Tras los atentados en Francia y Bélgica, se reaviva en Europa el temor al terrorismo islámico
Los recientes ataques reactivaron la amenaza de extremistas que responden a mandatos de Estado Islámico
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PARÍS.– Ambos reivindicados en nombre de Estado Islámico (EI), los ataques terroristas de Arras, el viernes pasado en Francia, y en Bruselas el lunes, que dejaron un saldo total de tres muertos y varios heridos, pusieron al descubierto la realidad de una amenaza jihadista que, si bien cambió de cara, sigue pesando sobre Europa.
Noche de espanto en Bruselas. El lunes por la noche, un hombre abatió a dos personas de nacionalidad sueca e hirió a otras dos en el centro de la capital belga. En ese barrio muy frecuentado situado en la frontera del corazón de la ciudad y de Molenbeek, la escena fue filmada por varios testigos. Las imágenes muestran a un islamista, atacando con un arma de guerra a los ocupantes de una camioneta al grito de “Allah Akbar”. Vestido con una campera fluorescente color naranja, huye de inmediato en una moto.
El terrorista se llamaba Abdesalem Lassoued, un tunecino de 45 años, indocumentado, que falleció en el hospital pocas horas después tras ser herido durante su arresto. Solicitante de asilo, cuya demanda fue rechazada, había sido condenado en Túnez por delitos de derecho común.
Según el tribunal federal de Bélgica, el motivo de Lassoued fue probablemente la nacionalidad de las víctimas, país donde este año fueron quemados ejemplares del Corán durante algunas manifestaciones. Por esa razón, Suecia fue amenazada por Estado Islámico y tuvo que elevar su estado de alerta terrorista al máximo nivel a mediados de agosto.
Al igual que Dinamarca, Suecia es regularmente teatro de esas manifestaciones organizadas por un militante de extrema derecha. Cada vez el gesto es más provocador: un día de fiesta musulmana, delante de la Gran Mezquita de Estocolmo o de la embajada de Turquía. Esos episodios han provocado protestas en los países musulmanes. En julio, la embajada sueca en Bagdad fue incendiada. Duranta la primavera boreal, Al-Qaida exhortó a los musulmanes del mundo a atacar a Suecia.
Tres días antes del atentado en Bruselas, el ataque de Arras, donde un profesor fue acuchillado por un islamista de 20 años al grito de “Allah Akbar”, también recordó a Francia que la amenaza del terrorismo islamista sigue presente. Es la advertencia que lanzaban desde hacía meses los servicios de inteligencia: si bien la amenaza es menos grave que en el periodo 2015-2018, sigue siendo “elevada”, afirmaba la Dirección General de la Seguridad Interior (DGSI).
“El jihadismo sunita, que es el único que asesinó en Francia en estos años, sigue siendo la principal amenaza terrorista. Y esto será duradero”, escribió en julio su director, Nicolas Lerner, en el diario Le Monde. “Desde 2017, nuestros servicios desmantelaron 43 atentados”, precisa el Palacio del Elíseo.
Desde 2020, 423 extranjeros radicalizados fueron expulsados de Francia. Y los servicios de inteligencia siguen actualmente poco más de 5200 personas susceptibles de pasar al acto o estar en contacto con otras que podrían hacerlo.
“Son radicalizados que vuelven de la zona irako-siria o condenados por terrorismo que salen de prisión”, indicaba en septiembre el ministro del Interior, Gérald Darmanin.
La guerra entre Israel y Hamas hace temer a muchos una “importación” del conflicto a Europa. Sin embargo, los atentados de Arras y de Bruselas fueron ambos reivindicados en nombre de Estado Islámico que, aun cuando haya sido derrotado militarmente en 2019 en Irak y en Siria, conserva una influencia real en numerosos militantes radicalizados.
“La eliminación de cierto número de líderes de la organización terrorista no terminó con su poder de atracción en muchos militantes. Estos consideran que sus líderes murieron como héroes y mártires, lo que aumentó aun más su prestigio”, afirma el especialista Gilles Kepel.
Estado Islámico no necesita tener ideólogos en la zona siria-iraquí para teleguiar a sus simpatizantes en Europa.
“Una de sus fuerzas es haber logrado difundir ampliamente, fuera de la esfera jihadista, un relato de propaganda que consiguió popularizar ciertos temas como la humillación de los musulmanes. Toda esa ideología es muy fácilmente accesible en Internet donde se ven centenares de cuentas lanzando llamados a la jihad (guerra santa) o a la violencia con toda impunidad”, analiza Myriam Benraad, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Schiller.
Según Benraad, es imposible no establecer una mínima relación entre los recientes atentados y la situación en Medio Oriente.
“Lo que sucede allá reactiva la idea de que es necesario hacer justicia para los musulmanes. Todo con un telón de fondo de habitantes de Gaza bombardeados por Israel”, dice.
Y esto puede hacer eco justamente en gente que adhiere a la ideología de EI. “No olvidemos que la causa palestina, la batalla por Jerusalén o contra la entidad sionista es también un componente del discurso de esta organización”, agrega Benraad.
En todo caso, para los especialistas, la amenaza terrorista en Europa ha cambiado de naturaleza. Los peores atentados perpetrados en Francia fueron los del 13 de noviembre de 2015, que dejaron 131 víctimas fatales. Fueron cometidos por un comando bien preparado, compuesto por ciudadanos franceses, belgas e iraquíes enviados a Europa por EI desde la zona irako-siria.
Ese tipo de amenaza, si bien no desapareció totalmente, ha reducido sensiblemente su intensidad. Lo que temen ahora los servicios de inteligencia es la llamada “amenaza endógena”, proveniente de personas que residen en Europa y pueden recurrir al terrorismo “low cost”. Con medios rudimentarios, como un cuchillo o un camión.
Si bien son ataques que en general provocan un número limitado de víctimas, consiguen lograr su principal objetivo: conmover a la opinión pública y sembrar el miedo colectivo.
“Esos ataques se inscriben en una estrategia teorizada por Al-Qaida y perfeccionada por EI: la estrategia de los 1000 cortes (o tajos). El objetivo es llegar, mediante una multiplicación de ataques low cost, a desangrar el cuerpo social de un país”, explica Marc Hecker, director de investigación del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
El gran problema es que esos ataques son muy difíciles de prevenir, como sucedió estos días en Bruselas y sobre todo en Arras: el islamista estaba vigilado por la DGSI, que no consiguió descubrir su proyecto.
“Esa es la dificultad. Es el individuo que mantiene un bajo perfil y un día se arma de un cuchillo y pasa al acto”, reconoce un especialista. Y concluye: “Es absolutamente imparable”.
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