Tras la huida de Al-Assad a Moscú: cómo vivieron otros dictadores en el exilio tras ser derrocados
El ugandés Idi Amin conmocionó al mundo con sus atrocidades antes de exiliarse con sus esposas a una vida tranquila de clase media; Ferdinand Marcos, de Filipinas, disfrutó de un exilio lleno de lujos en Hawai; y Hissène Habré, de Chad, murió por Covid-19 después de ser condenado a cadena perpetua
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WASHINGTON.- El depuesto presidente sirio Bashar al-Assad se sumó el pasado fin de semana a una sucesión de líderes autocráticos árabes derrocados desde los levantamientos de la Primavera Árabe en 2011. Sus pares en Egipto, Libia, Túnez y Yemen fueron derrocados, encarcelados, asesinados o exiliados, mientras él se aferraba al poder.
Al-Assad huyó de Siria el domingo por la mañana temprano y desde entonces se refugió en Rusia, donde el presidente Vladimir Putin le concedió asilo, sumándolo a la lista de dictadores que han encontrado un refugio seguro alrededor del mundo, incluidos algunos en Estados Unidos.
Para algunos, la vida en el exilio fue lujosa, como descubrió el líder filipino Ferdinand Marcos, quien, tras ser derrocado en 1986, vivió sus últimos años en una mansión privada cerca de Honolulu, Hawai. Sin embargo, para otros, su caída predijo circunstancias económicas más modestas y la amenaza de cargos criminales, ya que los fiscales internacionales los persiguen dondequiera que estén.
Estos son algunas ejemplos de cómo dictadores del mundo pasaron sus días en el exilio:
Zine el-Abidine Ben Ali, expresidente de Túnez
Ben Ali, antiguo hombre fuerte de Túnez, huyó a Arabia Saudita con su familia en enero de 2011, un mes después de que comenzaran las protestas de la Primavera Árabe. Su salida fue apresurada y aparentemente sin planificar; familiares llenaron valijas y bolsos con dólares estadounidenses y lingotes de oro, y escaparon a Francia, Italia y el Golfo Pérsico en jets privados y yates.
Ben Ali fue condenado en ausencia a 35 años de prisión por delitos económicos. En 2016, admitió en un comunicado que su régimen había cometido “errores, abusos y violaciones”. Túnez vendió su casa y cientos de otras propiedades, negocios, autos, motocicletas y un yate, pero esto no explicó totalmente los miles de millones que se cree que desvió a cuentas bancarias en paraísos fiscales durante décadas. Ben Ali murió en Jeddah, Arabia Saudita, en septiembre de 2019.
Idi Amin, el “presidente de por vida” de Uganda
Idi Amin, el tiránico presidente de Uganda, también encontró refugio en el Medio Oriente tras ser derrocado en 1979. Primero huyó a Libia con sus cuatro esposas, varias de sus 30 amantes y unos 20 de sus hijos, donde fue recibido por Muammar Khadafy, cuyo propio régimen brutal y errático continuó hasta que fue asesinado en medio del caos de la Primavera Árabe en 2011.
Más tarde, Amin residió en Arabia Saudita, donde vivió una vida tranquila y de clase media hasta su muerte en 2003, aparentemente aún resentido por el rechazo de su país y sin mostrar arrepentimiento por los más de 200.000 ugandeses torturados o ejecutados durante su reinado de terror.
Hissène Habré de Chad
El exdictador chadiano Hissène Habré disfrutó de décadas de lujo en Senegal. Se casó por segunda vez y mantuvo dos casas para sus dos familias. Según la Associated Press, veía la comedia Seinfeld, desarrolló gusto por el thieboudienne, el plato nacional de pescado y arroz, e hizo amigos en el exilio, algunos de los cuales dijeron que el hombre que conocían no cuadraba con el brutal dictador que habían escuchado.
Sin embargo, su lado agresivo salía a la luz en ocasiones, como cuando tuvo una disputa amarga con un vecino por el uso de un tacho de basura.
Habré llegó al poder en un golpe de Estado en 1982 y dirigió un gobierno que llevó a cabo torturas y asesinatos políticos. Su régimen operó una red de prisiones donde murieron 40.000 personas, y fue acusado de violación y de forzar a mujeres a la esclavitud sexual para sus tropas. Depuesto en 1990, Habré, a quien a veces se le llama “el Pinochet de África”, se dice que dejó Chad con 11 millones de dólares. Pero su opulento exilio no lo salvó: fue condenado por crímenes de lesa humanidad en 2016 tras un juicio histórico, sentenciado a cadena perpetua, y murió tras contraer Covid-19 en 2021.
Jean-Claude Duvalier de Haití
Cuando el dictador haitiano Jean-Claude Duvalier huyó en 1986 -tras 15 años en el poder marcados por el saqueo, la tortura y la matanza generalizada- voló a Francia con camiones cargados de equipaje Louis Vuitton y millones de dólares en bancos suizos, con la intención de estar allí solo de paso.
Pero después de que varios países dijeran que no lo aceptarían, se instaló en un castillo a las afueras de París y en una casa en la Riviera Francesa, donde se lo conocía por pasear a toda velocidad en coches de lujo. Él y su familia gastaban exorbitantemente, incluyendo decenas de miles de dólares en ropa de Givenchy, informó The Guardian en 2011.
Después de que Duvalier y su esposa se divorciaran a principios de los 90, su exilio dio un giro. En 1994, Associated Press informó de que sus “autos rápidos y una vida acelerada habían sido sustituidos por un pequeño sedán y reclusión”. Acabó viviendo en un apartamento de dos habitaciones, financiado por sus leales partidarios. Duvalier regresó a Haití en 2011, tres años antes de su muerte, y fue detenido acusado de malversación de fondos y otros delitos, pero siguió viviendo en un hotel de lujo en Puerto Príncipe.
Syngman Rhee de Corea del Sur
El primer presidente de Corea del Sur, Syngman Rhee, llegó al poder con el respaldo del gobierno estadounidense, pero su administración no fue un brillante ejemplo de democracia. Como presidente de 1948 a 1960, Rhee purgó la Asamblea Nacional de los miembros que se le oponían y supervisó sangrientas represiones, incluida la de la isla de Jeju, donde se cree que murieron más de 30.000 personas durante una rebelión que duró años y comenzó en abril de 1948.
Cuando las protestas de 1960 pusieron fin a su gobierno, Rhee se refugió en Hawai. Vivió en una pequeña casa de campo con vistas al océano Pacífico en Oahu, acogido por un compatriota coreano que tenía un negocio de jardinería, según el New York Times. Sin ingresos, él y su esposa lo pasaron mal, según declaró a los medios coreanos un antiguo director de la Agencia Central de Inteligencia de Corea al relatar una visita a Rhee. Rhee anhelaba volver a Corea -incluso una vez se lesionó intentando levantarse de la cama y exigiendo ir a Seúl-, pero murió en el exilio en 1965.
Ferdinand Marcos, de Filipinas
Según los analistas, los dictadores que huyen suelen evitar los Estados democráticos. Pero ha habido excepciones en las que los autócratas han huido a los brazos de una gran potencia aliada o de un antiguo colonizador. En 1986, Estados Unidos convenció a Ferdinand Marcos para que abandonara Filipinas y evitara la brutal represión de los manifestantes que protestaban por unas elecciones amañadas, lo que permitió una transición pacífica hacia un régimen democrático.
Su recompensa fue una vida fastuosa en Hawai, donde las opulentas fiestas de su esposa Imelda deslumbraban a los lugareños. Marcos poseía una limusina blindada Mercedes-Benz 500 SEL, según documentos judiciales relativos a su patrimonio. Washington había mimado a Marcos durante años para proteger su base militar en Filipinas, a pesar de las acusaciones de abusos contra los derechos humanos y corrupción. Sólo el amplio guardarropa de Imelda Marcos -que dejó atrás en su huida- incluía miles de pares de zapatos, vestidos, bolsos y pieles. Marcos sufría de mala salud y murió en el exilio en 1989. Su hijo, Ferdinand Marcos hijo, fue elegido presidente de Filipinas en 2022.
Sheikh Hasina, de Bangladesh
La primera ministra de Bangladesh Sheikh Hasina huyó a la India tras las violentas protestas antigubernamentales de este año que dejaron cientos de muertos. Las protestas comenzaron con estudiantes que se oponían a un sistema de cuotas para puestos de trabajo en el gobierno, pero se convirtieron en un amplio rechazo al régimen autocrático de Hasina.
Se esperaba que Hasina permaneciera poco tiempo en la India, pero ya lleva meses en el país. En noviembre, vivía en una zona de alta seguridad de Delhi, en un bungalow que hace las veces de piso franco, según India Today. Los arreglos de Hasina han resultado tan incómodos diplomáticamente para India, que teme perder influencia regional en favor de China, que el periódico francés Le Monde la llamó “la invitada incómoda de India”.
Por Rachel Pannett
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