de las humillaciones más grandes desde que invadió Ucrania. Con tres ataques sucesivos de drones de fabricación nacional en el centro de Rusia, el gobierno de Kiev logró tres objetivos: demostró su ingenio para sortear las restricciones militares impuestas por Estados Unidos, dejó al descubierto la tremenda fragilidad del sistema de defensa ruso y advirtió al Kremlin que está dispuesto a llevar la guerra hasta el corazón de su país si sigue atacando a su población civil.
“Un ataque con dron se produjo en la zona del aeródromo de Kursk (región rusa fronteriza con Ucrania). Un depósito de petróleo se incendió. No hay víctimas”, afirmó esta mañana el gobernador de la zona, Roman Starovoyt.
El lunes, dos bases rusas donde estacionan aviones de la flota estratégica del Kremlin habían sido a su vez blanco de ataques de drones ucranianos cargados de explosivos, que dieron muerte por lo menos a tres soldados, según Moscú. Kiev no reivindicó ninguna de esas acciones.
Según el comunicado del Ministerio de Defensa ruso, la base aérea de Diaguilevo, en la región de Riazan, y la de Engels, cerca de Saratov, situadas respectivamente a 750 y 500 kilómetros de la frontera –y la primera, a menos de 200 kilómetros de Moscú–, fueron blanco el lunes de drones ucranianos.
Tratando de ocultar la incapacidad de su defensa antiaérea para interceptar la incursión ucraniana en su territorio, el texto afirma que “drones a reacción fueron interceptados por los sistemas rusos de defensa antiaérea” y que sus restos cayeron en el perímetro de las bases atacadas, provocando explosiones. Agrega que, en Engels, un dron habría caído en la pista, pero que, en Diaguilevo, otro se habría precipitado sobre un camión-cisterna que explotó, dando muerte a tres militares, hiriendo a otros cuatro y dañando “ligeramente” dos aviones.
Kiev no confirmó oficialmente su responsabilidad en esos ataques aunque Mykhaylo Podolyak, un consejero del presidente Volodimir Zelesnky, utilizó Twitter para ironizar: “Si con frecuencia alguien lanza objetos voladores en el espacio aéreo de otros países, tarde o temprano, esos objetos voladores desconocidos volverán al punto de partida”.
Según medios ucranianos, los dos aviones dañados en la base de Engels son bombarderos TU-95. Es de esa base, puesta en estado de alerta el 1° de diciembre, que despegan los aviones rusos para bombardear las infraestructuras energéticas de Ucrania. Imágenes satelitales realizadas por Maxar Technologies y Planet Labs muestran dos docenas de bombarderos estratégicos –capaces de transportar bombas atómicas– estacionados en la pista, así como portamisiles de crucero X-55 y X-101.
Si bien sus consecuencias no fueron de magnitud, el impacto de esos ataques es a la vez tecnológico y político. Según los modelos, los drones Bayraktar utilizados por Ucrania solo pueden volar entre 150 y 360 kilómetros. Pero, en octubre pasado, el constructor ucraniano Ukroboronprom informó su intención de crear un dron capaz de golpear a unos 1000 kilómetros al interior de la frontera rusa.
“No estamos impidiendo que Ucrania desarrolle sus armas”, afirmó el jefe del Pentágono, Lloyd Austin.
Preocupación
El lunes, los corresponsales de guerra rusos manifestaban en internet su preocupación. “Es evidente que no queda ninguna instalación estratégica en Rusia que pueda ser considerada completamente segura”, escribió Alexander Kots, del diario Komsomolskïa Pravda.
Esta no es la primera vez que drones de fabricación ucraniana logran dejar las defensas antiaéreas rusas en ridículo. El 31 de julio, una bomba lanzada por un dron explotó en los locales del cuartel general de la flota del Mar Negro, en Sebastopol, Crimea. El 9 de agosto, siempre en esa península anexada, dos explosiones devastaron la base aérea de Saki, utilizada para bombardear Ucrania. Por lo menos ocho aviones militares resultaron dañados, según las imágenes satelitales. Por fin, el 8 de octubre, el puente que une la península al territorio ruso a través del estrecho de Kertch, fue seriamente deteriorado por una potente explosión de un camión-bomba armado por los servicios secretos ucranianos, según las autoridades rusas.
Pero más allá de la demostración de ingenio tecnológico demostrado por los ucranianos, estos ataques a solo 200 kilómetros de Moscú, demuestran que –con moderación– Kiev no siempre está dispuesto a seguir las recomendaciones de su principal aliado, Estados Unidos, que se niega a proveerlo de armamento de largo alcance que pueda poner en peligro la declarada neutralidad militar de la OTAN.
“En todo caso, nadie puede acusar a Ucrania de haber lanzado una guerra contra Rusia. Esos ataques son un acto de legítima defensa, teniendo en cuenta que de esas bases parten los aviones que bombardean centrales eléctricas que dejan a la población civil sin agua y sin luz en pleno invierno”, señala el general francés Dominique Trinquant.
Hasta este martes por la noche Moscú no había dado una respuesta militar a los ataques. Los expertos esperaban, sin embargo, una nueva lluvia de misiles sobre la población civil, como sucede en las últimas semanas. Y si bien la defensa antiaérea ucraniana consigue interceptar alrededor del 70% de esos misiles, el ataque en gran escala del 23 de noviembre contra Kiev afectó estructuras esenciales que aún hoy provocan cortes de electricidad y penuria de agua.
La gran pregunta es, ¿hasta cuándo Moscú podrá disponer de misiles, teniendo en cuenta que las sanciones occidentales han paralizado su industria del armamento?
Desde el comienzo de la guerra, Rusia disparó más de 4000 misiles, cuyo costo por unidad es de unos tres millones de dólares. Según el Ministerio de Defensa británico, Moscú está sometido a una auténtica penuria de misiles. En un informe de fines de noviembre, Londres afirmó que Rusia dispara en este momento contra su vecino misiles de crucero despojados de sus cabezas nucleares, que datan de los años 80.
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