Trump, Putin y el dilema de poner una nueva "línea roja"
WASHINGTON.- Durante su campaña presidencial, Donald Trump solía criticar al presidente Barack Obama por establecer líneas rojas que después no hacía cumplir, y se quejaba de que Estados Unidos estaba tan debilitado que permitía que Rusia se metiera en Siria sin enfrentarla, algo que según él no ocurriría si el líder ruso respetara al presidente norteamericano. Ahora, Trump enfrenta su propio momento de "línea roja" en Venezuela y, una vez más, el antagonista es Vladimir Putin.
Durante esta última semana, el gobierno de Trump subió el tono de sus advertencias sobre la injerencia de Rusia en Venezuela, acusando a Moscú de apuntalar a Nicolás Maduro y así socavar la esperanza de que los militares venezolanos fuercen su salida.
El asesor en Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, dijo que la llegada de alrededor de 100 "consejeros" militares rusos y un cargamento de armas a Venezuela implica "una amenaza directa a la paz y la seguridad de la región".
Sus palabras parecieron marcar un límite: ¿será Venezuela el lugar donde Trump, que siempre pareció tan dispuesto a tolerar las provocaciones más audaces de Putin, finalmente marque su propia línea roja? Y de ser así, ¿tiene un plan para hacerla cumplir?
Es notable que haya sido Bolton, y no Trump, quien hizo ese anuncio y que hace pensar en la Doctrina Monroe de 1823, primera vez en que Estados Unidos lanzó una advertencia similar a las potencias extranjeras de no intervenir en el hemisferio occidental.
Sin embargo, Putin bien podría haber encontrado en Venezuela una oportunidad para repetir lo de Siria, apuntalando a otro líder que según muchos funcionarios norteamericanos debe irse -ahora Maduro, antes el sirio Bashar al-Assad- y frustrando así los planes de Washington para la región.
Hasta el momento, la Casa Blanca ha sido cauta en sus amenazas de intervenir militarmente en Venezuela. Si bien repiten como una letanía que "todas las opciones están sobre la mesa", no hay señales de que se contemple seriamente ningún tipo de acción militar.
Para Trump, este es un flamante episodio de sus muchos problemas con Rusia, y el ejemplo más reciente de su reticencia a hablar públicamente sobre la perniciosa influencia del Kremlin alrededor del mundo. Su silencio es aún más ensordecedor cuando se observa que Bolton; el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto, se refieren públicamente al tema casi todas las semanas.
Todos ellos adhieren a la estrategia de seguridad nacional adoptada por el gobierno hace un año, que asume que la mayor amenaza que enfrenta actualmente Estados Unidos no proviene del terrorismo, sino del reanudamiento de la lucha de poder entre las potencias. Sin embargo, los excolaboradores de Trump aseguran que el presidente nunca leyó el texto completo de la nueva estrategia de seguridad nacional, y señalan que cuando se refiere al tema, no suele cuestionar las acciones de Rusia.
Tal vez su reacción se deba, como sugirió recientemente un colaborador de Trump, a un deseo de no caer públicamente en frases simplistas como las que Obama después tuvo que lamentar.
En agosto de 2011, Obama declaró que "por el bien del pueblo de Siria, es hora de que Al-Assad dé un paso al costado". Y Obama también advirtió que "el uso de armas químicas cambiaría las reglas del juego", y más tarde, cuando fue elegido y efectivamente se usaron armas químicas en Siria, se abstuvo de una acción militar.
El presidente no es el único que critica el modo en que el gobierno de Obama manejó el tema sirio. De hecho, uno de los más inteligentes análisis de lo que salió mal lo hizo William Burns, subsecretario de Estado de Obama, en The Back Channel, un libro lleno de advertencias que bien podrían aplicarse a Venezuela.
Burns elogió al gobierno de Trump por evitar enredos militares que podrían desatar una ola de furia contra el imperialismo norteamericano, incluso entre los principales opositores a Maduro. Pero Burns advierte que el presidente corre el riesgo de cometer los mismos errores de Obama.
"Seguir con la presión política y económica es lo más sensato", dijo. Y señaló que la distancia geográfica entre Rusia y Venezuela limita la capacidad de Putin para intervenir.
Según Burns, casi todo depende de la habilidad de Trump para construir una coalición hemisférica, pero las tensiones con México conspiran contra esa jugada.
Tal vez también Maduro esté aprendiendo algunas lecciones de Al-Assad: "Mientras controle las Fuerzas Armadas, hasta el régimen más impopular y represivo tiene la capacidad de mantenerse en el poder mucho más tiempo de lo que podría pensarse", dice Burns.
Traducción de Jaime Arrambide
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