Pese a los reclamos de Trump, los líderes mundiales y empresariales ya se enfocan en la era Biden
WASHINGTON.- Detrás de las vallas de hierro que rodean las siete hectáreas que ocupa el complejo de la Casa Blanca, la elección presidencial 2020 sigue al rojo vivo: atrincherado, el presidente Donald Trump se empecina en no acepar la derrota. Pero el resto del mundo ya está en otra, incluido el presidente electo, Joe Biden.
Los líderes de Europa Occidental ya se comunicaron con Biden, al igual que el presidente de la superpotencia mundial en ascenso, el chino Xi Jinping. El CEO de PayPal extendió sus "más calurosas felicitaciones al presidente elector Joe Biden, que se convertirá en el 46° presidente de Estados Unidos de América". La corporación Boeing, que se vio favorecida por grandes contratos de defensa durante la era Trump, emitió el viernes un comunicado donde expresa su anhelo "de trabajar con el gobierno de Biden".
Es como si la inmensa maquinaria de la diplomacia, los negocios y los grupos de presión de pronto ya se hubiera recalibrado para la era Biden. Y como si Trump, la figura mundial dominante de los últimos cuatro años, fuese cada vez más irrelevante.
Las asociaciones de bancos de inversión ya se están reuniendo con los colaboradores de Biden, como anticipo de una nueva disputa por las regulaciones financieras. Los diplomáticos extranjeros, que dan por sentado un giro de 180 grados en la política exterior norteamericana, están reorientando sus agendas. Y los CEO de las corporaciones, por lo general alérgicos a las declaraciones políticas, no temen decir a viva voz lo que los partidarios de Trump hasta ahora se niegan a reconocer.
"El exvicepresidente Biden fue elegido de manera justa como nuestro próximo presidente, y es tiempo de proceder con la transición", dice Larry Merlo, CEO de CVS Health.
Biden aprovecha el momento, no para confrontar agresivamente con el presidente derrotado, sino para ir calzándose la investidura. Si bien reclama que no se pongan trabas al inicio de una transferencia ordenada del poder, el presidente electo actúa como si el drama político creado por Trump fuese poco más que un ruido de fondo, lo que su flamante jefe de gabinete calificó como la "histeria" del presidente pato rengo.
Un alto funcionario de Biden calificó la intransigencia de Trump como "irritante", pero los colaboradores del presidente electo dicen no estar alarmados: ya se han resignado al negacionismo del presidente, no tienen ninguna expectativa de que alguna vez admita que perdió y están dispuestos a emplear todos los mecanismos legales a su alcance para garantizar que la transición avance.
De todos modos, también se preparan parala posibilidad de que Trump impida que se activen los engranajes formales de la transición, un reconocimiento implícito de que perdió. Biden dirige el abrumador proceso de transición de forma remota, desde su casa en Delaware, y sus colaboradores avanzan rápidamente en el armado del nuevo gobierno.
La semana que viene, anunciarán la composición del gabinete que acompañará al presidente en la Casa Blanca. Los planificadores políticos, por su parte, se dedican a pensar las primeras medidas de Biden no bien asuma.
El creciente convencimiento de que habrá un nuevo presidente tiene como telón de fondo una pandemia que ha golpeado a Estados Unidos con especial dureza y que bajo el gobierno de Trump se ha cobrado la vida de más de 253.000 norteamericanos. Pero es Biden, y no el actual presidente en funciones, quien parece decidido a mantener el foco de atención en la amenaza del coronavirus.
El viernes, Trump hizo un breve anuncio público sobre algunas medidas para bajar el precio de los medicamentos, despotricó vía Twitter por las elecciones, y se reunió con legisladores republicanos del estado de Michigan, en su búsqueda desesperada de caudillos locales fuertes, a los que considera su última esperanza para dar vuelta su déficit en el Colegio Electoral.
Biden sigue bregando por medidas más contundentes para enfrentar la crisis sanitaria, y se reúne con los líderes demócratas de ambas cámaras del Congreso para discutir un paquete de estímulo adicional que ayude a las empresas a recuperarse y nuevos envíos de fondos federales a los estados y los gobiernos locales que tienen problemas de caja tras un año de respuesta a la pandemia.
El jueves, en un intento de demostrar la necesidad de cooperación bipartidaria ante la crisis sanitaria, el presidente electo fue el anfitrión virtual de un encuentro con cinco gobernadores demócratas y cinco republicanos. Tras el encuentro, Biden dijo que le resultaba muy alentador que los gobernadores republicanos se mostrasen tan dispuestos a trabajar en colaboración con su futuro gobierno.
Ese giro, de Trump a Biden, es particularmente ostensible en la escena internacional, donde aliados y adversarios se han dado vuelta por igual. Empezando por Gran Bretaña, donde el primer ministro Boris Johnson, que llegó al poder con la esperanza de explotar su afinidad con Trump, clavó los talones y pegó la vuelta de inmediato. Contento por una primera conversación con Biden no bien fue elegido, Johnson desplegó una serie de ambiciosos planes de gastos militares y políticas climáticas que parecen calculadas para congraciarse con el flamante presidente y ajustarse a sus prioridades de gobierno.
Irán, por su parte, ya difundió comunicados claramente destinados a seducir al gobierno entrante para retornar a la mesa de negociaciones y volver a los fundamentos del acuerdo nuclear de 2015.
Y el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas, dijo esta semana que su gobierno ya tenía propuestas para Biden, y celebró el entusiasmo del presidente electo por la OTAN, la alianza atlántica que Trump tantas veces amenazó con abandonar. Según François Heisbourg, experto francés en materia de defensa, todos los ministros de Relaciones Exteriores de Europa están haciendo lo mismo.
"La gente da por sentado que Estados Unidos es una democracia constitucional", dice Heisbourg. Los europeos siguen de cerca las presentaciones judiciales de Trump y sus intentos por tirarle el fardo de la elección al Congreso, pero la mayoría no tiene idea de lo que ocurrió en Estados Unidos en 1800 y en 1876, cuando la elección efectivamente se decidió en el Capitolio. "Si conocieran la historia norteamericana, no estarían tan seguros", dice Heisbourg.
También el mundo corporativo parece haber llegado a la conclusión de que la suerte está echada, reenfocando rápidamente su estrategia. Muchas grandes compañías y grupos empresarios norteamericanos reconocieron la victoria de Biden el mismo 7 de noviembre, cuando los principales medios periodísticos le dieron por terminada la elección.
Scott Kirby, CEO de United Airlines, se comunicó esa misma noche con el equipo de campaña de Biden y ofreció colaboración al nuevo gobierno para combatir la pandemia y reactivar la economía. "Aunque siempre habrá diferencias en un país tan grande y diverso como Estados Unidos, sigo creyendo que es mucho más lo que nos une que lo que nos divide", dice Kirby en una carta enviada Biden y a la vicepresidenta electa, Kamala Harris.
Goldman Sachs empezó a preparar a sus clientes para un gobierno de Biden pocos días después de la elección: la videoconferencia del 5 de noviembre para discutir un probable triunfo de Biden atrajo a miles de clientes de la firma.
También el vocero de McDonald’s manifestó la convicción de su empresa en el triunfo de Biden, lo mismo que el CEO de JP Morgan, que no tuvo pelos en la lengua: "Tuvimos elecciones. Tenemos nuevo presidente. Eso debería unirnos."
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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