Ataque de Hamas: tres claves para entender por qué Israel sufrió una de las mayores humillaciones de su historia
El asalto quebró la alta autoestima de seguridad de Tel Aviv y golpeó al país en un momento de profundas divisiones
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Israel sufrió este sábado uno de los ataques más brutales y humillantes de su historia. Un asalto sorpresa dirigido por Hamas desde Gaza golpeó física y anímicamente a un país que se jactaba de sus armas y su inteligencia. Aunque las consecuencias de la operación del grupo islamista todavía son difíciles de predecir, hay dos factores que hay que analizar para entender la magnitud del ataque y un interrogante clave para el futuro del conflicto.
¿Qué fue destruido y qué falló? Una burla a la confianza más firme de Israel: la seguridad
Desde la Cúpula de Hierro y la Honda de David al Arrow, los sistemas de defensa aérea de Israel son tan sofisticados y fueron tan exitosos que Finlandia y Alemania acaban de comprarlos para reforzar su protección en una Europa en vilo permanente por la invasión rusa de Ucrania.
Encarnada por el Mossad y otras agencias, la inteligencia israelí va siempre por delante de cualquier otro servicio oficial y es fuente de consulta de otros gobiernos.
Ultravigilada, militatizada, tecnologizada, la frontera israelí con Gaza es propia de una fortaleza del siglo XXI. No hay centímetro librado al azar o a una filtración para permitir que los habitantes de las ciudades cercanas, como Sderot o Ashkelon, puedan vivir sin el temor a un ataque súbito y para que el resto de los israelíes no vuelvan a sentir el pánico y la muerte de los primeros años de este siglo cuando los atentados suicidas de terroristas palestinos traumaron al país.
Todo eso falló hoy, mientras los israelíes conmemoraban el shabbat. Hasta ahora, 70 muertos, rehenes, extremistas que entran por aire, calles repletas de terroristas. La burla de Hamas fue total.
Y su operación, llena de odio y sangre, apunta ya a tener el impacto que el 11 de Septiembre tuvo sobre unos Estados Unidos que se sentían invencibles. No será gratuito: los palestinos ya informaron de casi 200 muertos en Gaza por la represalia israelí.
Por un lado, vulnera la sensación de seguridad que tanta confianza daba a un Israel rodeado de vecinos que, como mínimo lo recelan y como máximo quieren aniquilarlo. Esa autoestima de seguridad le permitió a Israel crecer y afianzarse como la única democracia de la región.
Por otro lado, radicalizará la ecuación de seguridad que prevalecía en Israel; ya ningún esfuerzo por asfixiar a los terroristas de Hamas, Jihad Islámica o, incluso, Hezbollah será suficiente. Eso seguramente minimizará la amenaza extremista, pero también modificará la vida de los israelíes y sus crecientes tensiones internas y avivará las chispas latentes de Medio Oriente.
El ataque condicionará también la ya turbulenta política israelí. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, basó su carrera en autopromoverse como el único dirigente capaz de mantener seguro a Israel. Esa premisa, y la reputación de a Netanyahu, fueron destruidas esta mañana.
¿Por qué ahora? Movilización, polarización y el miedo a un ataque de oportunismo
Israel vive un momento muy especial de su intensa historia. La reforma judicial impulsada por Netanyahu y su coalición de derecha, ultraortodoxia religiosa y nacionalismos para recortar el poder de la Corte Suprema evidenció y potenció divisiones que germinaban desde hace años. Movilizados como nunca por esa reforma, dos visiones sobre cómo debe ser Israel chocan desde hace más de 40 semanas, todos los sábados a la noche en las calles de Israel. ¿Un Israel secular o un Israel ultrarreligioso? ¿Una democracia donde el poder Ejecutivo tenga cada vez más prerrogativas y libertades o una democracia de balance republicano?
Esa movilización y esa polarización tan palpable dominan la política, la calle y hasta la economía de Israel hoy. Y a medida que, en los últimos meses, crecía la tensión política, también avanzaba la sensación de que los enemigos de Israel podrían aprovechar la distracción y la debilidad que emana de las divisiones para atacar. Las miradas apuntaban, sobre todo, a la frontera con el Líbano. Allí, Hezbollah se mostraba cada vez más activo y provocador, lo que alimentaba las sospechas del gobierno de Netanyahu sobre un inminente desafío de Irán.
Finalmente, el ataque vino desde Gaza y a través de Hamas. Eso, sin embargo, no apaciguará las sospechas de Israel sobre Irán. Todo lo contrario, las aumentará: desde hace meses sus servicios de inteligencia detectan una creciente e inédita alianza entre Hamas y Hezbollah.
La pregunta para Israel ahora es también qué sucederá con la polarización. Habitualmente el país olvida sus enemistades internas y se une ante un enemigo externo común. Civiles o militares, laicos o religiosos, de izquierda o de derecha, en todos prevalece el espíritu compartido de defensa del Estado de Israel y, seguramente, esa sea la reacción inmediata de todo el país. La herida de hoy, sin embargo, se sentirá en la política y la división interna en el largo plazo, como ya lo hicieron otros episodios definitivos en la historia del país, como las guerras con los vecinos o los acuerdos de paz con los palestinos.
¿Qué sucederá con la relación con los palestinos?
Pocas horas después de la sangrienta operación de Hamas, Netanyahu anunció a los israelíes que su país volvía a “estar en guerra”. Será, sin duda, una guerra como no se ha visto en este siglo, aún cuando los enfrentamientos con Hamas en y sobre Gaza hayan sido altamente letales en el pasado. Gaza está destruida y empobrecida hasta la indigencia por una combinación fatal de un desastroso gobierno de Hamas y el bloqueo de Israel. Ahora todo será mucho peor para los dos millones de palestinos que viven allí. La furia militar israelí hará primero blanco sobre la pequeña franja. Pero no sólo allí.
Hasta ahora, Cisjordania y sus tres millones de habitantes tenían otra relación con Israel, de mayor intercambio y estabilidad. Pero a medida que el gobierno de Mahmoud Abbas, líder de Al-Fatah, una organización enemistada con Hamas, se deteriora, grupos extremistas hacen más y más pie en ese territorio enclavado en el medio de Israel.
Dos tácticas tiene Israel para avanzar sobre ese territorio: las operaciones militares para desarticular células terroristas, como la de julio en Jenin, y la ampliación de los asentamientos israelíes, una medida que no solo enfurece a los palestinos sino que divide a los propios israelíes.
Mientras el bloqueo sobre Gaza era hasta hoy casi total y el cordón sobre Cisjordania, mucho más laxo, la asfixia militar y económica será ahora completa sobre ambos territorios.
La matanza de hoy, las imágenes de las calles israelíes llenas de civiles desangrándose y su represalia automática alimentarán y acelerarán como nunca el ciclo vicioso de desconfianza, odio y violencia que marcó la relación entre israelíes y palestinos en toda su historia.
Cualquier acuerdo, por pequeño que sea, ya será imposible en el corto plazo. Medio Oriente volverá a encenderse con el conflicto que más lo desvela y, con él, la geopolítica y la economía del mundo.
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