Trauma colectivo: los dos años de tensión pandémica llevan a muchas personas al borde del colapso
Especialistas consideran que es probable que el estado global de crisis perpetua por el coronavirus haya alentado los casos de conductas inapropiadas y abusivas
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WASHINGTON.– Un pasajero de un vuelo fue acusado de atacar a una azafata y de romperle varios huesos de su rostro. En Nueva York, tres turistas agredieron al dueño de un restaurante que les pidió el pase sanitario contra el coronavirus. Once personas recibieron cargos por delitos menores después de cantar “¡Basta de barbijos!” durante una reunión de la junta directiva de una escuela en Utah.
En Estados Unidos, una cantidad alarmante de personas están adoptando comportamientos agresivos y a veces crueles en respuesta a políticas públicas que les disgustan.
Este año, la Administración Federal de Aviación estadounidense inició más de 1000 investigaciones por pasajeros rebeldes, una cifra que más que quintuplica la de 2020. Los funcionarios de salud expresaron preocupación por su seguridad en un contexto público tan caldeado. Las reuniones de junta directiva de las escuelas se han convertido en campo de batallas culturales, así que el fiscal general Merrick Garland solicitó al Departamento de Justicia estadounidense investigar lo que calificó como un “aumento inquietante” de las amenazas contra los educadores. Y en los últimos meses, algunos clientes de comercios norteamericanos dieron rienda suelta a sus peores comportamientos.
En algunas de esas circunstancias no queda claro si este año aumentaron realmente los comportamientos agresivos o si la opinión pública simplemente le dedica más atención. Pero los expertos de salud mental dicen que es probable que el estado global de crisis perpetua haya alentado los casos de conductas inapropiadas y abusivas.
A casi dos años de una pandemia que coexiste con varias crisis nacionales, muchos estadounidenses se sienten profundamente tensos. Discuten entre sí con mayor frecuencia, sufren los síntomas físicos del estrés y buscan métodos de autocuidado. Los expertos de salud mental dicen que en los casos más extremos, la gente libera su enojo en público, y sus problemas internos afloran en las interacciones con los extraños.
Los expertos dicen que algunos de esos comportamientos parecen ser la consecuencia de estar viviendo una emergencia pública duradera que no tiene un final claro en el horizonte. Mientras ómicron se propaga por Estados Unidos, una vez más no se sabe cuándo terminarán las restricciones por la pandemia. Para algunas personas, este tipo de catástrofe afecta la forma en que manejan su comportamiento y las lleva a actuar de formas que por lo general no adoptarían.
Y si a eso se le agregan las otras crisis norteamericanas recientes –como las revueltas sociales impulsadas por la discriminación racial, la recesión económica, el ataque al Capitolio del 6 de enero y un sinfín de desastres por el cambio climático–, no sorprende que la gente tenga dificultades para manejar el estrés.
“Simplemente no estamos preparados para vivir bajo este nivel de tensión por un período de tiempo tan prolongado”, dice Vaile Wright, directora de innovación en atención médica en la Asociación Estadounidense de Psicología. “Así que nuestra capacidad de manejo se agota a tal punto que tenemos menos capacidad que antes para regular nuestras emociones”.
Este tipo de tensión emotiva es más importante entre las personas que siguen tomando precauciones e incluyen al virus como factor relevante a la hora de tomar decisiones.
Las investigaciones corroboran la idea de que los estadounidenses en general tienen problemas mentales y emocionales derivados de la pandemia. Un estudio publicado en enero sobre cinco países occidentales incluido Estados Unidos concluyó que el 13% de las personas padecían síntomas de estrés postraumático atribuible al aislamiento social obligatorio, el contacto verdadero o potencial con el coronavirus, la incapacidad para regresar a un país de residencia u otros factores relacionados con el coronavirus. Los investigadores también concluyeron que anticipar un hecho negativo vinculado con la pandemia es incluso más doloroso emocionalmente que experimentarlo.
Apenas había comenzado el brote de coronavirus cuando los expertos de salud mental empezaron a expresar preocupación de que la crisis pudiera causar un trauma colectivo, algo que ocurre cuando un hecho altamente angustiante afecta a toda la comunidad y crea un impacto compartido. Aunque los psicólogos no coinciden en la definición de trauma y en si el término se aplica en sentido amplio a la pandemia, concuerdan en el asunto subyacente: casi nadie quedó a salvo de las devastadoras consecuencias de la pandemia.
Por supuesto, el coronavirus golpeó más fuerte a algunas personas y comunidades. En Estados Unidos, 800.000 familias–con mayor representación de negros, latinos y aborígenes de América del Norte– perdieron a un ser querido debido al virus. Otros fueron hospitalizados y sobrevivieron. Y casi todos sacrificaron un aspecto importante de sus vidas: un trabajo, la posibilidad de reunirse para velar a un muerto o celebrar un casamiento, o cualquier grado de certeza para planear el futuro.
“La noticia de la variante ómicron llegó justo en el momento en que muchas personas en Estados Unidos se preparaban para pasar el Día de Acción de Gracias con sus seres queridos después de mucho tiempo”, dice Roxane Cohen Silver, profesora de psicología en la Universidad de California en Irvine. “Hasta parece cruel que justo cuando la ‘normalidad’ parecía despuntar en el horizonte, las esperanzas se esfumaron una vez más con las últimas noticias”.
Teddy Andrews, tripulante de cabina de American Airlines desde hace una década, cree que tantos años de retórica agresiva de parte de los líderes políticos encolerizó a las personas y las alentó a defenderse contra una presunta supresión de sus derechos. Andrews piensa que la pandemia generó una epidemia de personas que se comportan como si las reglas y las normas sociales no les incumbieran.
Durante el verano estadounidense, el bajo número de casos funcionó como un indicador de que había luz al final del túnel. Para muchas personas, esa esperanza les causó inconvenientes a la hora de manejar el abrupto cambio de situación generado por la variante delta, dice Wright, de la Asociación Estadounidense de Psicología.
La gente también recibe constantemente novedades sobre el virus, lo que dificulta el manejo de las emociones, dice Cohen Silver, experta en trauma. “Aunque yo no haya perdido a ningún ser querido por Covid, puedo ver fotos y leer noticias trágicas. Así que la exposición directa y la exposición indirecta en los medios de todos estos traumas hizo que se vuelva muy difícil manejar las emociones”, agrega Cohen Silver.
Ya sea en el caso de la muerte de un ser querido o en la cancelación de unas vacaciones, es probable que las pérdidas causadas por la pandemia permanezcan durante más tiempo en la mente de las personas que las experiencias positivas, dice Stevan Hobfoll, investigador en trauma.
Y también está la dificultad de mantener la esperanza, que se ve afectada por la imposibilidad de vislumbrar un final claro de la pandemia.
La obligación de utilizar barbijo y de vacunarse también generaron enojo en algunos grupos que consideran esa medida como una violación a la libertad individual. Muchas personas estallaron de bronca diciendo que nadie podía decirles lo que tenían que hacer. El resultado es un contexto donde la confianza en las otras personas se ve severamente limitada, con una falta de cohesión social que profundiza la sensación de crisis entre las personas.
En un estudio de israelíes que sobrevivieron a años de bombardeos, Cohen Silver concluyó que los que salieron adelante lo lograron en parte porque tenían un fuerte sentimiento de comunidad.
Sin ese sentimiento de comunidad nacional en Estados Unidos, la gente se repliega en pequeñas tribus de personas con puntos de vista similares.
Además, según un estudio publicado por el Public Religion Research Institute, dos de cada tres estadounidenses vacunados dicen estar “enojados con todos los que se niegan a vacunarse contra el covid-19 y nos ponen a todos en peligro”.
Por Marisa Iati
Traducción de Ignacio Mackinze
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