Donald Trump intenta sacar ventaja de su procesamiento y prepara la contraofensiva
La sed de atención pública del expresidente ha sido un rasgo fundamental de su identidad desde hace décadas. Mientras los demás hacen foco en las vicisitudes de su causa penal, el recauda fondos, impulsa su campaña y trabaja para que el caso quede reducido a una serie de suspenso
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WASHINGTON.- El expresidente Donald J. Trump siempre fue de los que creen que no existe la mala publicidad, incluso antes de llegar a la Casa Blanca. De hecho, una vez les dijo a sus asesores que “no existe la mala prensa, excepto que seas pedófilo”. Y si hay que pagarle a una estrella porno para silenciarla, se le paga. Al fin y al cabo, no es pedofilia.
Por eso, mientras que al resto de la gente no le gusta nada ir a juicio, Trump ahora está exactamente donde más le gusta estar: en el centro de la pista de circo, con todos los reflectores encima. Se ha pasado los días transcurridos desde su procesamiento ordeñando al máximo el momento en provecho propio y saboreando un grado de atención que ningún otro político norteamericano contemporáneo podría disfrutar.
De hecho, ha enviado un aluvión de emails de recaudación de fondos con titulares que aterrarían a cualquier otro político, como “ULTIMO MOMENTO: PROCESAN AL PRESIDENTE TRUMP” y “RUMORES SOBRE MI ARRESTO” y “Sí, me procesaron, PERO”, y el “pero” era que igual le podían seguir dando dinero. Y resulta que cuando efectivamente le dieron dinero —más de 4 millones de dólares a su cuenta de campaña en las 24 horas posteriores a su procesamiento— salió a trompetearlo lo más fuerte que pudo.
En vez de esconder la ignominia de tener que entregarse a la policía, esta semana Trump envió prolijamente el cronograma de su detención, como si fuera un tour de campaña, haciendo saber a todo el mundo que el lunes volaría de Florida a Nueva York, y que el martes se entregaría para la foto de prontuario, la toma de huellas y la lectura de cargos. Y por si fuera poco motivo de atención, planea volar de regreso a Florida para hacer una declaración en horario central desde su propiedad en Mar-a-Lago, rodeado de las cámaras y los micrófonos que tanto codicia.
Poco importa que cualquier abogado defensor digno de un doctorado prefiera que se quede callado, y nadie que conozca a Trump esperaría otra cosa. Ya ha vapuleado al fiscal (lo llamó “psicópata degenerado”) y al juez del caso (“ME ODIA”), y como el tribunal no le ha impuesto ninguna mordaza legal, seguramente seguirá despotricando. En última instancia, esos comentarios públicos podrían usarse en su contra en la corte, pero a Trump no le parece razón suficiente para llamarse a silencio.
“El truco, por supuesto, es ocupar todo el tiempo de aire, concentrar una atención plena, todo el tiempo, y convertir todo, hasta su procesamiento, en una ocasión oportunista”, dice Gwenda Blair, autora de The Trumps, la biografía multigeneracional definitiva sobre la familia del expresidente. “Hasta ahora lo ha hecho combinando un discurso hiperbólico exagerado con un llamado al patriotismo y al fervor religioso: el paquete de la suma del poder”, señala la autora.
Cuando trata el caso como un espectáculo y no como un problema serio, a lo que apunta es a desacreditarlo, al menos para los ojos de sus propios seguidores. En lugar de agachar la cabeza avergonzado, como lo harían muchos ante la posibilidad de ir presos, Trump enmarca el caso como otro drama trumpiano en una vida llena de ellos, el suspenso de final de capítulo de un reality de televisión: ¿saldrá libre o lo atraparán sus enemigos?
Es posible, por supuesto, que Estados Unidos ya esté saturado de los dramas de Trump y que con los años sus actitudes se hayan convertido en parte del folclore y no trastornen el sistema político tanto como cabría esperar. Hasta ahora, al menos, su procesamiento no ha desencadenado el tipo de manifestaciones masivas que Trump parecía estar pidiendo.
Si no se suma otro procesamiento y este caso entre en el ciclo habitual de mociones, audiencias y otras escaramuzas preliminares, podría no ser tan atrapante hasta que realmente se abra un juicio, y para eso podrían pasar varios meses. De ser así, Biden y el Congreso podrían volver a concentrarse en la gestión y los problemas que tienen entre manos.
Porque esa obsesión por el rating y los reflectores invariablemente distraerá la atención de problemas muy graves: Estados Unidos están en medio de un choque cuasi nuclear son Rusia en Ucrania, y Moscú acaba de arrestar a un periodista norteamericano, mientras que el presidente de Taiwán está a punto de llegar de visita a Washington, en un momento de fuertes fricciones con Pekín.
“Por mucho que Trump y su equipo intenten que todo se centre en él, creo que en el Congreso todavía hay suficiente coalición de gobierno como para que los legisladores logren abordar las cuestiones básicas”, dice Jim Manley, exasesor principal de los demócratas del Senado.
“Lo que es realmente único del expresidente Trump es que valora más la imagen que rodea un hecho que la calidad tangible de ese hecho en sí mismo”, dice Michael D’Antonio, otro biógrafo de Trump. “El momento pasará, pero quedará el artículo, el video, la foto o el libro. Eso es lo que más le importa, salvo que vaya a la cárcel, por supuesto.”
Pero Barbara A. Res, que trabajó para Trump durante 18 años como ejecutiva en su empresa de desarrollo inmobiliario y luego se alejó, cree que Trump está convencido de que será declarado inocente. “Es incapaz de creer que está equivocado”, dice Res. “Ni siquiera creo que vaya a respetar el secreto de sumario”.
“Para ser honestos, absolutamente nadie le dice a Donald lo que tiene que hacer”, señala Res, y agrega que un juez incluso podría dudar de aplicarle una orden de desacato en la corte. “Él no se calla”.
Por Peter Baker
Traducción de Jaime Arrambide
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