Tregua forzada en Ecuador: tras una noche de mano dura, los dirigentes indígenas ordenan un “día de descanso”
Anoche, Lasso anunció que las fuerzas de seguridad actuarían para repeler la “violencia perpetrada por criminales infiltrados”; hoy se llevó a cabo el primer encuentro informal entre el gobierno y los dirigentes indígenas
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QUITO.- “No nos tires más bombas, no seas malito”. La conversación entre los jóvenes indígenas y los policías a caballo, sucedida este sábado en el parque del Arbolito después del desalojo forzado del viernes, da para un manual de sociología política. Los agentes habían cumplido a rajatabla la orden de mano dura decretada por el presidente Guillermo Lasso tras doce jornadas de paro nacional.
Quienes horas antes se enfrentaban con violencia departían amablemente y se hacían fotos con los caballos, como si se tratase de un lugar turístico. Todos ellos, civiles y uniformados, se lamentaron por los precios del aceite, la carne o la nafta, el mismo mal que aqueja a medio planeta. Aprovechando la coyuntura, uno de los agentes explicó a los manifestantes que entre ellos se escondían vándalos y radicales que incluso les habían disparado durante los enfrentamientos.
El corazón político e indígena de Quito, la zona cero de las protestas, amaneció este sábado con múltiples estampas del paisaje tras la batalla. El “día de descanso” decretado por los dirigentes indígena sirvió para descubrir árboles arrancados de cuajo o cortados a hachazos para servir como barricadas, aceras desaparecidas, adoquines por todos lados, el sabor a gas lacrimógeno, pintadas en cualquier hueco, los suelos quemados…
También facilitó el primer encuentro informal entre delegados gubernamentales, encabezados por el canciller Juan Carlos Holguín, y dirigentes indígenas, con el radical Leonardo Iza al frente (hasta ahora reticente a negociar), y la Iglesia Católica y el presidente legislativo, Virgilio Saquicela, como mediadores. De momento, el único avance es que los líderes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) preguntarán a sus seguidores sobre los pasos a seguir. De momento, se trata de un primer avance.
A muy pocos metros, los equipos municipales intentaban paliar los destrozos, que nuevamente han afectado a la Contraloría, como ya sucediera en 2019. Entonces esta moderna instalación guardaba en sus entrañas las pruebas del Caso Sobornos, que acabó condenando al expresidente Rafael Correa a ocho años de cárcel por corrupción. La inercia actual repitió parecidos desmanes, pero en esta ocasión no lograron incendiar sus instalaciones.
La Asamblea Legislativa se salvó por esta vez, aunque con el paso de las horas varios cientos de indígenas comenzaron a congregarse alrededor con motivo del pleno que votaría sobre la destitución del presidente. Las fuerzas gubernamentales, bien situadas, avisaban a los policías que intervendrían en cualquier momento.
Sólo 24 horas antes, la batalla era a muerte, como si se tratase del último día. Todo cambió con la comparecencia de Lasso ante el país, en la que anunció mano dura para repeler la “violencia perpetrada por criminales infiltrados”. La orden era retomar el control del país.
“La Policía Nacional y las Fuerzas Armadas actuarán con los medios necesarios para defender el orden público y la democracia”, subrayó el exbanquero, quien acusó al cabecilla indígena Leonardo Iza de orquestar un golpe de estado para derrocarlo.
“Nunca quiso resolver una agenda en beneficio de los pueblos y nacionalidades indígenas. Lo único que buscaba era engañar a sus bases y usurpar al gobierno legalmente constituido”, bramó el presidente, decidido a tomar el toro de la protesta por las astas.
Represión de la protesta
Dicho y hecho. La contraofensiva policial y militar arrinconó durante horas a los manifestantes, incluso lanzó bombas lacrimógenas en el interior de la Casa de la Cultura, en la que cientos de indígenas llevaban a cabo una asamblea popular. “Estábamos todas las comunidades indígenas, había niñas, embarazadas, heridos. No respetaron nada. Estamos rindiéndonos y queremos irnos a nuestras casas. Algunos quieren seguir en pie de lucha. Muchos no se van a quedar quietos, pero corrió el rumor de que iba a empezar la guerra civil. Nosotros estamos en los refugios de paz, en la Universidad de los Salesianos”, resumieron a LA NACIÓN varios de los presentes, entre ellos un instagramer al que llaman IGTV y Miguel Ángel.
Pese a las dudas, los dirigentes de la Conaie insistieron a los medios que el paro sigue “indefinido y nacional”. “Nosotros no nos iremos a ningún lado. Estamos aquí. Podemos trasladar a Quito los productos que están en el campo para mantener la lucha”, subrayó Iza, quien enfrenta críticas dentro del movimiento y también del partido indígena Pachakutik, escindido en varios bloques y dividido ante la votación por la destitución presidencial. El principal cuestionamiento contra el dirigente radical es su cercanía a Correa, al que también acusan de financiar a los grupos más violentos.
A pocos metros de la policía y en absoluta soledad, el joven Park, como quiere que le llamen, levantaba una pancarta hecha a mano, dirigida especialmente a las fuerzas del orden que custodiaban el territorio conquistado honras antes: “Tanto valiente sin armas, tanto cobarde armado”.
“El gobierno miente, no hagan caso de los medios. El paro sigue, no se ha acabado. Ya estaba hablando Lasso y ya nos estaban bombardeando con gases”, aseguró a LA NACIÓN el estudiante de la Universidad Central. Tras la refriega, parte de los manifestantes encontraron refugio en los albergues creados por las universidades, mientas otros se protegían en el sur de Quito. Otro grupo nutrido decidió volver a sus hogares en la sierra y en el Amazonas.
A mediodía, un contingente logró reunirse en la Universidad Central, a la espera de conocer la nueva hoja de ruta. “¡Lasso asesino, Lasso asesino! ¡El paro continúa!”, gritaron medio centenar de mujeres amazónicas, protegidas tras una pancarta. Una larga caravana de taxis también reclamaba al gobierno con el sonido de sus bocinas.
La actuación policial del viernes por la noche alertó a Unicef, ante la presencia de niños en la Universidad Salesiana y en la Central. “Condenamos el uso de bombas lacrimógenas que afectaron zonas que albergan a niños, mujeres y heridos. Esto es innecesario y desproporcionado. Exhortamos al presidente Guillermo Lasso a rechazar estas acciones y respetar esas zonas por razones humanitarias”, advirtió Tamara Taraciuk, directora en funciones para las Américas de Human Rights Watch (HRW).
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