Tras las protestas, la peor noticia para Dilma: habrá un año más de recesión
El Banco Central anunció que no habrá alivio económico durante 2016 como se preveía hasta ahora; las marchas superaron a las de abril, pero no a las de marzo
RÍO DE JANEIRO.– Duró poco el alivio de la presidenta Dilma Rousseff, porque las manifestaciones callejeras de anteayer no fueron el tsunami que se temía. Ayer, mientras desde la oposición apuntaron que el gobierno se ha vuelto ilegítimo, otra mala noticia volvió a poner nubarrones sobre el horizonte económico de Brasil: la recesión que golpea con fuerza al país este año se extenderá a todo 2016.
En su informe semanal Focus, elaborado a partir de las opiniones de los analistas y operadores del mercado, el Banco Central pronosticó por primera vez que la retracción de la economía incluirá también al próximo año, con una disminución de por lo menos un 0,15% del PBI.
La dimensión de la recesión de 2015, en tanto, fue ajustada de -1,97% a -2,01%, luego de que el año pasado el país creciera un mísero 0,1%. Los observadores mantuvieron la proyección de la inflación de este año en 9,32%, y apenas subieron la estimativa de 2016 de 5,43% a 5,44%.
Lo que sí aumentó bastante fue el cálculo de la cantidad de personas que anteayer salieron a las calles de más de 200 ciudades para exigir el impeachment de Dilma por su responsabilidad política en el escándalo de corrupción de Petrobras y su mala gestión económica.
Si bien en un principio los cómputos realizados por las diversas policías militares estatales apuntaban que unos 500.000 brasileños habían participado de las marchas, al final del día la cifra fue revisada y se informó que fueron 879.000 en todo el país, con la mayor concentración (350.000) en San Pablo.
El nuevo número superó entonces la convocatoria de las protestas del 12 de abril (700.000), aunque quedó igual bastante lejos de los dos millones de personas que se expresaron contra el gobierno en la primera ola de manifestaciones de este año, el 15 de marzo.
Tras haberse reunido anteanoche en su residencia del Palacio de la Alvorada con el grupo de ministros que conforman su equipo de coordinación política, la presidenta volvió a llamarlos ayer por la mañana, esta vez al Palacio del Planalto, para evaluar cómo manejar estas persistentes muestras de indignación e insatisfacción ciudadana. Anteanoche, la única reacción oficial había sido un breve comentario del ministro de Comunicación Social, Edinho Silva, quien había señalado que las marchas eran parte de la normalidad democrática.
La pasividad del gobierno fue rápidamente criticada por la oposición, liderada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que por primera vez había impulsado las manifestaciones. El vocero más contundente fue el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, al pedir la renuncia de Dilma y cargar contra su padrino político, el ex mandatario Luiz Inacio Lula da Silva, y todo el oficialista Partido de los Trabajadores (PT).
"Lo más significativo de las manifestaciones del domingo es la persistencia del sentimiento popular de que el gobierno, aunque sea legal, es ilegítimo. Le falta la base moral, que fue corroída por las tretas del lulopetismo. Con la metáfora del muñeco [representando a Lula] vestido de presidiario, la presidenta, aunque personalmente se pueda salvaguardar, sufre la contaminación de las fechorías de su patrono y va perdiendo las condiciones de gobernar", escribió Cardoso en su cuenta de Facebook.
"Si la propia presidenta no fuera capaz de un gesto de grandeza [renunciar o aceptar que se ha equivocado], asistiremos a la desarticulación creciente del gobierno", afirmó.
Las palabras del ex presidente socialdemócrata no cayeron nada bien en el Planalto, y al terminar la segunda reunión del grupo de articulación política con Dilma, el ministro Silva condenó la intolerancia política y exhortó a los brasileños a terminar con el ambiente pesimista que se vive.
"Lo más importante para el gobierno es que podamos romper el clima de pesimismo que existe en el país. Se están tomando medidas para que eso sea superado en breve. Tenemos que tener optimismo en relación con lo que está haciendo el país. Pronto Brasil volverá a crecer", señaló el funcionario en una conferencia de prensa.
"Es un momento difícil de la vida brasileña; tenemos que trabajar para que podamos deshacer este ambiente de intolerancia, porque Brasil siempre fue, históricamente, un país con diversidad religiosa, cultural, regional y política. Entonces tenemos que combatir este ambiente que se está creando para que Brasil vuelva a ser eso que siempre fue su tradición: convivencia democrática con diversidad de pensamiento y de expresión, de opciones", agregó.
El jefe de la bancada petista en la Cámara de Diputados, José Guimarães, que lo acompañaba en la conferencia, resaltó que el "odio" de cierta parte de la oposición obstaculiza cualquier diálogo.
"Ese espíritu de intolerancia es manipulado en parte por la oposición, que siembra odio, un antídoto de democracia. El PSDB convocó a los actos y hubo propaganda partidaria para eso. Por lo tanto, parte del movimiento, evidentemente, asumió una connotación ideológica muy fuerte. Así es difícil que la presidente dialogue", advirtió.
Del editor: qué significa.
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