Travesía por el Ártico: la nueva ruta de los inmigrantes para entrar en Europa
En los últimos meses, cientos de refugiados de Siria, Irak y Afganistán empezaron a llegar a través de Rusia a las zonas más remotas del norte del continente
STORSKOG, Noruega.- La semana pasada, bajo una lluvia de granizo y cacheteados por un viento gélido, Yasir Arslanuk, un ingeniero sirio de 55 años, su esposa y sus dos jóvenes hijos cruzaron en bicicleta de Rusia a Noruega y así completaron la inconcebible nueva ruta de los migrantes para entrar en Europa.
Storskog, este puesto de avanzada noruego a 400 kilómetros del Círculo Ártico, no se parece en nada a Lampedusa, la isla italiana donde suelen llegar los migrantes de Libia que cruzan el Mediterráneo en barcos ruinosos, ni tampoco se parece a la isla griega de Lesbos, principal punto de arribo de los refugiados que llegan en gomones desde Turquía.
Pero en los últimos meses, los refugiados de lugares como Siria, Irak y Afganistán empezaron a llegar masivamente desde Rusia, hacia las zonas más remotas del norte de Europa, haciendo de este inhóspito paraje fronterizo en una popular puerta trasera para quienes huyen de la guerra, la persecución o simplemente buscan una vida mejor. Al hablar frente a los miembros de centroderecha del Parlamento Europeo, la canciller alemana, Angela Merkel, mencionó el cruce ártico hacia Noruega como evidencia de que si los gobiernos intentan cerrar las rutas tradicionales que pasan por Europa Central y Meridional, los refugiados terminarán encontrando "las alternativas más alucinantes" para ingresar a la UE.
Después de bajarse de su bicicleta y refugiarse en una carpa calefaccionada del lado noruego de la frontera, Arslanuk dice que "es mejor que cruzar el mar", la riesgosa opción elegida por más de la mitad del millón de migrantes que lograron ingresar en Europa en lo que va del año.
Durante la primera mitad de 2015, apenas cruzaron por este lugar un puñado de migrantes, pero en septiembre, el número explotó: 420 refugiados en busca de asilo llegaron pedaleando al norte de Noruega vía Storskog, dijo el superintendente de policía a cargo de este puesto fronterizo, Stein Kristian Hansen. Tan sólo la semana pasada, por la ruta del Ártico llegaron más de 200, un número reducido si se lo compara con los miles que desembarcan diariamente en Italia y Grecia, pero un record para este lugar.
Muchos de los recién llegados, dice Hansen, parecían no saber bien dónde estaban y no traían ropa de abrigo. Pero alentados por la profusión de comentarios en las redes sociales sobre el excelente trato que recibían los refugiados en Noruega, muchos se lanzaron a cruzar la tundra desde Rusia, hasta llegar a la frontera más septentrional de Europa. La temporada de nieves todavía no llegó, pero las temperaturas ya están por debajo del punto de congelación.
Algunos de los migrantes, incluido Arslanuk, son sirios rusohablantes que ya vivían en Rusia y que vieron en la frontera con Noruega el camino hacia una vida mejor, en momentos en que la ciudadanía siria es una buena carta de presentación para conseguir asilo en Europa. Otros se enteraron de la nueva ruta de acceso a Europa y prefieren atravesar Rusia hasta esta frontera que tomar los caminos más conocidos pero también más riesgosos.
Una siria de 21 años que dijo llamarse Dana relató que hace unos meses su padre, su madre y su hermano lograron entrar a Alemania a través de los Balcanes, y que mandaban informes terroríficos del viaje de Turquía a Grecia. Dana llegó a la conclusión de que ir a través del Ártico sería más fácil.
La noticia de la ruta noruega se difundió tan lejos y tan velozmente a través de las redes sociales que algunos refugiados sirios que están en el Líbano ya hacen fila frente al consulado ruso para obtener su visa, con la esperanza de alcanzar este puesto fronterizo en el Ártico.
Para quienes llegan hasta esta frontera, las rarezas del viaje recién empiezan: el cartel ruso que prohíbe cruzar a pie la frontera y las amenazas noruegas de perseguir a los conductores que crucen en sus automóviles a personas sin visa obligaron a los migrantes, incluidos chicos y enfermos, a montarse en bicicletas para completar los últimos metros de un éxodo que, en muchos casos, empezó miles de kilómetros atrás.
Ya en Rusia, los migrantes deben pagar apenas unos pocos cientos de dólares para garantizarse un transporte hasta la frontera y una bicicleta, muchos menos que los 1500 dólares que los traficantes turcos les cobran para cruzarlos en ferry hasta Grecia a través del Mar Egeo.
La oleada de migrantes ciclistas hacia Noruega no sólo deja en evidencia la tenacidad y determinación de los migrantes, sino también el curioso rol que cumple Rusia ayudando a drenar la población de Siria, un país que Vladimir Putin considera un aliado vital, y a cuyo presidente, Bashar al-Assad, está ayudando con sus bombardeos contra los opositores.
En 2014, sólo cinco personas cruzaron aquí la frontera desde Rusia en busca de asilo, señala Hansen. En lo que va de este año, lo hicieron más de 600, y un 78% de ellos eran sirios, o decían serlo.
Por supuesto que del lado ruso ya surgió un floreciente negocio para ayudar y lucrar con los refugiados. Hay taxis y combis que trasladan a los migrantes desde Murmansk -la ciudad del norte de Rusia a la que llegan por tren o por avión la mayoría de los migrantes que van al norte-, hasta Nikel, la ciudad rusa cerca de la frontera con Noruega donde muchos migrantes compran sus bicicletas.
En Nikel, ahora hay cientos de sirios y de otras nacionalidades a la espera del dar el empujoncito final hasta Storskog, ya territorio noruego.
En febrero, cuando llegaron desde Rusia a pedir asilo los primeros sirios -un grupo de seis-, fueron llevados a la ciudad cercana de Kirkenes, y tras pasar una noche a cargo del Estado en un hotel de lujo frente al mar, volaron a Oslo para presentar sus solicitudes de asilo. En septiembre, cuando empezó la oleada, las autoridades desistieron de trasladarlos a todos a Oslo y reconvirtieron un refugio antibombas y un pabellón deportivo de Kirkenes en un centro de tránsito. "Estamos hablando de alrededor de 50 personas que ingresan diariamente a uno de los países más ricos del mundo. Tenemos que estar preparados", dijo Cecilie Hansen, alcaldesa de Kirkenes.
Traducción de Jaime Arambide
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